Esta receta de galletas de avena y semillas podría parecer la versión "sin" definitiva, pero mi intención no era subirme esta vez al carro de la moda saludable -o de lo pretendidamente saludable-. Es que, sencillamente, las oatcakes son muy simples porque tienen un origen humilde. Y nos demuestra una vez más que de la necesidad han salido cosas fantásticas que hoy podemos recuperar, y reinterpretar un poco.
Porque está muy bien eso de defender LA receta tradicional, genuina y auténtica, "como debe ser", de cualquier elaboración. Pero se nos olvida muchas veces que no existe una única versión válida, inmutable o universal. Que platos antiguos que recordamos de nuestras abuelas a veces salieron del paquete de arroz de aquella época, o vienen de unos años en los que se cocina así porque no había otra cosa. La nostalgia es válida y creo firmemente en la necesidad de investigar e indagar en nuestro pasado gastronómico, siempre que no sea para ofendernos con las propuestas del presente.
Estoy soltando reflexiones sobre la marcha; disculpadme por divagar. Pero llevo rumiando cierto malestar con algunos temas desde hace ya tiempo, y las redes no me lo ponen fácil. Por desgracia todo el mundo se vuelve opinador profesional detrás de una pantalla, y se ve que ahora solo interesa ofenderse, atacar y enfrascarse en un cerramiento mental que impide ver más allá del ombligo de uno mismo. Con lo bonito que es el diálogo, conocer otras propuestas, puntos de vista y culturas, intercambiar experiencias y conocimientos, abrirse a nuevas ideas... En fin, seré yo la ingenua.
Vuelvo a las galletas. Se llaman oatcakes, sí, pero no tienen nada de tarta o pastel. Ya sabemos que el vocabulario gastronómico es confuso y el mundo anglosajón muy amplio y variado. Hay pancakes que parecen crêpes, no todos los muffins son dulces y esponjosos y una biscuit de Londres no tiene nada que ver con otra de Kentucky.
Estas galletas proceden de la tradición escocesa, de cuya cocina yo diría que todo el mundo conoce, básicamente, la avena. Lleva ya años de "moda" o totalmente normalizada en nuestro país, reconvertida a ingrediente supersónico y favorito entre deportistas, gente fit y dietas varias. Pero sobre todo, es un cereal muy humilde que ha salvado la vida a muchas personas en tiempos de carestía.
En Gran Bretaña hay todo un mundo de variedades de avena -yo lo he comprobado en supermercados destinados a turistas británicos en Murcia-, con copos de diferente grosor, el cereal entero, machacado, molido a la piedra, más grueso o más fino, de cocción rápida, instantánea, en harina... Lo maravilloso que tiene es su versatilidad, y que puede ser un alimento de larga conservación muy fácilmente transportable, pues se convierte en comestible con muy poca cosa. Y está muy rica.
Mi receta está ligeramente modificada de este blog, guardada hace mil años, esperando a que por fin me acordara de probarla. Me ha encantado y pienso repetirla con mucha frecuencia, pues es sencillísima, rápida y admite muchas modificaciones. Son galletas sin azúcar ni edulcorantes, más crujientes si las dejas más finitas, que se pueden aderezar con especias o enriquecer con semillas y frutos secos. Yo he añadido semillas de alcaravea, Kümmel en alemán, muy típicas en la panadería centroeuropea y que combinan de miedo con quesos, una forma deliciosa de disfrutar de estas pastas. Pero tiene un sabor fuerte que no gusta a todo el mundo, así que las podéis omitir. Obviamente, el bote de semillas que veis en la foto tenía que comprarlo cuando lo vi en Alemania el año pasado.
Oatcakes o galletas de avena y semillas
Receta adaptada de Traficantes de sabores
Ingredientes para unas 30-45 unidades (dependiendo del tamaño y grosor)
- 140 g de copos de avena finos
- 140 g de harina de avena (o copos molidos caseros, mejor si queda algo gruesa)
- una pizca de sal
- un golpe de pimienta negra recién molida
- semillas de alcaravea (NO es comino, pero el comino común también sirve, si nos gusta)
- semillas de chía
- semillas de lino/amapola/sésamo...
