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COMEMORAÇÃO
DO 21 DE MARÇO



Sabendo que também na poesia há eucaliptos, acácias, pinheiros, carvalhos, sobreiros, castanheiros, oliveiras e laurissilvas - comemoração por comemoração preferi celebrar por dentro o Dia da Árvore, como era hábito na minha infância.
"Las mejores palabras en el mejor orden"

JAVIER RODRÍGUEZ MARCOS

(El País, Babelia, 22/11/2008)

García Baena, Gamoneda, Segovia, Brines, Sánchez Robayna, Atencia ... reflexionan sobre cómo la poesía trasciende los géneros literarios y, aunque está lejos de tener los lectores de la narrativa, ha conseguido salir de su propio gueto

El lugar en el que se cruzan la eternidad y el tiempo. La energía que nace de la contradicción. Una emoción reconstruida... Todo eso, dice la tradición, puede ser la poesía, esa manera de usar el lenguaje que, como quería Percy B. Shelley, "levanta el velo que cubre la belleza oculta del mundo y hace aparecer los objetos familiares como si no lo fueran". Mucho más escueto y siguiendo a sus propios clásicos, Luis Cernuda lo dijo así: "Las mejores palabras en el mejor orden".
La búsqueda de una definición para su propio oficio es una de las ocupaciones más antiguas de los poetas. Otra es discutir el carácter minoritario de ese oficio. ¿Malos tiempos para la lírica? Lo dijo Bertolt Brecht hace medio siglo, lo cantó Golpes Bajos hace dos décadas y el año pasado lo certificaron las estadísticas. La encuesta sobre hábitos de lectura en 2007 promovida por la Federación de Gremios de Editores de España es rotunda. El 94,2% de lectores habituales lo son de novela y cuento. El porcentaje restante se lo reparten el ensayo (3,6%), el teatro (0,9%) y la poesía (1,3%). Comparados con los de narrativa, en efecto, los lectores de poesía son un bien escaso. Comparados con los que había hace 50 años, la escasez no es tanta. Fruto de una demanda limitada pero creciente es también una mayor oferta. "Antes dependías de las bibliotecas de los amigos, porque ni se editaba tanto ni los libros llegaban a las librerías. Por no hablar de Internet, que ha revolucionado la difusión de la poesía", recuerda María Victoria Atencia, premio de la Crítica en 1998 por Las contemplaciones (Tusquets) y, a sus 77 años, uno de los grandes nombres de la generación de los cincuenta. Para Atencia, no obstante, es difícil que la poesía pierda su carácter minoritario: "Pero no es un género residual". Así pues, un 1,3% de pura intensidad. En palabras de Francisco Brines: "La poesía no tiene público, tiene lectores".
Por otro lado, hace ya tiempo que los poetas le retorcieron el cuello al cisne de la cursilería. Hermética o prosaica, la poesía moderna ha elevado su nivel de exigencia hasta romper con los clichés que la habían disecado como un desahogo rimado para gente con la cabeza en las nubes. Pablo García Baena, que acaba de publicar la antología Rama fiel (Universidad de Salamanca) y de recibir el Premio Reina Sofía de Poesía, el más prestigioso de Iberoamérica, recuerda los tiempos en los que empezó a publicar: "La verdadera poesía estaba ausente. Abundaban los recitadores folclóricos que imitaban a Lorca". Con todo, el autor cordobés, de 85 años, no pierde de vista la famosa dedicatoria de Juan Ramon Jiménez -"A la inmensa minoría"- al señalar que la poesía necesita un determinado contexto -"No creo en la poesía para campos de fútbol"-, es decir, soledad y silencio, otros dos bienes escasos. "Mientras una novela te entretiene y te hace tomar distancia, un poema te hace pensar y revivir cosas que son tuyas. Los poetas se meten en tu vida. Y eso es duro".
