martes, 10 de febrero de 2009

Granada y el Darro


Supongo que ando prolífico estos días y me estoy desquitando de todo lo que dejé de colgar los pasados meses. He de reconocer que escribir se está convirtiendo en un gusanillo que me gusta. Además, dado que recibo algún que otro feed-back animándome a hacerlo, no cabe duda que es más estimulante. Hoy os cuelgo un poema a esa ciudad inmensamente preciosa que es Granada. Forma parte de aquellas vivencias impactantes de hace años, en que periódicamente iba a la ciudad de la Alhambra. La imagen de la Alhambra y el Albaicín, separados por el río Darro, que a la altura de Santa Ana entraba embovedado bajo la ciudad para atravesarla, me inspiró y, ahora, lo plasmo en el poema. Nunca es tarde si la dicha es buena....


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Granada y el Darro


Tú no lo sabes,
pero yo quise ser río y tu Granada,
yo era el Darro y tu la Alhambra.
Había quedado prendado de tu encanto,
de tus ojos profundos cargados de misterio,
puerta de mil cuentos de líbidos deseos,
de fantasías ignotas cargadas de secretos.

Traigo de la montaña el agua pura y cristalina
que a tu faz dé frescura,
que limpie tu piel tersa y sin arrugas,
con una caricia de ternura.
Y vengo a regalarte
perfumes de agua fresca
y olores de azahar y tomillo
que nace en Sierra Harana,
la hija del Veleta.

Al pasar junto a tu falda,
rozando el Albaicín en un baile excelso de alegría,
la tentación me llama de forma irresistible
y pongo en marcha, con todo mi candor,
el arte seductor que me acompaña.
A cada salto entono cánticos de amor y de esperanza,
derramando gota a gota mi ilusión entres las jaras,
y llevado en volandas por mi fantasía
me armo de valor y juego con tu falda.
Bordeo y vuelvo a bordearla
hasta hacerme notar y sentir tu mirada,
entonces me observas desde arriba
y desde una torre mora
me arrojas la llave de tu casa.

Cerca de Santa Ana, ya todo se ha rendido,
ya no nos queda nada,
cogidos de la mano bajamos montados en pasión desenfrenada,
y entonces se inicia el juego del amor,
tu falda ya no está
y mi cauce se orienta hacia tu alma queriendo penetrarla.
Mis aguas invaden dulcemente tus entrañas
y atraviesan tu cuerpo dejándote preñada,
cargada de la vida que nace en la montaña,
y canto bailando entre tus ancas sintiéndote mi hada,
una canción de amor y sintonía,
donde le damos cuerpo a la alianza entre tú y Sierra Nevada,
entre el hombre que te vive y el agua que te baña.

domingo, 8 de febrero de 2009

Mi alianza con la luna

Te preguntarás cómo conseguí el apoyo de la luna para vencer a la tormenta del poema que presenté el otro día. Veras, estaba, en mi bodeguilla, leyendo un libro de Eduardo Punset, titulado “El alma está en el cerebro”. Con fondo musical de Sarah Brightman interpretando “Hijo de la Luna”, merodeaba alrededor de una frase: “Puede que a usted le resulte doloroso, pero debemos darle una mala noticia: está usted lleno de prejuicios”, pensando hasta qué punto esos prejuicios condicionaban mi visión de la vida, mis reflexiones y conclusiones sobre cualquier materia, evitando mi asepsia analítica. En esto estalló la tormenta.

La luna dormitaba plácidamente sobre esponjosas nubes, escrutando las estrellas, mientras escuchaba a la Brightman. Todo era paz y armonía y el flujo de la melodía la transportaba a sus fantasías en un vuelo imaginario sobre la voz suave que surgía de la bodeguilla. Ya sabéis lo sensible y sentimentaloide que es la luna. Ella protege y ampara a los enamorados, respeta su amor en la sombra, se amaga entre los árboles y juega, vergonzosamente, al escondite dando una suave luz que hace todo más bello y excitante. Desde su soledad, siempre soñó con ser madre, por lo que ampara el amor en una proyección armoniosa de sus deseos más frustrados.