- 30 g de "mantequilla" vegetal atemperada (he usado I cant't believe it's not butter, pero se puede usar cualquier equivalente o mantequilla normal) o unos 60-65 g de aceite (el aceite no tiene agua)
- 280 g de agua hirviendo
Precalentar el horno a 180ºC y preparar un par de bandejas con papel sulfurizado, lámina de silicona o, sencillamente, engrasarlas con aceite o mantequilla.
Combinar en un recipiente la avena con la sal, las especias y todas las semillas que nos apetezcan al gusto. Agregar la grasa elegida y mezclar groseramente.
Poner el agua a calentar y, cuando rompa a hervir, echar sobre la masa. Mezclar con un cucharón grande al principio y después amasar a mano. Debería quedar una masa húmeda pero maleable, nada pegajosa. Ajustar la cantidad de líquidos/secos si fuera necesario.
Estirar con ayuda de un rodillo, sobre papel sulfurizado de horno si se nos pega un poco. A mí me quedó perfecta, pero os puede ayudar usar otra hoja de papel encima para evitar que se adhiera al rodillo.
Dejar el grosor que se prefiera, entre 2 y 6 mm; cuanto más finas, más crujientes (y más unidades). Recortar galletas redondas o cuadradas y repartir en las bandejas. No crecen, se pueden arrejuntar (sin tocarse).
Terminar la masa y hornear hasta que estén doraditas. Yo he probado varios tiempos y grosores; tostaditas quedan muy ricas pero es fácil pasarse y que se churrusquen. Cuando empiezan a coger color, si no son muy gruesas, ya quedarán crujientes.
Dejar enfriar completamente sobre una rejilla antes de guardarlas en un recipiente hermético.
Receta adaptada de Traficantes de sabores
Ingredientes para unas 30-45 unidades (dependiendo del tamaño y grosor)
- 140 g de copos de avena finos
- 140 g de harina de avena (o copos molidos caseros, mejor si queda algo gruesa)
- una pizca de sal
- un golpe de pimienta negra recién molida
- semillas de alcaravea (NO es comino, pero el comino común también sirve, si nos gusta)
- semillas de chía
- semillas de lino/amapola/sésamo...
- 30 g de "mantequilla" vegetal atemperada (he usado I cant't believe it's not butter, pero se puede usar cualquier equivalente o mantequilla normal) o unos 60-65 g de aceite (el aceite no tiene agua)
- 280 g de agua hirviendo
Precalentar el horno a 180ºC y preparar un par de bandejas con papel sulfurizado, lámina de silicona o, sencillamente, engrasarlas con aceite o mantequilla.
Combinar en un recipiente la avena con la sal, las especias y todas las semillas que nos apetezcan al gusto. Agregar la grasa elegida y mezclar groseramente.
Poner el agua a calentar y, cuando rompa a hervir, echar sobre la masa. Mezclar con un cucharón grande al principio y después amasar a mano. Debería quedar una masa húmeda pero maleable, nada pegajosa. Ajustar la cantidad de líquidos/secos si fuera necesario.
Estirar con ayuda de un rodillo, sobre papel sulfurizado de horno si se nos pega un poco. A mí me quedó perfecta, pero os puede ayudar usar otra hoja de papel encima para evitar que se adhiera al rodillo.
Dejar el grosor que se prefiera, entre 2 y 6 mm; cuanto más finas, más crujientes (y más unidades). Recortar galletas redondas o cuadradas y repartir en las bandejas. No crecen, se pueden arrejuntar (sin tocarse).
Terminar la masa y hornear hasta que estén doraditas. Yo he probado varios tiempos y grosores; tostaditas quedan muy ricas pero es fácil pasarse y que se churrusquen. Cuando empiezan a coger color, si no son muy gruesas, ya quedarán crujientes.
Dejar enfriar completamente sobre una rejilla antes de guardarlas en un recipiente hermético.
Tengo que decir que estas galletas de avena están buenísimas con queso y fruta fresca, mermelada o paté, aunque la mayoría las estoy devorando por sí solas con un té a media tarde, o después de cenar viendo alguna serie en el sofá. Con una chimenea y lluvia por la ventana seguro que saben aún mejor.