Un rincón para detenerse con buen clima en general. Como en todos los sitios, acá no faltarán los nubarrones, pero con que pasen, ¡todo en su lugar!



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jueves, 17 de octubre de 2013

Casi la despedida

Todas las cosas tienen un final y mi larga estadía en Alemania también. Espero regresar pronto pues, aunque no viviría acá por gusto, sí se me va haciendo cada vez más familiar y dejar la familia siempre es un desgarro. No es la excepción ahora.

Me he puesto la chaqueta, un panuelo de colores al cuello, la cámara en los bolsillos y el celular e identificación en un bolso y he salido a dar vueltas para llenarme los ojos con este lindo otono mientras el vientecito movía las hojas y mi panuelo volaba. Era muy rico ese aire algo frío.

En mis paseos no podía faltar una visita al cementerio, esta vez fue al nuevo de Ludwigsburg, abajo de la colina, y caminé por senderos al azar mirando con atención las lápidas que hablan tanto de la historia de cualquier lugar y vaya que hay historias que contar ahí, si los muertos hablaran, como estas tumbas que dejaré acá:

Este matrimonio enterrado en esta tumba perdió dos hijos "en el Este", es decir algo así como la Rusia y sus satélites de esa horrible época. DOS hijos perdidos: Helmut y Gerhard .... Dios santo qué tristeza.


Dona Clara Frohmüller quedó viuda temprano, a los 42 anos. Su marido murió a los 50 y casi con seguridad luchó en la Primera Guerra Mundial de 1914. Edad tenía para ello.  Su hijo Fritz desapareció a los 25 anos casi al final de la Segunda Gran Guerra. Dona Clara debió prguntarse por 33 eternos anos qué habrá sido de ese hijo. Yo también me lo pregunto.


Para terminar con algo más lindo, Qué les parece esta cuidada tumba? Pienso que representa una menorah, ese candelabro judío. Está hecha de un modo tan artístico que no pude dejar de mostrarla. Se me olvidó el nombre del homenajeado. Lo siento.

Quizás no se aprecie bien, pero donde se acumulan las hojas secas son cortes en la lápida, cada vez más arriba y hacia atrás, hasta dar este resultado precioso.

jueves, 19 de septiembre de 2013

Cementerio judío en Alemania

He cumplido un viejo anhelo: he visitado un cementerio judío y lo he hecho en Alemania. Fue una coincidencia que me estremeció por la alta carga simbólica e histórica que tiene un sitio así en un lugar como éste.

Acompané a mi hija a un control prenatal a la maternidad donde nacerá mi nieto Thomas y al pasar había un letrero senalando la existencia de un cercano y muy pequeno cementerio al lado de una sinagoga sobria. Había un instructivo sobre el modo de visitar ese sagrado lugar correctamente: los hombres con la cabeza cubierta (las mujeres no lo sé) y que al salir nos laváramos las manos, cosa que hicimos. También había una placa conmemorativa de las víctimas del Holocausto.

Me sorprendió que las lápidas estuvieran todas para el mismo lado - no tengo idea cual sería; en Chile sí me ubicaría- y que se pareciera tanto a los cementerios generales de mayoría cristiana que hay por todos lados acá y que por lo general también son pequenos. Yo sabía de la preciosa costumbre de dejar piedras en vez de flores, pero también había abundantes floreros sobre las tumbas junto con las piedras que me desilusionaron por ser chicas. Creo que yo llevaría una gran piedrota del porte de mi puno, por lo menos.

Todo el lugar era bastante nuevo, por razones conocidas, y había un sector de lápidas chicas con nombres carinosos que presumimos que eran de ninos. No quise sacar fotos por respeto y por no conocer las costumbres de nuestros "hermanos mayores en la fe" como los llamaba Juan Pablo II.

Hará unos 4 anos había visitado un gran cementerio de Stuttgart, el Prag, que tiene un sector judío que fue profanado en tiempos tremendos  y luego se ha intentado reparar el dano, pero no dejan visitarlo y sólo lo vi por fuera con la frustración entonces de no poder recorrerlo. Esas tumbas sí que son viejas, testigos de la antigua cultura judía inmersa en el mundo occidental.

Que descansen en paz

martes, 8 de mayo de 2012

Comprando sepulturas



En La Buena Tierra, libro de la Premio Nobel Pearl Buck, el protagonista compra su ataúd y lo pone muy cerca de si en su casa para que cuando llegue la hora todo esté preparado para una digna sepultura. Le servía de consuelo el tenerlo de antemano. Era una especie de orgullo también, por eso compró uno muy bueno. No por tenerlo se quería morir, pero el hombre era muy pragmático y previsor y no hay ningún misterio en que todos y cada uno nos vamos a morir cuando Dios diga ¡basta!

Mi abuela construyó un  mausoleo para 24 huéspedes -más una huesera para reducciones- en el que tenemos derecho a sepultura todos sus descendientes hasta la generación de mis hijos con sus respectivos cónyuges. Mis nietos ya deben pagar su derecho para sepultarse ahí, y espero no verlo nunca. Lo que ella no previó es que casi nadie de las nuevas generaciones se ha enterrado ahí, porque no nos hemos muerto (jeje) y porque entre otras cosas tenemos otros mausoleos en otras ciudades y últimamente los llamados cementerios parques han ido alejando a los usuarios tradicionales de los viejos camposantos. Son lejos más lindos y nadie dice en voz alta que además ayudan a olvidar el motivo porque existen: la "pelá".  En todo caso yo la tengo muy en cuenta; sería muy tonto no hacerlo así.

Mañana tengo cita con una promotora de ventas del Parque del Recuerdo para ver la posible compra de dos apartamentos con vista al parque pensando en mi marido y para mi, pero en el columbario, o sea un sitio especial para las urnas pequeñas de las personas cremadas, porque eso es lo que deseamos que hagan conmigo y con mi viejo, porque queremos pasar juntos toda la eternidad.

P.S: Lo de buscar un columbario que pudiera ser el del Parque del Recuerdo se debe también a que las cenizas de nuestra tía Olga, depositadas en el mausoleo del Cementerio General de Santiago se las robaron con su urnita y los floreros que tenía mi abuela ahí.

Algo de mí

Mi foto
Vitacura, Santiago de Chile, Chile
Mujer, hija, esposa, madre, y como consecuencia, ahora soy abuela de Sofía,Isabel y Juanito, por el momento, mientras llegan los demás que están en la mente de Dios. Tengo 5 hijos, uno de ellos es sacerdote católico. Una bendición inmerecida. Mi apodo bloguero de AleMamá se lo debo a mi yerno. Para distinguirme de su esposa llamada como yo (y no por culpa mía) comenzó a llamarme así. Muchos me lo escriben como "Alemana", pero no, se trata de Ale, como apócope de Alejandra, y mamá por el mejor papel que la vida me ha dado, el de esposa y madre. Soy chilena, católica, y con la cultura occidental muy metida en el alma. Me interesa la tecnología y la ciencia al servicio del hombre, considerando la Ley de Dios siempre, siempre, siempre.

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