Aquella vieja historia sobre la infidelidad de Zeus con Alcmena, con la que se identificó (sabéis que Alcmena significa “poder de la luna” en griego antiguo), engañando a Hera, de la que nació Heracles, le había traumatizado. Hermes se lo había arrebatado violentamente a Alcmena de su regazo y anduvo buscando a Hera para que le amamantara, pero la leche de esta se derramó y formó la Vía Láctea. Desde entonces, la luna, andaba triste y afligida buscándo a Heracles en los lugares más recónditos del universo para alimentarlo como si fuera su hijo. Por ello estaba tocada. La Brightman, con “Hijo de la Luna”, le estaba llegando al alma y la tormenta torpemente interfería el flujo de la melodía. Su resignación era evidente, y comprendía que era una circunstancia normal en pleno diciembre.

Y yo, ahí, fui más listo. Le puse “Winter in July” (Invierno en Julio) y quedó descentrada. Sin darse cuenta cayó en el engaño y pensó que no era diciembre, que era julio, que estaba siendo usurpada la noche veraniega y que la tormenta había roto el pacto rasgando la plácida noche con su exabrupto estruendoso de locura.

No se percató de que tras ella no vigilaba la Vía Láctea con sus millones de ojos nocturnos, con su polvo de estrellas, con su maternal disposición a orientar y dirigir al caminante en las cálidas noches veraniegas, esperando paciente a que Heracles pudiera nutrirse. Incluso llegó a pensar que Heracles, el hijo ilegítimo de Zeus, llevado por Hermes, había succionado la leche esparcida de Hera desvaneciéndola, lo cual le agradaba pensando que al fin se nutría.

Entonces empezó a enfadarse con la perturbada tormenta y, poco a poco, hinchó su pecho de cólera y le gritó que se fuera, que no era su tiempo y que ahora tocaban las plácidas noches, que guardara su energía para el crudo invierno. Al sentir el grito imperativo de la luna entendí su disposición a prestarme su ayuda. Esta alianza sería definitiva para derrotar a la tormenta, para ahuyentarla junto al viento, la lluvia y el trueno, para conseguir la calma y el sosiego que le diera serenidad a mi íntima noche y poder seguir mi lectura y reflexión con el Punset.

Entonces, en un momento de inspiración, le puse “Figlio perduto”. Su reacción fue inmediata. Estando tocada por “Hijo de la Luna” y engañada por “Winter in July”, este último impacto le fue irresistible. Su enojo subió de tono considerablemente y en un arrebato de ira, rayando en la locura, arremetió contra el viento quebrándole las alas. El viento ofuscado y confuso, pensando que no era respetado su tiempo, nada pudo hacer contra ella y le abrió camino hasta mi ventana. Luego se marchó esperando aflorar en otra ocasión, clamando venganza. Lo demás ya lo sabes, ya te lo he contado, te lo dije antes.

Desde entonces, al mirar la luna, me siento su cómplice en un tácito acuerdo, en el que le pongo música y ella fantasía cuando me la encuentro. Ahora, en las noches claras, me voy de paseo y por el camino nos lanzamos guiños por entre las nubes, nos tiramos besos en plena armonía, como enamorados esperando que no llegue el día. Y te juro que, si yo pudiera, la acompañaría durante la noche, a buscar a Heracles, pensando que posiblemente se encuentre en Tartessos, abriendo el camino a las naves, que permita el paso a esa extraña tierra que mentaran tanto Timeo y Critias, esa tierra ignota, la de los atlantes.
¿Comprendes ahora?

jueves, 5 de febrero de 2009

¡Vaya día que llevo! Intento de relato en prosa rítmica


Vaya día que llevo. Hoy me he levantado y tras el arreglo, el poco que tengo, tomo la medicación y me marcho al médico. No porque esté malo, es de acompañante. Luego voy a rayos, que es lo cabreante. Espero un buen rato como el Santo Job, y al hacer la placa, no anda bien uno de esos trastos y nos dice el tío que tardará un rato. Vuelvo para casa y en comprando el pan ya me voy pasando… es que se hace tarde para que la abuela ahora se levante. En cuanto la llamo, hago el desayuno ¡Ay, cómo pasa el tiempo! Lo sirvo en la mesa y en un periquete lo tomo sin arte, sin ni siquiera poder ni sentarme. Lola me acompaña a regañadientes, pues no tiene hambre. La abuela lo toma, como siempre hace, con su parsimonia y sin inmutarse. Mientras tanto Lola, mantiene su arrastre de los virus locos, de esos gripeantes, que le dan la fiebre y la dejan luego fuera de combate. Tras comer la abuela retiro las cosas, friego habitaciones, cocina y aseo con mucho cuidado y especial esmero, pensando que luego, en la revisión, si no lo he hecho bien, me mande a paseo. Y con la lejía me quemé los dedos, ¡no me puse guante! y es tanto el efluvio que vuela en el aire que sientes por dentro como de quemarte.

