Por Francisco Ortí.-
El camino ha sido largo y tortuoso, pero el Valencia vuelve a parecer el equipo que un día fue. El equipo ché se reencontró consigo mismo sobre el césped del Camp Nou. La defensa, la presión y los contragolpes volvieron a ser las señas de identidad de un conjunto que ha recuperado la ilusión por hacer algo grande.
El ensayista John Chapman dijo sobre Nueva York: "El presente es tan poderoso en Nueva York que el pasado se ha perdido". No sé cuanto tendrá de cierto esta frase en relación a la ciudad estadounidense, pero en fútbol y más en el Valencia encaja a la perfección.
El presente del Valencia era tan poderoso por los malos resultados, los juicios o por los jugadores entre rejas, que se había olvidado que lo construido en anteriores temporadas. Afortunadamente, se ha reaccionado a tiempo y los valores pasados vuelven a verse reflejados en el Valencia del presente.
Villa vuelve a celebrar goles y ya no se mueve con la ansiedad que le provocaba el no ver puerta. Albiol se pareció de nuevo al defensa que conquistó a Mestalla hace dos temporadas y Banega olvidó por noventa que es un superclase para lanzarse a los pies de las estrellas azulgrana, recordando al Baraja de la primera Liga de Rafa Benítez.
Y para recordar al viejo Valencia no podía faltar un portero salvador. Como en los tiempos del mejor Cañizares, Timo Hildebrand paró todo lo que se acercó a su portería, realizando su mejor partido desde que recaló en el conjunto valencianista.
La garra y el saber sufrir eran características que se creían desaparecidas en esta Valencia, pero que en Barcelona brillaron con luz propia. El equipo ché supo pelear cada balón. Supo aguantar ante el acoso del Barcelona. Y aguardar con paciencia su oportunidad de salir al contragolpe.
Esta temporada estábamos acostumbrados a ver un Valencia que se derrumbaba a las primeras de cambio. En cuanto se le presentaba un pequeño obstáculo ya era incapaz de seguir avanzando. Pero esos tiempos parecen haber llegado a su fin y el Valencia de la garra, la entrega y el sacrificio está de vuelta.
Lo más importante es que el Valencia no saltó al césped del Camp Nou acobardado. Ni siquiera se encerró vergonzosamente atrás en los momentos en los que el Barcelona más apretaba. Ronald Koeman realizó un planteamiento defensivo, sí. Pero no plantó un cerrojazo y se sentó a esperar.
El técnico holandés tenía el partido muy estudiado y comenzó a levantar la defensa a partir del centro del campo. La consigna era no dejar jugar al Barcelona cerca del área de Hildebrand. Todos los jugadores se ayudaron entre sí y David Villa era el primero de los defensas. Mata tampoco escatimó en esfuerzos defensivos y estuvo siempre atento para ayudar a Moretti a parar a Messi.
Sólo cabía esperar que llegara la suerte en forma de algún contragolpe y así fue. El gol llegó de la mano de quien mejor representa la palabra trabajo en el Valencia: Javier Arizmendi, que le sirvió el tanto en bandeja a David Villa para que éste agigantara su fama de bestia negra del Camp Nou.
El gol final de Xavi, precedido de una mano de Eto´o, no hace más que motivar más a los ché de cara al partido de vuelta. Este Valencia ya no se desarma ante los golpes, si no que se levanta con más fuerza.
Reconciliación con la afición
El buen momento del equipo coincide con su reconciliación con Mestalla. Paradójicamente, afición y equipo terminaron de sellar las paces en un empate en Mestalla ante el Recreativo de Huelva. El Valencia no fue capaz de llevarse los tres puntos, pero la entrega del equipo fue recompensada con una ovación por parte de la grada al final de los noventa.
El generoso aplauso no hace más que demostrar que a la afición se le convence antes con entrega y lucha que con resultados aburridos. El lobo no es tan fiero como lo pitan ni la afición valencianista tan exigente como quieren hacer creer por pitar a Quique Flores. Sólo hacía falta divertirla.
Ronald Koeman lo dejó claro en la rueda de prensa posterior al encuentro: "El aplauso de la afición habla por sí sólo". El Valencia ha recuperado su mejor activo: la ilusión de la afición.