En esa distinción entre la lectura de poesía y la de narrativa coincide también Antonio Gamoneda. Para el premio Cervantes de 2006, la poesía no es literatura: "La literatura descansa en la ficción. La poesía, sea clara u oscura, no. Manifiesta hechos existenciales (sufrimientos, gozos, temores), es una emanación de la vida". En opinión del autor leonés, de 77 años, la poesía trasciende los géneros literarios -"Hay mucha poesía en Kafka"- pero en medio del ruido de la modernidad ha perdido su función primitiva: "Empezó siendo el único medio de comunicación. Era uno de sus grandes valores en la Edad Media. Ese espacio lo ocupa ahora la televisión. Si ésta ocupa todo el cerebro de la gente, será el triunfo del consumo sobre la reflexión".
"Lo que dicen los poetas sigue siendo importante", afirma Carlos Pardo, de 33 años y ganador del Premio de la Generación del 27 con Echado a perder (Visor). "Hay un margen que sólo puede llenar la poesía: el de la reflexión sobre el lenguaje, el de la música de las palabras. Esto último algunos lo encuentran también en las canciones, pero tampoco hay tanta diferencia", continúa Pardo, que además de escritor es coordinador de Cosmopoética, el festival de poesía de Córdoba -que este año celebró su quinto aniversario, con los premios Nobel Seamus Heaney y Dario Fo entre 200 autores-, uno de los referentes del género al lado de la Semana de Poesía de Barcelona y del Festival de Poesía de Medellín en Colombia. Los festivales, de hecho, se han convertido en la mejor prueba de que la poesía puede salir del gueto. "Lo bueno es que a las lecturas", cuenta Pardo, "viene gente desprejuiciada a escuchar a poetas a veces muy arriesgados. Y funciona". Eso sí, hay más espectadores que lectores. Superventas aparte, si vale la palabra, y atendiendo a las tiradas medias, Pardo calcula que hay en España alrededor de mil lectores-compradores puros de poesía: "A un festival va gente que no compra libros de poemas, pero el pesimismo no está justificado. Cada vez hay más lectores. Además, se ha roto el provincianismo. Cada vez se publica más poesía extranjera, y más latinoamericana".
La industria editorial española, en efecto, se está poniendo al día respecto a la lírica escrita en América Latina. Un fenómeno reciente. "Yo hice un curso en una universidad de Madrid en los años noventa y algunos profesores decían directamente que no les interesaba. Eso ha cambiado", recuerda la colombiana Piedad Bonnett, de 57 años, que en el transcurso del pasado festival VivAmérica presentó en España su libro Las herencias (Visor). Los herederos de César Vallejo y Pablo Neruda no son ya aves raras en el catálogo de las editoriales españolas. Algunos, no obstante, no son tan optimistas. Es el caso del poeta canario Andrés Sánchez Robayna, coautor junto a José Ángel Valente, el uruguayo Eduardo Milán y la peruana Blanca Varela de la antología Las ínsulas extrañas (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores), en la que Miguel Hernández convivía con Lezama Lima y Gil de Biedma con Ida Vitale porque el criterio de selección era la lengua española y no la nacionalidad: "Se edita, es cierto, pero dudo que los libros tengan incidencia real. Eso sí, estamos lejos de afianzar un espacio cultural hispánico al modo en que lo está, con una lengua menos fuerte hoy, la francofonía".
Uno de los incluidos en aquella antología, Tomás Segovia, es un buen exponente de esa cultura transatlántica. Nacido en Valencia hace 81 años, vivió en México durante décadas y ahora lo hace en España, donde acaba de recibir el Premio Internacional García Lorca. Según Segovia, el franquismo detuvo la poesía latinoamericana en los alrededores del modernismo para el lector español. "Hay mucho que recuperar", explica, "pero los nombres de poetas como Juan Gelman, Gonzalo Rojas o Eugenio Montejo empiezan ya a estar en boca de la gente". Respecto al futuro de la poesía, el autor de Siempre todavía (Pre-Textos) tampoco es pesimista: "Su valor numérico no se corresponde con su prestigio, que es enorme. ¿Que no la leen? Ya la leerán dentro de 200 años. La influencia de la poesía se extiende por contagio, cuerpo a cuerpo". -
José do Carmo Francisco