Tengo que ir corriendo, como he dicho antes, a coger la placa y dársela al médico, para que me diga qué le pasa a ella, por qué está tan mal y qué hacer para repararle. La mira con su vista aviesa y en escudriñando con todo su arte, me dice el sujeto que siga adelante, que no pasa nada, que es cuestión de días que todo le pase, que guarde reposo y para evitarle alguna que otra cosa más desagradable, le manda que empiece de forma inmediata a medicarse.

Al volver a casa me encuentro con Carlos, que todo el camino me da su compaña. Y me va contando sus penas y males, sus preocupaciones y todas las cosas que el médico manda, las que ya le hicieron y las que ahora le hacen… y marcha conmigo hasta la farmacia. Maria y Antonia me llenan la bolsa y, bromas aparte, les comento a ellas: “Llegado esta edad no va uno al mercado a buscar nutrientes sin antes pasar por estos lugares, que te den pastillas para controlar lo que no funciona, para repararte y poder tirar siempre hacia delante”. Y ya me despido y vuelvo a la carga. ¡Es que ya es la una y se me hace tarde! ¡Dios mío, no llevo dinero! Paso por la caja y el supermercado, a comprar algunas cosillas que nos hacen falta. En llagando a casa espeto en la entrada: ¿Qué queréis comer? Y ella me responde: “Yo no tengo hambre, yo no tengo gana ya he desayunado en esta mañana”. Entonces calculo y, ante las reservas que quedan en casa, pongo en marcha un plan cuyo resultado resuelva la causa.

Con un poco de esto y de más allá comemos y todos contentos. Hice una tortilla, con todo mi arte, dándole la vuelta en el mismo aire. Le puse de todo, con jamón picado, verdura a la plancha que dejara antes, un poco de queso con su huevo, claro, que no se me olvide que es para cuajarle. Me salió tan buena que me fui al espejo y dije a mi cara: ¡Qué buen tortillero! Más pensando en esa expresión, me dije: ¡Cuidado, a ver la acepción que al verbo le damos! Pero al ser varón me paso por el mismo forro la propia acepción, dado que siento toda la atracción por el sexo opuesto, con toda razón.

¿Ya has hecho las camas? ¿Comieron los gatos? ¿Fregaste los suelos? ¿Y el lavavajillas? ¿Comió bien la abuela? ¿Le diste las bragas?… ¡Qué agobio Dios mío! ¡Anda, come y calla! Por cierto, que se me olvidaba, en todo este trance, reviso el diseño, que ya casi estaba, de la web que tengo encargada, y leo los correos desde mi “ordenata” y paso respuestas, según fuera el caso, a cada sujeto que lo precisara; repaso la prensa, con fondo de música, y dejo de hacerlo al ver como están las cosas fuera de mi casa. Tengo yo bastante con lo que hay dentro, nada más me falta, que arregle el gobierno tanta problemática.

Y ahora, cansado, sin haber contado aquellos detalles que el amigo Alzheimer no me recordara, me pongo en la mesa a contarte esto, como si a ti este asunto mucho te importara. Seguro que dices: “¿Pero qué me cuentas? Yo tengo bastante con el día que llevo, y por si no cuela, te diré: que cada palo aguante su vela”.

Lo cierto es mi amigo/a, que después de todo me he sentido bien. Ha sido un día de trabajo y estrés, de cuidar y cuidarse, de limpiar, comprar, cocinar, etc. Normalmente, estos trabajillos se comparten, pero en estas circunstancias se ha de asumir en su totalidad. Y llega uno a pensar que no le da miedo estar solo, no tienes tanta dependencia de otros, eres más autosuficiente que antes… y ves un peligro que contaré luego, más adelante, en escrito aparte, sin la prosa rítmica que vengo ahora usando para deleitarte. Si lo he conseguido y por un instante te ves distraído, con este relato, de todo el agobio que te da el currelo, te diré, mí amigo/a, que con ello ya me das bastante.
Hoy 4 de febrero. Mi 58 cumpleaños.

