Parece mentira, pero tengo muchísimas ganas de empezar de nuevo las clases de alemán. El lunes que viene vuelvo a la Escuela Oficial de Idiomas a enfrentarme al curso que más miedo me da, el que me dará el B2 si logro superarlo. El nivel avanzado me aterra más, claro, pero mi meta original cuando empecé fue conseguir el título intermedio oficial, que no es moco de pavo. Acabé tan machacada tras los exámenes que me temo que apenas he repasado nada, pero al menos he cogido la costumbre de ponerme la radio alemana o algún programa infantil de fondo, cuando estoy cocinando, limpiando o editando fotos. No es que me entere mucho de todo, pero simplemente escuchar un idioma con regularidad ayuda bastante. Eso sí, he aprendido rápidamente la palabra germana para "refugiados": Flüchtlinge. Ay, cómo está el mundo...
No me quiero liar mucho que la receta de hoy la traigo in extremis, para variar. Nuestro querido y Manu CatMan cumple nada menos que cinco añazos en la blogosfera - aunque bien pensado, me parecen pocos, es tan famoso que parece que lleve ahí toda la vida! :) - y ha querido celebrarlo organizando un concurso con recetas saludables: #comesanoCUÍDATE. El plazo termina mañana, por eso decía que casi no llego, si es que me organizo fatal ^_^U. Pero como le tengo cariño y yo también quiero cocinar más sano este curso, tenía que participar. Y cuando digo "sano" quiero decir más "nutritivo", no simplemente recetas ligeras. Ahora que llega el fresquito es la época perfecta para disfrutar de las legumbres en todo su esplendor, porque, seamos sinceros, por muy ricas que estén en ensaladas nada supera un buen plato de cuchara.
Desde que vivo en Madrid he cogido mucha afición a las alubias o judías rojas y pintas, quizá porque en Murcia somos más aficionados a los garbanzos, alubias blancas y lentejas. En este caso he terminado los últimos caricos, una variedad típica de Cantabria que me conquistó cuando estuve por allí y que lamento no poder encontrar tan fácilmente aquí. Son pequeñitas, muy rojas, y tienen una textura mantecosa de-li-cio-sa. La receta es como esta entrada, algo improvisada y con prisas, y menos mal que la olla express u olla rápida me ha sacado del apuro. Dejando las legumbres a remojo la noche antes me ha dado tiempo a dejar la comida hecha antes de que el elfo se fuera al trabajo, con su tupper calentico. Si me hubiera organizado mejor las habría hecho al modo chup-chup el día antes, pero no se puede tener todo en esta vida.
¡Ah! Es un plato vegano, ligero y con poquísima grasa. Casi nada, de hecho. Pero salieron buenísimas.
Alubias rojas guisadas en olla express/olla rápida
Receta ideada por mí
Ingredientes aproximados para 2 buenas raciones
- 220 g de alubias rojas en seco (caricos, en este caso)
- 2 zanahorias pequeñas
- 1 cebolleta o 1/2 cebolla
- 1 apio
- 1 puerro pequeño
- opcional: nabo, un pedazo de calabaza, un pimiento verde pequeño...
- pimentón dulce
- comino molido
- ajo granulado
- unas hojas de alga kombu (opcional)
- vinagre de Jerez
- agua o caldo (he aprovechado una parte de agua de asar calabaza)
- aceite de oliva virgen extra
- sal
- perejil fresco picado para servir
Lavar las alubias y poner a remojo en agua fría la noche antes. Escurrir y poner en la olla express. Lavar las verduras y trocear. Añadir a la olla, sazonar con las especias y un poco de sal al gusto. Añadir un poco de vinagre, las algas, un poco de aceite de oliva y cubrir con agua o caldo. Remover y tapar.
Calentar a temperatura máxima hasta que empiece a salir el vapor de la olla. Bajar el fuego a una potencia media-baja y cocinar durante unos 25-30 minutos, dependiendo del tipo de alubia. Abrir con cuidado siguiendo el procedimiento habitual de la olla rápida y comprobar el punto de las alubias.
