Una tormentosa noche de otoño, a un lobo que vivía en el barrio de la caperuza se le fue la luz. Eran las doce de la noche y las caperucampanas acababan de sonar confirmando tal hecho. El lobo debía salir fuera a comprobar los fusibles pero, era peligroso a esas horas porque podría encontrarse con Manolita Roja.
Manolita Roja era un ser perverso, que sólo salía de su escondite desde las doce de la noche hasta la una de la madrugada. Hasta esa hora las calles no eran seguras. Manolita Roja era una buena persona en realidad, pero sus dos hermanas malvadas se burlaban de ella cuando actuaba como una persona normal, ya que ella y sus hermanas eran brujas. Una bruja, normalmente es malvada, pero éste era un caso excepcional.
A Manolita le gustaba estar con la gente (lobos en este caso), por eso por el día se disfrazaba y estaba con ellos como si nada, pero a la hora punta era cuando llegaban sus hermanas; y por eso tenía que comportarse así. Además, cuando estaba con la gente decía llamarse Caperucita Roja y por eso solía llevar una caperuza roja en público, y una capa negra cuando estaban sus hermanas. Todo iba bien hasta llegar la tormentosa noche de la que os hablaba. Cuando el lobo salió a comprobar los fusibles de la luz, vio a Caperucita quitándose el disfraz, y se acercó sigilosamente, ya que era el lobo más valiente, además del mejor amigo de Caperucita. Ésta lo detectó enseguida y al final de la noche, el lobo ya sabía todos los secretos de Manolita. El lobo la animó a enfrentarse a sus hermanas y a vivir como ella quería, ya que el lobo opinaba y con mucha razón, que nadie puede controlar ni la vida, ni el carácter ni los amigos de otra persona, ya que no tiene ningún derecho a hacerlo.
Al final el lobo convenció a Manolita y ese mismo día por la noche Manolita habló con sus hermanas y les contó todo. Aunque a Manolita le pareció increíble, sus hermanas estuvieron de acuerdo ya que ellas se sentían igual. Por eso, a la mañana siguiente se presentaron en el pueblo las tres juntas, les contaron su historia, y todos los habitantes estuvieron de acuerdo en que las tres hermanas se quedaran allí; y todos juntos les construyeron una increíble casa, que las tres hermanas aceptaron encantadas y se quedaron a vivir allí todas juntas dispuestas a convivir y a llevarse bien, con todos y cada uno de los habitantes del pueblo. Y como es típico en un cuento que todos coman perdices, aquí que son muy originales, se comen los mejores manjares, pero siempre con salud y ahora sin ningún tipo de inquietud.
Manolita Roja era un ser perverso, que sólo salía de su escondite desde las doce de la noche hasta la una de la madrugada. Hasta esa hora las calles no eran seguras. Manolita Roja era una buena persona en realidad, pero sus dos hermanas malvadas se burlaban de ella cuando actuaba como una persona normal, ya que ella y sus hermanas eran brujas. Una bruja, normalmente es malvada, pero éste era un caso excepcional.
A Manolita le gustaba estar con la gente (lobos en este caso), por eso por el día se disfrazaba y estaba con ellos como si nada, pero a la hora punta era cuando llegaban sus hermanas; y por eso tenía que comportarse así. Además, cuando estaba con la gente decía llamarse Caperucita Roja y por eso solía llevar una caperuza roja en público, y una capa negra cuando estaban sus hermanas. Todo iba bien hasta llegar la tormentosa noche de la que os hablaba. Cuando el lobo salió a comprobar los fusibles de la luz, vio a Caperucita quitándose el disfraz, y se acercó sigilosamente, ya que era el lobo más valiente, además del mejor amigo de Caperucita. Ésta lo detectó enseguida y al final de la noche, el lobo ya sabía todos los secretos de Manolita. El lobo la animó a enfrentarse a sus hermanas y a vivir como ella quería, ya que el lobo opinaba y con mucha razón, que nadie puede controlar ni la vida, ni el carácter ni los amigos de otra persona, ya que no tiene ningún derecho a hacerlo.
Al final el lobo convenció a Manolita y ese mismo día por la noche Manolita habló con sus hermanas y les contó todo. Aunque a Manolita le pareció increíble, sus hermanas estuvieron de acuerdo ya que ellas se sentían igual. Por eso, a la mañana siguiente se presentaron en el pueblo las tres juntas, les contaron su historia, y todos los habitantes estuvieron de acuerdo en que las tres hermanas se quedaran allí; y todos juntos les construyeron una increíble casa, que las tres hermanas aceptaron encantadas y se quedaron a vivir allí todas juntas dispuestas a convivir y a llevarse bien, con todos y cada uno de los habitantes del pueblo. Y como es típico en un cuento que todos coman perdices, aquí que son muy originales, se comen los mejores manjares, pero siempre con salud y ahora sin ningún tipo de inquietud.