Da poesia, da oração, do amor e da morte
(texto lido recentemente em Madrid, na Casa da Galiza)

Os Estados existem com seus rituais, suas fronteiras e seus hinos mas as pessoas, sejam essas pessoas cidadãos ou súbditos, não se regem pela mesma norma.
Um exemplo: em Abril de 1897 disputou-se entre Madrid e Ávila o primeiro campeonato de Espanha de ciclismo de estrada, a prova que ficou conhecida como os «100 quilómetros de Ávila». Apesar de os favoritos serem oriundos de Réus, Valência e Torrijos, o vencedor foi José Bento Pessoa que veio com a sua bicicleta Raleigh duma cidade portuguesa chamada Figueira da Foz.
Outro exemplo: já em 1829 o pintor Bernardo López Piquer tinha registado em óleo sobre tela a figura de Maria Isabel de Bragança, portuguesa, mulher de Fernando VII, grande aficionada das Belas Artes e fundadora do Museu do Prado.
Serve este intróito para dizer que há aspectos na vida que fogem à rigidez das fronteiras sejam elas geográficas ou linguísticas. O Mundo é a nossa casa e embora haja nele cada vez mais ruído, mais indiferença e mais hostilidade, a poesia (tal como a oração) não desiste de se afirmar. O poeta (tal como o crente) junta de novo o que o silêncio, a distância ou o esquecimento (os outros nomes da morte) foram separando. O poema (tal como a oração) nasce de uma constatação infeliz porque o poeta sabe que o amor é sempre efémero enquanto a morte é sempre inevitável. Entre o precário do sentimento e o mais que certo destino do corpo, o poema é um grito de revolta contra a morte. Os primeiros poetas andavam de terra em terra e cantavam os seus poemas que eram apenas canções porque ainda não existia sequer a palavra literatura. Não precisavam de livros esses primitivos poetas tal como os crentes não precisam de mais nada para além das suas palavras ditas em voz baixa.
Num tempo que afirma o esplendor do ruído (basta entrar numa loja para sermos incomodados por uma impessoal música ambiente) a poesia (tal como a oração) reconduz a voz do ser humano ao que ela tem de mais puro, mais simples e mais fascinante – erguer com a fragilidade aparente da sua massa sonora uma barragem de amor contra a veloz e quotidiana opressão da morte. Nesta tarefa onde não há nem proporção nem harmonia, a poesia sabe (tal como a oração) que só o amor pode responder à morte. Mas é uma resposta sem volume nem quantificação. Porque para o amor não há medidas. Porque a única medida do amor é amar sem medida.
SOBRE A POESIA
(anotações)


O ser humano não consegue suportar a abstracção, porque ela é ou se aproxima do vazio. Do mesmo modo, um hiper-realismo é perigoso, porque se torna na outra face da abstracção total, reduzindo a capacidade de multiplicação de sentidos, inerente a qualquer verdadeira produção artística. Concreto e abstracto, real e irreal são conceitos impossíveis de contornar, difíceis de delimitar e de definir. Seja como for, rejeito qualquer forma artística que limite o enriquecimento do mundo, só edificável na multiplicação infinita de sentidos através da Arte.

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Tal como defendiam os cubistas, na poesia o importante não é narrar ou descrever o que vemos ou vivemos (a percepção, mesmo ficcionada, é sempre enganadora), mas introduzir, pelas palavras, uma quarta dimensão na realidade – a do pensamento –, seja ela transcendente ou de outra índole. Ao mundo (social, animal, objectual, humano) acrescenta-se outro mundo – que nasce do nosso conhecimento, empírico ou intuitivo, dessa realidade material ou imaterial, do nosso pensamento sobre o universo, da recepção irracional (?) da adesão de outros universos a esse mundo. A expressão – sem a qual nada existe ou se constrói – não se limita a imitar, a representar; exerce uma prospecção infinita sobre o sujeito escrevente, sobre o ambiente que o rodeia, quer exista quer não.