Sacar la cebolla, el apio, una zanahoria y demás verduras, si se han añadido. Desechar el alga. Triturar las verduras con unas pocas alubias y caldo, hasta tener un puré. Devolverlo a la olla y mezclar todo muy bien para que se incorporen al guiso. Probar el punto de sal y añadir aceite en crudo si se desea antes de servir con perejil al gusto.
-------
Este método de triturar las verduras, o parte de ellas, para añadirlas a las alubias es estupendo para los menos aficionados a los vegetales, y además aportan una textura mucho más rica al guiso, dejándolo cremosito y más digestivo. Un puntito de pimentón picante también le va bien.
Ahora sólo hace falta que haga frío de verdad para disfrutar bien de estos guisos y potajes ;).
29 septiembre, 2015
27 septiembre, 2015
Viajando - Norte de Portugal: Ponte de Lima y Viana do Castelo
Tras la parada - accidentada - en Zamora, seguimos rumbo a nuestro país vecino vía Galicia. Me gustó la ruta, montañas arriba, lástima por las zonas de bosque que han sufrido incendios en los últimos veranos, pero que poco a poco se van recuperando. Nuestro destino era Fafe, una ciudad al norte de Portugal que no conocíamos de nada pero que se convirtió en nuestro centro de operaciones durante una semana. Fuimos un poco a la aventura, porque mi padre simplemente quería una casa rural en un lugar apartado y tranquilo, pensando en el norte portugués o el sur gallego, y cuando consiguió encontrar un lugar libre en las fechas que necesitábamos, no lo pensamos mucho más. Teníamos que haber empezado la búsqueda semanas antes, pero al final tuvimos mucha suerte.
La zona la conocíamos un poco por nuestra anterior estancia en Oporto - no me cansaré de recomendar su visita -. Hicimos alguna excursión por los alrededores, así que el paisaje y el ambiente nos atraía bastante. Sin ser un nido de turistas, es una zona muy agradable con bonitos paisajes, cerca del mar, con muchos pueblos encantadores y un rico patrimonio cultural y natural. Y se come de maravilla, además. Os quiero enseñar la casa donde estuvimos porque quedamos encantados, pero lo dejaré para otro post. Hoy simplemente traigo un paseo virtual por dos localidades muy recomendables para visitar en un buen día de verano.
Ponte de Lima es una villa pequeña pero con mucho encanto, con un centro antiguo y una zona perfectamente acondicionada para recibir a turistas y visitantes, pues pasear por sus calles y sus zonas naturales es muy agradable. Es la ciudad más antigua de Portugal y por tanto tiene una rica historia que se manifiesta en monumentos, museos, festivales y demás. El nombe lo recibe del puente de origen romano que cruza el río Lima, cuyas riberas tienen bien aprovechadas para el disfrute de la población, especialmente en verano.
Llegamos a media mañana, dejamos el coche en un parking y tomamos tranquilamente un café con uno de esos deliciosos pasteles portugueses que se pueden encontrar en cada esquina. Por cierto, ¡qué buen café y qué precios! Ni en las terrazas de las ciudades más turísticas nos llegaron a cobrar nada que se pudiera acercar al precio normal de un bar cutre en España, incluyendo los pasteles. El aparcamiento también fue increíblemente barato, por cierto.
Por cierto, toda la zona es conocida por el llamado vino verde, y es muy recomendable buscar una de las tiendas estilo colmado que venden botellas de buena calidad a precios más que aceptables. Mi padre lo tenía clarísimo y no se le olvidó cargar bien el maletero con un par de cajas. Es otra cosa que me gustó de Ponte de Lima, a pesar de ser un punto de atracción para turistas todavía sobreviven comerciones de esos de toda la vida, con muchas panaderías que huelen al trabajo de varias generaciones y tiendas de comestibles de esas en las que puedes encontrar de todo.
Los portugueses empezaban a sentarse a comer cuando nosotros salimos en dirección a la cercana Viana do Castelo, junto al mar. Es una ciudad más grande que se extiende al sur del Monte de Santa Lucía, donde hay un santuario. Se trata de una localidad de pescadores que creció gracias al comercio internacional, sobre todo con Brasil. El centro histórico está muy bien conservado y es uno de los más bonitos de la zona, muy agradable para pasear y visitar algunos de los puntos de interés. El prolema que tuvimos nosotros fue llegar justo en pleno colofón de las fiestas locales, así que estaba a tope de gente, con música sonando por altavoces por todas las calles, desfiles de gigantes y cabezudos, peñas folclóricas con sus casetas, y demás.