domingo, 1 de febrero de 2009

LA TORMENTA

Como ya sabéis la mayoría de mis amigos/as que habéis leído la presentación de mi bodeguilla en el blog, intenté crear un espacio para el disfrute que llevara al enriquecimiento personal. En ella oigo música, leo, medito y reflexiono, hablo con mis amigos/as y me traslado a otro mundo, el de la fantasía, la poesía, las nuevas sensaciones y la búsqueda en mi interior del sujeto que soy. Esta navidades pasadas estaba en el trance cuando la tormenta me sorprendió por su especial saña. Allí, mientras fuera tronaba, fui deshilachando estos versos hasta llegar al poema que hoy cuelgo. Fueron sensaciones que, desde el recuerdo, me elicitan emociones que puedes desprender de la lectura que presento.


LA TORMENTA

El gélido viento, en la calle,
ruge una amenaza.
Cabalga incesante sobre los tejados
y araña las tejas con su desvergüenza.
Tocando en la puerta, de forma insistente,
pretende que caiga en su trampa.
Mientras yo, plácidamente, me doy a la lectura,
al amparo del cálido fuego de mi chimenea,
y al ver su bravata,
busco refugio en la casa,
en mi bodeguilla, esperando,
a ver lo que pasa.
Se siente burlado y apremia,
se busca aliados y ataca con fuerza.
La lluvia torrencial le apoya
golpeando insidiosa sobre la ventana.
Por unos momentos
la estancia cae presa de un rayo de fuego,
que ilumina la suave penumbra,
en una promesa de luz engañosa
que lleva a la farsa.
El viento y la lluvia se escudan en ella,
para espiarme desde la ventana.
El trueno arrogante ruge con firmeza
pidiendo que le abra la puerta.

¡Qué extraña alianza!
¡El viento, la lluvia,
el rayo y el trueno en una partida
me buscan la cara,
queriendo pasar dentro de mi casa!
Más yo, precavido, atranco la puerta,
cierro la ventana, corro las cortinas
y pido resguardo al ardiente fuego;
y para matarles y ahogar sus gritos,
su insidiosa ira y colérica rabia
busco otra alianza,
elijo la suave ternura y melódica savia
que cure mi miedo desde una guitarra.
Al final conformo una colosal fuerza
que atrona en el aire a lomos de una aria.
La plácida mano,
dada por la voz de soprano,
de la Sarah Brigthman me empieza a dar alas,
retomo la fuerza y le planto cara.
A ritmo de “Winter in July”
me enfrento de nuevo a tanta amenaza.
En último esfuerzo reclamo a la luna,
que está en las montañas,
dominando el cielo,
sobre la tormenta,
para que destruya y espante su saña.
La luna,
escuchando a Sarah en “figlio perduto”,
se siente sensible y apoya la causa;
con un soplo inmenso le rompe las alas al viento,
que herido de muerte, dando un alarido,
vuelve a la montaña.
Y todos cansados de no lograr nada,
se rinden a esa extraña danza que vuela en el aire,
que les amenaza.

El viento se ha ido,
el trueno no clama,
la luz cegadora del rayo se apaga
y el agua se alía y empieza una danza
llevada por las suaves notas que salen de la aria.

La paz vuelve luego y reina el sosiego
sembrándose una dulce calma.
Mientras Sara canta,
la lluvia le crea una melodía de música sacra,
el fuego palpita en una extraña danza
elevando al cielo su cálida llama,
como si quisiera llegar a la luna a darles las gracias,
y la hija del viento,
en brisa montada,
roza suavemente sobre la ventana
queriendo pasar a compartir cama.

En la bodeguilla entra la bonanza,
la rítmica lluvia me canta,
la brisa acompaña,
el fuego me arropa y Sarah,
con voz de soprano, me da la compaña
y calma mis miedos
haciendo de madre benigna y afable.
Y vuelvo a mis sueños montado en mi libro,
volando de nuevo hacia la utopía
mediante las alas de mi pensamiento.

Para celebrarlo me sirvo una copa
y, en brindis al aire, voy dando las gracias
por haber vivido en estos momentos,
por sentirme libre,
por haber logrado imponer la calma ante la amenaza.

¡Ay! si la luna, con Sarah y mi libro, me dieran la fuerza
para darle fin a tanta bravata,
a tanta patraña,
a tanta injusticia que hoy nos espanta
y nos arrebata la esencia del ser,
de su fina alma,
que amenaza al mundo y la convivencia
desde la avaricia junto a la jactancia.