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Na Arte – logo, na Poesia – a realidade não deve ser representada, mas investigada e apresentada, seja uma realidade tangível/visível/material ou uma realidade intangível/invisível/espiritual. Sobretudo, concretizar o inefável e procurar a “espiritualidade” do mundo concreto. Concretizar o concreto ou espiritualizar o inefável é chover no molhado, empobrecendo a Arte.

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Uma realidade transcendente pode (e deve) concretizar-se em actos e símbolos mediadores, para favorecer a comunicação, isto é, a comunhão vertical e, de seguida, a horizontal. Não pode (nem deve) submeter-se à imanência, à matéria, à utilidade, ao poder autoritário: desaparece, passando antes pela explosão e/ou pela erosão. Religião, Arte, Poesia, Filosofia podem correr este risco – e correm-no todos os dias. Vale-lhes a heterodoxia dos vencidos...

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É preciso descalçar os poemas, mesmo que os pés sejam feios. Evite-se no entanto tirar as botas quando a falta de limpeza lançará para o leitor somente um intenso mau cheiro.

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A poesia é para comer (dizia, tanto quanto me lembro, Natália Correia). Logo, a poesia é um alimento. Nesta refeição espiritual, teremos contudo de comer obrigatoriamente apenas sopa (realismo, naturalismo, imanentismo...), por melhor que seja? E os pratos de peixe e de carne? Quem proclama que só a sopa é comestível e aceitável, quer reduzir os leitores à condição de utentes da “Sopa do Sidónio”, ou seja, da “Sopa dos Pobres”...

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Cada vez me repugna mais a cedência à erosão no entendimento poético. Já que as pessoas (quem?) não entendem a metáfora nem os símbolos, então temos de dar-lhes coisas “simples”, que de tão “simples” se tornam simplórias... Está a acontecer à poesia o mesmo que já sucedeu ao romance? Banalização?
Um novo paradigma? Duvido. Se for, caminha no mau sentido.

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Atracção-repulsa sempre que vou a uma livraria e me aproximo das estantes com livros de poesia. Medo do encontro e das suas limitações? Não. Percepção da periferia.

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Por que me sentirei cada vez mais enojado quando ouço ou leio as palavras “poesia” e “poeta”? Talvez por vê-las emporcalhadas, metidas no balde da grande confusão onde tanta gente (por ingenuidadade, por miopia, por relativismo ou por maldade) não consegue distinguir a merda do estrume. Que fazer? Não sei.

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Imaginar a partir da realidade e da sua leitura ou construir imagens apenas numa elaboração mental abstracta, desligada? Alguns querem obrigar-nos a escolher... Mas será preciso?

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Pratico uma arqueologia que me faz enquanto ser no espaço a que pertenço. Nomes, vestígios materiais, sabores, sentimentos – encontro de tudo enquanto escavo o mundo que me rodeia e o microcosmos que sou. Nada me pertence, mas tudo me pertence a partir do momento em que decido desvelar ou exumar o que antes estava escondido, adormecido, esquecido ou, mesmo, morto. Somos nós os agentes da descoberta e/ou da ressurreição possível – porque, como um dia escreveu Fernando Batalha, “a grande aventura é no interior que se desenrola”.