Nos costó un poco encontrar mesa para comer porque llegamos ya a hora española y estaba todo a tope, pero al final conseguimos una mesa en una calle tranquila cerca del puerto, y disfrutamos de, cómo no, un buen plato de bacalao. En este caso una especialidad muy conocida, bacalhau à minhota, con patatas, cebolla y pimiento. Fue lo más práctico, porque lo pides para X comensales y así llega una gran fuente burbujeante de la que todo el mundo se sirve. Las patatas van fritas antes de unirse a los demás ingredientes en el horno, y estaban deliciosas, nada grasientas, crujientes y ligeras. Pero el pescado era otro asunto, me supo a gloria. Tenía un antojo de bacalao que no me podía aguantar.
Hablando de antojos, quería un helado - hacía calorcico, pero soportable -, y ¡no encontramos ni una heladería! Me pareció rarísimo, al ser verano, ciudad turística, junto al mar... pero ni una. Eso sí, decenas de pastelerías con innumerables dulces y pastas. Helados, solamente los de marca, pero no era lo que buscaba. Por cierto, tampoco vimos ni una sola tienda de yogur helado en todo el viaje.
En fin, bajamos la comida paseando por el mercadillo del puerto y luego subimos en funicular al Monte de Santa Luzía, donde hay un bar agradable, una basílica neobizantina, restos arqueológicos y unas vistas estupendas. Y yo me tuve que contentar con un polo de Frigo.
La zona la conocíamos un poco por nuestra anterior estancia en Oporto - no me cansaré de recomendar su visita -. Hicimos alguna excursión por los alrededores, así que el paisaje y el ambiente nos atraía bastante. Sin ser un nido de turistas, es una zona muy agradable con bonitos paisajes, cerca del mar, con muchos pueblos encantadores y un rico patrimonio cultural y natural. Y se come de maravilla, además. Os quiero enseñar la casa donde estuvimos porque quedamos encantados, pero lo dejaré para otro post. Hoy simplemente traigo un paseo virtual por dos localidades muy recomendables para visitar en un buen día de verano.
Ponte de Lima es una villa pequeña pero con mucho encanto, con un centro antiguo y una zona perfectamente acondicionada para recibir a turistas y visitantes, pues pasear por sus calles y sus zonas naturales es muy agradable. Es la ciudad más antigua de Portugal y por tanto tiene una rica historia que se manifiesta en monumentos, museos, festivales y demás. El nombe lo recibe del puente de origen romano que cruza el río Lima, cuyas riberas tienen bien aprovechadas para el disfrute de la población, especialmente en verano.
Llegamos a media mañana, dejamos el coche en un parking y tomamos tranquilamente un café con uno de esos deliciosos pasteles portugueses que se pueden encontrar en cada esquina. Por cierto, ¡qué buen café y qué precios! Ni en las terrazas de las ciudades más turísticas nos llegaron a cobrar nada que se pudiera acercar al precio normal de un bar cutre en España, incluyendo los pasteles. El aparcamiento también fue increíblemente barato, por cierto.
Por cierto, toda la zona es conocida por el llamado vino verde, y es muy recomendable buscar una de las tiendas estilo colmado que venden botellas de buena calidad a precios más que aceptables. Mi padre lo tenía clarísimo y no se le olvidó cargar bien el maletero con un par de cajas. Es otra cosa que me gustó de Ponte de Lima, a pesar de ser un punto de atracción para turistas todavía sobreviven comerciones de esos de toda la vida, con muchas panaderías que huelen al trabajo de varias generaciones y tiendas de comestibles de esas en las que puedes encontrar de todo.