Antonio Porras Cabrera
Cuevas de San Marcos
(Navidad 2008)

lunes, 12 de enero de 2009

Leyenda sioux

Cuenta una leyenda de los indios sioux que, cierta vez, Toro Bravo y Nube Azul llegaron tomados de la mano a la tienda del viejo hechicero de la tribu y le pidieron:


- Nosotros nos amamos y vamos a casarnos. Pero nos amamos tanto que queremos un consejo que nos garantice estar para siempre juntos, que nos asegure estar uno al lado del otro hasta la muerte. ¿Hay algo que podamos hacer?


Y el viejo, emocionado al verlos tan jovenes, tan apasionados y tan ansiosos por una palabra, les dijo:


- Hacer lo que pueda ser hecho, aunque sean tareas muy difíciles. Tu, Nube Azul, debes escalar el monte al norte de la aldea solo con una red, cazar el halcón más fuerte y traerlo aquí, con vida, hasta el tercer día despues de la luna llena. Y tú, Toro Bravo, debes escalar la montaña del trueno; allá encima encontrarás a la más brava de todas las águilas. Solamente con una red deberás agarrarla y traerla para mí, ¡viva!


Los jóvenes se abrazaron con ternura y luego partieron para cumplir con la misión.


El día fijado, en frente a la tienda del hechicero, los dos esperaban con las aves.


El viejo las sacó de las bolsas y constató que eran verdaderamente hermosos ejemplares de los animales que él les había pedido.
-¿Y ahora, qué debemos hacer? Los jovenes le preguntaron.
-Tomen las aves y amárrenlas una a otra por las patas con esas cintas de cuero. Cuando estén amarradas, suéltenlas para que vuelen, libres.


Ellos hicieron lo que les fué ordenado y soltaron los pájaros. El águila y el halcón intentaron volar, pero apenas consiguieron dar pequeños saltos por el terreno.


Minutos despues, irritadas por la imposibilidad de volar, las aves comenzaron a agredirse una a otra, picándose hasta lastimarse.




Entonces, el viejo dijo:


- Jamás se olviden lo que están viendo. Y este es mi consejo: Ustedes son como el águila y el halcón. Si estuvieran amarrados uno al otro, aunque fuera por amor, no sólo vivirán arrastrándose sino tambien, mas tarde o mas temprano, comenzarán a lastimarse uno al otro.


Si quieren que el amor entre ustedes perdure, vuelen juntos, pero jamás amarrados.


Libera a la persona que amas para que ella pueda volar con sus propias alas. Esta es una verdad en el matrimonio y también en las relaciones familiares, amistades y profesionales. Respeta el derecho de las personas de volar rumbo a sus sueños. La lección principal es saber que solamente libres las personas son capaces de amar.

Relación objetiva Vs. relación objetal

Hace algún tiempo, mi amigo Juan Carlos Higuero, me incitó a reflexionar sobre el egoísmo imperante en las interacciones humanas y, sobre todo de pareja, indicándome: “… a algunos solo les prima el mí, el mío, el para mí …” Me pidió una reflexión muy interesante. Yo se la debía y hoy quiero colgarla en mi blog. Es una visión sobre las relaciones que está basada en el vínculo objetivo en contraposición al objetal.

Creo recordar que Carlos Castilla del Pino, en unas de sus obras (posiblemente “Un estudio sobre la depresión”) plasmaba una visión dicotómica sobre las relaciones humanas, donde diferenciaba la relación objetiva de la objetal. Uno, que a lo largo de su vida va asimilando, digiriendo e interpretando las distintas cuestiones con las que ha ido nutriéndose, dándole una explicación propia y razonada, que puede diferir de los planteamientos del autor de referencia, acaba elaborando sus propias conclusiones, de modo natural, como consecuencia de reflexiones y vivencias que soportan el hilo argumental de las mismas. Pues bien, estas son las mías, de momento.

En este jodido mundo, la competitividad nos lleva al poder a través del tener o poseer; no del SER, de la autorrealización, de la inteligencia y el conocimiento. Por tanto, ejerce más poder el que más tiene, posiblemente el más egoísta, con menos escrúpulos y valores sociales. Así pues, queremos, pero desde el punto de vista interesado.