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Destilaria de milhares de leituras (muitas sem nada a ver com a poesia, outras bem longe dos livros ou da palavra escrita), a aguardente que deito do alambique, frouxa ou forte, é o resultado da fermentação e cozedura de sedimentos acumulados sobre a voz e sobre o pensamento.
Dívidas, tenho muitas – tantas sem saber a quem. Fora e dentro dos livros, sei que nunca conseguirei pagar os empréstimos contraídos voluntária ou involuntariamente.
Nem xamã nem periodista, aborrece-me sempre a monotonia das vias-rápidas e das auto-estradas. Tento caminhar por percursos variados e compósitos. E se gosto de deambular por praças e avenidas, sinto-me melhor quando percorro ruas e travessas, quando atravesso com vagar quelhas e veredas pouco frequentadas.
ALGUMAS PALAVRAS

A entrega do Prémio Nacional de Poesia "Sebastião da Gama" a Amadeu Baptista e o lançamento do livro galardoado, O Bosque Cintilante, decorreram no sábado passado em Azeitão, com assinalável dignidade. Aqui ficam as palavras que proferi na ocasião:


Poderia proferir – em nome do júri do Prémio Nacional de Poesia “Sebastião da Gama” – palavras de circunstância. No entanto, nem o poeta premiado – Amadeu Baptista –, nem a memória do autor de Serra-Mãe (e do outro grande vulto poético da Arrábida, Frei Agostinho da Cruz), nem a assistência o merecem. Palavras de circunstância diria se viesse afirmar ter sido muito difícil e demorado escolher entre os cento e trinta e um originais o merecedor do galardão. Tal informação não corresponderia, contudo, à verdade. Sentados à mesa, depois de aturada leitura de todas as colectâneas submetidas à apreciação dos jurados, em poucos minutos sobressaiu uma decisão unânime. Vergílio Alberto Vieira, José do Carmo Francisco e o subscritor destas frases não tiveram dúvidas quando verificaram que o livro intitulado O Bosque Cintilante (a que fora atribuído o número 24) era um incontestável ponto luminoso. A luz emanada do título correspondia (e corresponde) plenamente à eminência poética. Não fazíamos ideia do ser carnal que se ocultava por detrás do pseudónimo “Paganini”. (Lembrei na altura Ruy Belo, para quem a Poesia é feita de poemas e não de poetas...) Tínhamos no entanto inteira convicção de que a justiça estava do seu lado.
Amadeu Baptista – nome descoberto depois da abertura do envelope lacrado – não era desconhecido de nenhum de nós (nem deveria sê-lo de qualquer olhar clarividente sobre a poesia portuguesa contemporânea). Autor de dezassete livros de poemas e de uma excelente antologia pessoal recentemente publicada, vem rasgando desde 1982 uma das mais importantes vias de circulação sanguínea desse corpo (por vezes paradoxal) que é a literatura em língua portuguesa do nosso tempo. Não precisa dos meus elogios (a qualidade de quanto escreve e/ou publica vale por si), mas há verdades que devem ser repetidas, para que não percamos de vista, na selva de alheamento que envolve o mundo cultural e social que nos foi dado viver, os focos luminosos (aqueles que têm brilho próprio) – e os saibamos distinguir desses espelhos enganadores que apenas reflectem a luz alheia, nada produzindo de válido, mas conseguindo ainda assim ofuscar e desorientar quem tenta encontrar o seu caminho. É preciso sermos, como refere Cristo no Evangelho segundo Tomé, “puros como as pombas e astutos como serpentes”.
Num “país de poetas” que não lê os poetas, como escreveu um dia Alexandre O’ Neill, é urgente separar o ouro do latão dourado ou de outros metais sem nobreza que, mais cedo ou mais tarde, revelam o seu verdete ou a sua ferrugem. Versejar e escrever poesia não são a mesma coisa. A Poesia revela, desvela, ilumina, transfigura, religa, desencanta o Universo. Os versejadores (mesmo os mais hábeis ou bem relacionados) apenas mutilam, ocultam, obscurecem ou conspurcam a realidade tangível ou intangível que nos envolve.
Bem mais que a expressão do inefável / seja a expressão do amor a poesia”, afirma Amadeu Baptista num poema seu. Sebastião da Gama diria que “o segredo é amar”, porque “a nobreza da Poesia [...] está [...] [em] se procurar e se encontrar em todos os lugares em que se está”. Quem escreve precisa, no entanto, como referiu Agostinho da Silva num livro sobre Giacomo Leopardi, “que o meio de algum modo [lhe] favoreça a tarefa”. Estimulá-lo com um prémio é uma boa maneira de o fazer (porque o poeta, ser humano como todos os outros, também come, também se veste, também necessita de um tecto ou de viajar...), desde que esse prémio traga consigo não apenas a compensação monetária, mas sobretudo uma alavanca que faça avançar com maior força a leitura da matéria escrita.
A tarefa cabe a cada um de nós. Parece que ouço, neste momento final das minhas palavras, algo de semelhante a uma frase de Renoir sobre a pintura (desta vez sobre a poesia): “Se os poetas só podem ajudar a Poesia escrevendo-a o melhor que podem, aqueles que não sabem ou não conseguem levar a cabo essa tarefa, têm apenas uma coisa a fazer: leiam poemas, comprem livros de poesia, façam-na chegar a todos os cantos, sirvam-na com humildade e nunca, mas nunca, se sirvam dela.