Los portugueses empezaban a sentarse a comer cuando nosotros salimos en dirección a la cercana Viana do Castelo, junto al mar. Es una ciudad más grande que se extiende al sur del Monte de Santa Lucía, donde hay un santuario. Se trata de una localidad de pescadores que creció gracias al comercio internacional, sobre todo con Brasil. El centro histórico está muy bien conservado y es uno de los más bonitos de la zona, muy agradable para pasear y visitar algunos de los puntos de interés. El prolema que tuvimos nosotros fue llegar justo en pleno colofón de las fiestas locales, así que estaba a tope de gente, con música sonando por altavoces por todas las calles, desfiles de gigantes y cabezudos, peñas folclóricas con sus casetas, y demás.
Nos costó un poco encontrar mesa para comer porque llegamos ya a hora española y estaba todo a tope, pero al final conseguimos una mesa en una calle tranquila cerca del puerto, y disfrutamos de, cómo no, un buen plato de bacalao. En este caso una especialidad muy conocida, bacalhau à minhota, con patatas, cebolla y pimiento. Fue lo más práctico, porque lo pides para X comensales y así llega una gran fuente burbujeante de la que todo el mundo se sirve. Las patatas van fritas antes de unirse a los demás ingredientes en el horno, y estaban deliciosas, nada grasientas, crujientes y ligeras. Pero el pescado era otro asunto, me supo a gloria. Tenía un antojo de bacalao que no me podía aguantar.
Hablando de antojos, quería un helado - hacía calorcico, pero soportable -, y ¡no encontramos ni una heladería! Me pareció rarísimo, al ser verano, ciudad turística, junto al mar... pero ni una. Eso sí, decenas de pastelerías con innumerables dulces y pastas. Helados, solamente los de marca, pero no era lo que buscaba. Por cierto, tampoco vimos ni una sola tienda de yogur helado en todo el viaje.
En fin, bajamos la comida paseando por el mercadillo del puerto y luego subimos en funicular al Monte de Santa Luzía, donde hay un bar agradable, una basílica neobizantina, restos arqueológicos y unas vistas estupendas. Y yo me tuve que contentar con un polo de Frigo.
24 septiembre, 2015
Mermelada de melocotón al tomillo [Conservas caseras con Ventanas Verdes]
Ya es oficialmente otoño y por eso hoy me he levantado un poquito más feliz. Todavía hace falta que bajen más las temperaturas, que lleguen al mercado todos los productos típicos de temporada y que el suelo se llene de remolinos de hojas de todos los colores, pero al menos la palabra "verano" ya se quedó atrás. Como ya he comentado varias veces, Murcia realmente no tiene otoño - al menos, no como yo lo concibo -, pero Madrid sí, y pienso disfrutarlo muchísimo. Pero antes de todo eso merece la pena conservar un pedazo del verano en botes para la despensa, por eso un año más en Ventanas Verdes volvemos al curso con nuevas propuestas para hacer conservas caseras.
Hemos pasado un estío disfrutando de esa maravillosa fruta y con la mejor temporada de verduras y hortalizas, pero aunque ya estemos algo cansados de ellas siempre es una buena inversión dedicar un día a envasar en vinagre, almíbar, aceite, encurtidos, mermeladas, compotas y demás. En agosto mi madre y sus primas ya hicieron la habitual "tomatada", con kilos y kilos de tomate en conserva - al natural y frito -, y a mí me gusta preparar alguna mermelada en esta época. Casi se me pasa, porque está siendo una vuelta al cole algo caótica, pero menos mal que mis ventanitas me dieron el empujón que necesitaba.
A pesar de que en nuestro grupo apostamos por ofrecer recetas más saludables, reconozco que las mermeladas, como concepto, van cargadas de azúcar. Me hubiera gustado ofrecer una alternativa más ligera pero no he tenido mucho tiempo de investigar y experimentar, así que he seguido mi procedimiento habitual. Al fin y al cabo, creo que siempre es mejor una conserva casera que comprada, pues recuperar esas costumbres hogareñas y apostar por lo casero es otra de las filosofías de Ventanas Verdes. Eso sí, mis compañeras tienen propuestas mucho más interesantes, ¡no os las perdáis!