Querer tiene la acepción del deseo por necesitar una cosa, es pues una relación objetal, pretendemos un objeto que nos satisfaga esa necesidad. Deseamos y queremos el objeto que nos satisface, pensando en nuestra propia felicidad básicamente. No pensamos en el amor, que tiene otra interpretación basada en la relación objetiva; es decir, sabemos que nos relacionamos con otro ser que tiene su propia proyección y que nosotros podemos ayudarle, si así lo estima, en su desarrollo personal, a la vez que él nos enriquece a nosotros. En este intercambio libre, de emociones, experiencias, vivencias y, en suma de vida, crecemos ambos. Dejemos el querer para las cosas materiales y usemos el amor para las personas.

En la relación objetal manipulamos al otro para que sea como nosotros necesitamos que sea o, al menos, lo intentamos, por lo que la convivencia se convierte en una negociación continua, en un intento de conseguir que el otro se adapta a nuestras necesidades en lugar de desarrollarse libremente y enriquecernos con ese desarrollo personal, libre y autónomo. Renunciamos a esta diversidad, que nos proporcionaría el beber de diferentes fuentes, de gran creatividad, para garantizar el beber en una sola, controlada por nosotros en la línea que nos interesa a priori.

La relación de pareja es una de las más perversas, en este sentido, cuando se enfocan al querer en lugar de al amar. Mi marido, mi mujer, mi… lo que sea, es posesivo. Lo posesivo implica “beneficiarse de…” y lleva a lo objetal. Por desgracia, históricamente, se nos ha enseñado en la dependencia, se nos han cortado las alas de la libertad, se nos ha frustrado a través de principios y conductas de componente religioso y social, se nos ha orientado en el servir a los demás miopemente. Se sirve mejor a los demás siendo más libre y buscando el propio desarrollo, que se ofrece como fuente donde beban los otros. La educación en el compromiso social y la responsabilidad garantizan esa eficacia. La siembra de estos principios, de compromiso social con la ciudadanía, permite el desarrollo de la sociedad.

Encontrar con quien compartir la vida, en sentido de pareja, y que tenga tu misma orientación en el respeto al desarrollo personal y común a la vez, es complicado, pero necesario para crecer. El problema se da en el proceso de crecimiento, en cómo se gestiona el día a día para que este sea compartido, en cómo volar sin estorbarse el uno al otro, en cómo ayudarse y darse la mano para pasar los obstáculos. La herramienta es el diálogo, hablar el mismo idioma, comprenderse mutuamente y usar la asertividad constatando que el mensaje que se quiere emitir es bien entendido y comprendido. La comunicación es la herramienta, el vehículo, que usamos para cohesionar las posiciones, para acercarnos y trasvasarnos los conocimientos, las ideas y las reflexiones que nos permitan ese crecimiento; es el soporte alimentario que nos aporta la energía necesaria para evolucionar.

Como digo en muchas ocasiones, el arte de comunicar está en hablar el idioma del que escucha. En el proceso evolutivo el leguaje se modifica, se condiciona y sufre mutación al amparo de nuestras vivencias, emociones y sentimientos, que le dotan o recubren de un contenido analógico o no verbal. Esa comunicación no verbal, que escapa a la lógica del léxico y de la estructuración gramatical, es una continua fuente de expresión de los sentimientos verdaderos, que no siempre son bien interpretados por el receptor y, en otros casos, camuflados por la parte emisora cuando le interesa controlarlos. Por tanto, cuando existe una relación objetiva la franqueza está por encima de cualquier cuestión, puesto que lo que se pretende es el desarrollo de ambas partes bajo el respeto mutuo, lo que lleva a valorar y comprender cualquier posicionamiento, sentimiento o emoción de la otra persona; el camino del entendimiento en pareja está expedito. Pero cuando la relación es objetal se da un contexto morboso y existe una tendencia a esconder los sentimientos liberalizadores, o subversivos, para evitar el conflicto, para que la incomprensión y la discordia no se adueñen de la situación.

