Supongo que ando prolífico estos días y me estoy desquitando de todo lo que dejé de colgar los pasados meses. He de reconocer que escribir se está convirtiendo en un gusanillo que me gusta. Además, dado que recibo algún que otro feed-back animándome a hacerlo, no cabe duda que es más estimulante. Hoy os cuelgo un poema a esa ciudad inmensamente preciosa que es Granada. Forma parte de aquellas vivencias impactantes de hace años, en que periódicamente iba a la ciudad de la Alhambra. La imagen de la Alhambra y el Albaicín, separados por el río Darro, que a la altura de Santa Ana entraba embovedado bajo la ciudad para atravesarla, me inspiró y, ahora, lo plasmo en el poema. Nunca es tarde si la dicha es buena....
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Granada y el Darro
Tú no lo sabes,
pero yo quise ser río y tu Granada,
yo era el Darro y tu la Alhambra.
Había quedado prendado de tu encanto,
de tus ojos profundos cargados de misterio,
puerta de mil cuentos de líbidos deseos,
de fantasías ignotas cargadas de secretos.
Traigo de la montaña el agua pura y cristalina
que a tu faz dé frescura,
que limpie tu piel tersa y sin arrugas,
con una caricia de ternura.
pero yo quise ser río y tu Granada,
yo era el Darro y tu la Alhambra.
Había quedado prendado de tu encanto,
de tus ojos profundos cargados de misterio,
puerta de mil cuentos de líbidos deseos,
de fantasías ignotas cargadas de secretos.
Traigo de la montaña el agua pura y cristalina
que a tu faz dé frescura,
que limpie tu piel tersa y sin arrugas,
con una caricia de ternura.
Y vengo a regalarte
perfumes de agua fresca
y olores de azahar y tomillo
que nace en Sierra Harana,
la hija del Veleta.
Al pasar junto a tu falda,
rozando el Albaicín en un baile excelso de alegría,
la tentación me llama de forma irresistible
y pongo en marcha, con todo mi candor,
el arte seductor que me acompaña.
A cada salto entono cánticos de amor y de esperanza,
derramando gota a gota mi ilusión entres las jaras,
y llevado en volandas por mi fantasía
me armo de valor y juego con tu falda.
Bordeo y vuelvo a bordearla
hasta hacerme notar y sentir tu mirada,
entonces me observas desde arriba
y desde una torre mora
me arrojas la llave de tu casa.
Cerca de Santa Ana, ya todo se ha rendido,
ya no nos queda nada,
cogidos de la mano bajamos montados en pasión desenfrenada,
y entonces se inicia el juego del amor,
tu falda ya no está
y mi cauce se orienta hacia tu alma queriendo penetrarla.
Mis aguas invaden dulcemente tus entrañas
y atraviesan tu cuerpo dejándote preñada,
cargada de la vida que nace en la montaña,
y canto bailando entre tus ancas sintiéndote mi hada,
una canción de amor y sintonía,
donde le damos cuerpo a la alianza entre tú y Sierra Nevada,
entre el hombre que te vive y el agua que te baña.
Cerca de Santa Ana, ya todo se ha rendido,
ya no nos queda nada,
cogidos de la mano bajamos montados en pasión desenfrenada,
y entonces se inicia el juego del amor,
tu falda ya no está
y mi cauce se orienta hacia tu alma queriendo penetrarla.
Mis aguas invaden dulcemente tus entrañas
y atraviesan tu cuerpo dejándote preñada,
cargada de la vida que nace en la montaña,
y canto bailando entre tus ancas sintiéndote mi hada,
una canción de amor y sintonía,
donde le damos cuerpo a la alianza entre tú y Sierra Nevada,
entre el hombre que te vive y el agua que te baña.