Azeitão, 19/5/2007
PROSÉLITOS
DO NEONATURALISMO (4)


O proselitismo neonaturalista, na sua luta contra a “abstracção” (eufemismo que, como já vimos, esconde todo um conjunto de formas de expressão que não compactuam com a facilidade de leituras unívocas da realidade tangível que nos envolve, mas estruturam olhares infinitos sobre tudo quanto nos rodeia, visível ou invisível, existente ou imaginário, concreto ou abstracto), preocupa-se em atacar toda a poesia diferente da sua porque, alegadamente (como declarou Barreto Guimarães), “não comunica, não faz leitores, é um nado morto à partida”, uma vez que “só o autor sabe o que significam os seus poemas e, muitas vezes, nem eles próprios” (relevando no entanto deste “pecado” Herberto Helder porque, segundo escreveu há tempos Manuel de Freitas, a um “génio” “tudo se perdoa”).
Ecoa nestas e noutras atoardas a necessidade de uma poesia “ao serviço do povo”, defendida outrora pelo realismo socialista, pretexto invocado sempre que se tratava de nivelar por baixo e reduzir esse mesmo povo à indigência metal, facilmente manipulável. Numa época pós-moderna, cheiraria a bafio falar em “povo”, numa arte que “o povo entendesse”... Os objectivos podem ser até diferentes nos dias que correm, mas os fundamentos infelizmente são os mesmos. Em certos estômagos é muito pesado o ecumenismo poético, aquele que defende serem admissíveis todas as formas poéticas, desde que sirvam a palavra e não se sirvam dela, desde que transfigurem o mundo e não se limitem a devolvê-lo aos leitores tal qual o encontraram. Bem intencionados ou não, os propósitos de ontem e de hoje redundam num rebaixamento da capacidade de entendimento artístico, logo num empobrecimento mental dos sujeitos leitores que conduzirá, necessariamente, a uma maior alienação perante o mundo (físico, social ou espiritual) que os envolve.
Ninguém nega aos prosélitos neonaturalistas a liberdade de escreverem e publicarem poemas que se limitam à narração de episódios ou à descrição de cenários (embora consideremos que essa linha estética é na maior parte das vezes redutora e limitadora do desenvolvimento de potencialidades imaginativas e/ou racionais do ser humano). Temos no entanto o dever de denunciar a estratégia de “partido único” que vêm adoptando, ao tentarem queimar tudo quanto não reze pelo mesmo breviário, beneficiando umas vezes de um acesso privilegiado a certos areópagos para atacarem a liberdade criativa dos seus semelhantes, noutras ocasiões impedindo nos sítios certos a publicação de obras diferentes das suas ou então aproveitando a sua influência junto de certa comunicação social para escavarem um muro de silêncio em torno de propostas poéticas que os incomodam, não compreendem e/ou não querem compreender.
Há poucos anos uma escrevinhadora de narrativas sentimentais urbanas sem conteúdo afirmou num jornal que redigia os seus textos sem quaisquer exigências de estilo (ou de sintaxe, acrescentaria eu...) porque lhe interessava que todos compreendessem quanto escrevia (e, infelizmente, continua a escrever). Digamos, sem rodriguinhos: nivelou muito por baixo para vender os seus textículos, cuja melhor parte será a do papel em que foram impressos... Não acredito que, à semelhança desta produtora de pseudoliteratura, os prosélitos do neonaturalismo pretendam conscientemente instituir como via única na cultura portuguesa dos nossos dias uma poesia light (propósito, aliás, impossível de realizar, na medida em que poesia e ligeireza são realidades que mutuamente se excluem). Mas que disfarçam muito bem, lá isso disfarçam...
PROSÉLITOS DO NEONATURALISMO (3)