En este tipo de relación perversa y posesiva (objetal) pretendemos que el objeto (el otro) sea como nos interesa, intentamos modelarlo a nuestra conveniencia y para ello usamos cuantas artimañas consideremos necesarias, incluyendo el chantaje emocional, el premio y castigo a través de dar o no aquello que tenemos y que le pueda interesar al otro, incluido el sexo. Y esto… ¿No parece más un intercambio comercial de objetos o partes de los mismos? Si a ello le sumamos la famosa sociedad de gananciales encontraremos el nexo que mantiene unidas a una gran cantidad de parejas, pero en una relación meramente objetal. En todo caso, se recurre habitualmente al recordatorio de las bases del contrato con el que se fraguó la pareja; o sea, “tu ya no eres el/la que eras, tú has cambiado” sin entender que la vida es un proceso continuo de cambio y de evolución.

En este punto, y a modo de despedida, quiero remitiros a la lectura de la leyenda de los indios sioux Toro Bravo y Nube Azul que cuelgo aparte.

domingo, 11 de enero de 2009

La sociedad encorsetadora



La vida, el azar y la necesidad nos sitúan a cada uno en un sitio y te obligan a luchar en él, es tu camino, tu campo de desarrollo, ese campo de juego donde se da el partido de la vida, con sus interferencias y sus exigencias, con las estructuras sociales, sus preceptos, reglas, normas y valores, con sus partes positivas y las negativas. Lo positivo y negativo depende más de la propia posición de cada uno, de los principios morales y éticos que te hayas formado o que te hubieran introducido en el proceso de formación y socialización. Es el resultado de un balance personal y subjetivo que no siempre ha de coincidir con el que hagan otros sujetos del entorno, pero que está mediatizado por los parámetros que la propia sociedad ha ido definiendo para la elaboración de esos análisis.

Esta jodida sociedad, que establece las normas del juego, hace que nuestro crecimiento, basado en el intercambio con los demás, esté condicionado por falsas éticas y moralinas de tres al cuarto que limitan la comunicación y el contacto. Hace falta un mayor desarrollo intelectual de la gente para sobrepasar el listón de esas imposiciones y tener criterios propios, donde nuestros principios y valores cuestionen la atadura de las mentes trasnochadas, que se fueron imponiendo a lo largo de la historia, y podamos liberarnos de las exigencias y modular a ese superyo traicionero con nosotros y servicial con los ostentadores del poder en la sociedad, que lo han ido moldeando desde nuestra infancia para hacernos serviles y esclavos de los principios y valores que nos fueron imponiendo.

Qué difícil es luchar cuando en tu interior se produce la batalla y el desencuentro entre tus ideas, que vas elaborando para poder crecer, y los principios y valores castrantes que te fueron colocando a lo largo de tu existencia. Esos paradigmas que pululan en tu entorno y que van marcando lo permitido y lo desautorizado, la bondad y la maldad, lo correcto y lo incorrecto, que te ubican en la relación con tu medio, y cuando no los cumples eres arrojado del “paraíso” de pertenencia al grupo, siendo satanizado y desvestido del reconocimiento social. Si bien ello te libera del contrato social, la pérdida de los beneficios actuales y la necesidad de reorientación de tu vida actúan como freno y, si no quieres una ruptura traumática, solo te queda el pensamiento y el intercambio de ideas, de energías y emociones con la gente que está en tu línea, incluso de forma furtiva, pues en tu entorno no entendería el flujo energético-afectivo que vehiculiza esa relación. A veces tienes que reprimir el impulso de atracción porque no encaja en el juego social. Ese es el gran drama del ser humano, que pudiendo comer de todos los frutos de la vida (entiéndase por frutos el intercambio y contacto con los demás) en un paraíso de relaciones sociales en interacción libre, hemos sido condenados a modular nuestra conducta y solo se nos permite comer del fruto adulterado por la manipulación de las religiones y de los principios y valores que instauran el sistema de servilismo al poderoso. Estamos presos de nosotros mismos y solo nos queda orientar el afecto y el amor hacia otros a través de lo permitido y potenciar el Síndrome de Estocolmo buscando el sentimiento hacia aquellos que son nuestros propios carceleros.

El enemigo, pues, está en nuestro interior, en nuestra mente y lo han fraguado sujetos ajenos que no quieren que seamos libres, porque les da miedo y ellos perderían su preponderancia. Nuestro superyo, nuestra dependencia de los demás, nuestro compromiso social con la familia y con los amigos en menor grado, nos ata al suelo y no nos deja volar en busca de nuevas dimensiones de desarrollo personal. Hay cosas a las que tienes que renunciar, pues no las entendería tu pareja, tus hijos, tus padres, tu entorno social… pero sobre todo, te generarían un proceso interno de conflicto que solo puede ser abordado desde la maduración, gestionando el cambio con habilidad para no enfrentarte violentamente contigo mismo. Ese camino es lento y doloroso, es el parto a una nueva vida de libertad que implica posibles rupturas y redefiniciones de cosas y valores. El dolor será mayor cuanto más abrupto el cambio. No obstante, si compartes el cambio y desarrollo con tu entorno, propiciándolo en ellos, puedes evitar rupturas y el dolor, pero eso es tremendamente difícil, pues no siempre se da una evolución paralela con tus prójimos y el compromiso con ellos pasa por mantenerte en la posición inicial, aquella en la que fue firmado el contrato, permitiendo solo los cambios que paulatinamente han sido aceptados en el proceso de relación. Al ser un cambio negociado implica renuncias y frustraciones, limitaciones y frenos que siguen condicionándolo todo y que solo pueden ser bien entendidos desde el respeto a la libertad de cada uno de los negociadores, evitando el chantaje emocional y la imposición, potenciando el libre albedrío de cada uno como lo más constructivo y evolutivo para un mejor desarrollo de ambas partes.

La libertad se cimienta en la tendencia a no depender de los demás, en crear un espíritu de colaboración entre todos que nos oriente al desarrollo personal, en entender que si tu creces yo crezco, en aceptar que la palabra “mi” en sentido posesivo debe ser erradicada cuando hablas de otras personas, en tener y encontrar actitudes potenciadoras del desarrollo por encima del sentimiento de dependencia; es decir, en aliarnos para crecer, en lugar de frenar y condicionar el crecimiento de tus semejantes. Pero es todo tan complicado, que, a veces, no sabes que hacer, que te asaltan las dudas, que ves disonancias irreconciliables y te planteas la fidelidad a ti mismo como prominente sobre las demás, cuando la sociedad te habla de fidelidades a otras personas en su lugar. Esto es lo incongruente del asunto. Nuestra principal función en la vida es crecer para aportar más a los demás y llegan unos imbéciles y nos dicen que tenemos que someternos a los demás, con los matices que quieras introducir, y reconducen el camino del desarrollo en base a principios encorsetadores.

Nos cortan las alas de la fantasía, de la investigación, de la libre búsqueda de la verdad y nos condicionan y nos dirigen por caminos de “verdades incuestionables” basadas en actos de fe, de principios inamovibles y de normas sociales y de convivencia que son la argamasa de una sociedad vieja y caduca, que no nos ha permitido evolucionar en un sentido amplio y personal, que solo se ha preocupado del desarrollo económico y tecnológico movido por el afán lucrativo de dirigentes empresariales y de las clases ocultas que mueven los hilos del poder desde la tramoya.

Pues bien, este es nuestro campo de batalla o de disfrute, de desarrollo personal y colectivo, de encuentros y desencuentros; en suma el lugar en el que hemos de ejercer nuestro derecho a la vida, en el que hemos de trabajar día a día para encontrarnos con nosotros mismos y potenciar nuestro crecimiento y el de nuestro entorno; es nuestro camino compartido hacia la madurez…

Es un reto mantenido, donde hemos de descubrir nuevas formas de relación en las que el desarrollo del ser humano esté por encima de cualquier otro interés bastardo, dónde el principal objetivo sea el crecimiento personal de todos y cada uno. Pero estamos fracasando en el intento y la historia lo demuestra. Ya va siendo hora de buscar en nuestro interior las esencias del ser humano, sacarlas a relucir sin complejos, crear un nuevo orden de prelación dónde se imponga la paz y el respeto a los demás, donde el bien común se anteponga a la codicia de círculos minoritarios, erradicando los intereses de los grupos de poder sobre las mayorías, dónde los principios encorsetadores se vayan eliminando y sustituyendo por otros que permitan el crecimiento y desarrollo personal, dónde fluyan las emociones y sentimientos sin perturbaciones y dónde cada uno sea dueño de sus pensamientos sin miedos ni tapujos, dónde la amistad sea garante de la expresión libre y no condicionante de la misma. Esa amistad que se resumiría en: “Un amigo es aquel con el que puedes pensar en voz alta”.

Atrévete a pensar por ti mismo

  Opinión | Tribuna Por:  Antonio Porras Cabrera Publicado en el diario La Opinión de Málaga, el día 01 FEB 2025 https://www.laopinion...