Poetas sem qualidades” – assim se auto-intitularam alguns neonaturalistas num esclarecedor livro colectivo, prefaciado por Manuel de Freitas –, com fragilidades detectadas em primeira mão pelo olhar lúcido do poeta e ensaísta Gastão Cruz, em artigo publicado na revista Relâmpago, revelam uma qualidade poética muito irregular, que vai de propostas válidas e interessantes a uma imitação mal disfarçada de modelos endógenos e exógenos. Curiosamente, são os poemas que mostram mais evidentes qualidades estilísticas – as que os jovens neonaturalistas e seus padrinhos afirmam rejeitar – aqueles cuja estrutura se mostra mais sólida e duradoura. Há, portanto, incongruências (felizmente insanáveis) entre a “teoria” propalada e a sua prática versificatória...
O que é grave neste anacrónico proselitismo neonaturalista não é, no entanto, a qualidade (ou falta dela) dos poemas assinados pelos seus apóstolos, mas as posições sectárias que vêm assumindo com um crescente descaramento, desejando pôr em prática uma estratégia de terra queimada, ao quererem achincalhar todas as demandas artísticas em torno da palavra escrita que não passem pela simples mimésis narrativa ou descritiva de um “real” que olham apenas pelo lado mais estritamente materialista. Como afirmaria José Régio, nesse “real” "há mais mundos..." Existe, sobretudo, uma multiplicidade de instrumentos artísticos e verbais de que o poeta pode e deve socorrer-se com liberdade para construir os seus textos.
Nisto tudo não são, porém, originais. Para além das influências nascidas fora de portas, que já apontámos, há semelhanças flagrantes entre as suas propostas fundamentalistas e as assumidas pelo realismo marxista que dominou uma parte substancial da literatura portuguesa no segundo e terceiro quartéis do século XX. Não fosse a (aparente?) ausência de enquadramento político-ideológico de teor marxista-leninista-estalinista, estaríamos na presença de um neo-neo-realismo ou realismo socialista recauchutado. Não é preciso muito esforço para encontrarmos semelhanças entre, por exemplo, alguns textos de Manuel de Freitas e os assinados por Álvaro Cunhal contra o autor de Poemas de Deus e do Diabo, numa polémica célebre dos anos ‘40.
Não terão talvez uma “angústia da influência”. Quiçá não terão até consciência dos elos que os ligam a essa parte da história da literatura portuguesa contemporânea, a esse braço do poder soviético que visava tornar a arte num instrumento ao serviço daquilo a que chamavam “luta de classes”. Há, de igual modo, um relativo desprezo pelos poetas que, nos últimos cento e cinquenta anos de poesia em língua portuguesa, sem serem sectários nem fundamentalistas, cultivaram um verdadeiro realismo, aquele que parte dos elementos concretos do universo e da vivência humana para os transfigurar através das palavras. Não consta que, para além de Joaquim Manuel Magalhães e de mais dois ou três nomes, reivindiquem abertamente as heranças de, por exemplo, Guilherme Braga, Cesário Verde, Irene Lisboa, Manuel da Fonseca, Vitorino Nemésio, Carlos de Oliveira, Nuno Guimarães, Ruy Belo, Armando Silva Carvalho, Carlos Garcia de Castro, Mário Cesariny, José do Carmo Francisco, Adélia Prado, João Candeias, Nicolau Saião, Ruy Cinatti ou Fernando Assis Pacheco. Seria bom que o fizessem, que os lessem e aprendessem algo com o seu realismo onírico, impressionista ou reflexivo. Reparariam que a roda, cuja invenção parecem querer reclamar, foi há muito inventada – e que todos quantos escrevemos fazemos parte de uma corrida de estafetas; recebemos um testemunho que deveremos transmitir muito melhorado. Se assim não for, não vale a pena. Chegariam ainda à conclusão de que quem deseja reinventar a roda, que é redonda, corre o risco de fazê-la quadrada...
Se lessem com frequência, por exemplo, Ruy Belo, teriam de concordar nomeadamente que toda a verdadeira palavra poética é “abstracta” porque “universal”, e que sem esse universalismo nunca poderá existir uma verdadeira polissemia, condição indispensável para a transfiguração verbal (logo, existencial) contida na multiplicação de sentidos que confere ao leitor uma inteira liberdade de interpretação e de pensamento.

(continua)
PROSÉLITOS
DO NEONATURALISMO (2)

João Luís Barreto Guimarães não foi o primeiro autor a atacar aquilo a que chamou a "poesia abstracta" - nem será, decerto, o último a fazê-lo. Infelizmente, o desdém nunca tem sido suficientemente claro para que entendamos o que pensam ser a tal abstracção poética. Partindo do princípio de que não confundem conceitos tão diferentes quanto os de "abstracção", "hermetismo", "surrealidade" ou "simbolismo", então os prosélitos desta batalha têm produzido juízos propositadamente ambíguos, ferramentas propícias para lançarem o anátema sobre todas as formas poéticas que não partilhem do neonaturalismo (expressão feliz de Levi Condinho) que vêm adoptando como veículo dos seus poemas. Alguns dos recém-convertidos não hesitam mesmo em repudiar pela calada várias obras suas, como por exemplo o supracitado autor de Rua 31 de Fevereiro, subscritor no início da sua deambulação pela república das letras de três bons livros que, nos seus critérios, podem ser considerados "abstractos"...
Este proselitismo neonaturalista - revestido sempre de boas intenções ("generosas", como diriam os sequazes mais ortodoxos do neo-realismo militante dos anos '40 - '50) - vem sendo agarrado (ou reinventado) pelos chamados "poetas sem qualidades", integrados num apostolado falsamente realista que tem como guru Joaquim Manuel Magalhães, mas, no fundo, bem no fundo, se reveste de um subreptício epigonismo de certas linhas mais facilitistas de alguma poesia anglo-saxónica e da "poesia da experiência" hoje divulgada e fabricada nalguns meios espanhóis.

(continua)
PROSÉLITOS DO NEONATURALISMO (1)

De vez em quando surge nas discussões aparentemente poéticas o tema da abstracção.
O repúdio por esta - ultimamente expresso por João Luís Barreto Guimarães nas "Correntes" poveiras, conforme relatou o Diário de Notícias de 10 de Fevereiro - leva no entanto água no bico.
Ao contrário do que parece, esta posição constitui um ataque contra toda a poesia que não use uma linguagem neonaturalista, pois se virmos bem são muito poucos os verdadeiros exemplos de abstracção poética que, mesmo assim, só existem negativamente quando constituem um estéril jogo verbal.
Fora da abstracção estão as linguagens hermética e simbólicas e a reflexão sobre realidades imateriais, intangíveis ou enigmáticas, reveladoras de uma aproximação ao concreto muito mais intensa do que se pensa.
Mas lembremos Vitorino Nemésio. Nem concreto nem abstracto são propriamente poesia...