Mermelada de melocotón al tomillo
Receta ideada por mí
Ingredientes para unos 4-6 tarros, dependiendo del tamaño
- 1200-1300 g de melocotones pelados y sin hueso (aproximadamente)
- 500 g de azúcar gelificante (comprado en Alemania; se puede usar azúcar normal)
- 2 cucharaditas de zumo de limón
- 1 ramita de tomillo fresco y aromático
Yo he partido de, aproximadamene, kilo y medio de melocotones, de esos de final de verano gordos y tremendamente aromáticos. Los he dejado unos días a temperatura ambiente para que maduraran un pelín más, y mi cocina olía a gloria con ellos.
Lavar bien y pelar, procurando no desperdiciar demasiada carne. Trocear desechando el hueso y colocar en un recipiente. Regar con el zumo de limón y añadir el azúcar y el tomillo. Remover bien y tapar con un paño, dejando reposar entre 1 hora y toda la noche.
Colocar en una olla ancha con buen fondo y calentar. Llevar a ebullición, bajar el fuego y dejar que haga chup-chup. Retirar la espuma si sale demasiada. Mantener la cocción a fuego suave, removiendo de vez en cuando, durante unos 30-50 minutos. Retirar la rama de tomillo y aplasar la fruta con un brazo de esos de hacer puré de patatas, o directamente triturar si se prefiere una textura totalmente homogénea - no lo recomiendo-.
Cuando tenga la textura que se desea, envasar en caliente en botes esterilizados y sellar adecuadamente. Para mermeladas de frutas con su buen azúcar, yo simplemente lavo los tarros y las tapas, los caliento en el horno a unos 150ºC durante 30 minutos, envaso, cierro y coloco boca abajo hasta que hace efecto vacío. Duran meses sin problemas en un lugar fresco y oscuro.
Riquísima con yogur o queso, ha sido mi desayuno de hoy con rebanadas de pan casero - no sale en las fotos porque se estaba enfriando -.
¿Soléis hacer mermelada? ¿Cuál es vuestra favorita? ¡Abrid las demás ventanas para descubrir otras recetas!
Hemos pasado un estío disfrutando de esa maravillosa fruta y con la mejor temporada de verduras y hortalizas, pero aunque ya estemos algo cansados de ellas siempre es una buena inversión dedicar un día a envasar en vinagre, almíbar, aceite, encurtidos, mermeladas, compotas y demás. En agosto mi madre y sus primas ya hicieron la habitual "tomatada", con kilos y kilos de tomate en conserva - al natural y frito -, y a mí me gusta preparar alguna mermelada en esta época. Casi se me pasa, porque está siendo una vuelta al cole algo caótica, pero menos mal que mis ventanitas me dieron el empujón que necesitaba.
A pesar de que en nuestro grupo apostamos por ofrecer recetas más saludables, reconozco que las mermeladas, como concepto, van cargadas de azúcar. Me hubiera gustado ofrecer una alternativa más ligera pero no he tenido mucho tiempo de investigar y experimentar, así que he seguido mi procedimiento habitual. Al fin y al cabo, creo que siempre es mejor una conserva casera que comprada, pues recuperar esas costumbres hogareñas y apostar por lo casero es otra de las filosofías de Ventanas Verdes. Eso sí, mis compañeras tienen propuestas mucho más interesantes, ¡no os las perdáis!
Mermelada de melocotón al tomillo
Receta ideada por mí
Ingredientes para unos 4-6 tarros, dependiendo del tamaño
- 1200-1300 g de melocotones pelados y sin hueso (aproximadamente)
- 500 g de azúcar gelificante (comprado en Alemania; se puede usar azúcar normal)
- 2 cucharaditas de zumo de limón
- 1 ramita de tomillo fresco y aromático
Yo he partido de, aproximadamene, kilo y medio de melocotones, de esos de final de verano gordos y tremendamente aromáticos. Los he dejado unos días a temperatura ambiente para que maduraran un pelín más, y mi cocina olía a gloria con ellos.
Lavar bien y pelar, procurando no desperdiciar demasiada carne. Trocear desechando el hueso y colocar en un recipiente. Regar con el zumo de limón y añadir el azúcar y el tomillo. Remover bien y tapar con un paño, dejando reposar entre 1 hora y toda la noche.
Colocar en una olla ancha con buen fondo y calentar. Llevar a ebullición, bajar el fuego y dejar que haga chup-chup. Retirar la espuma si sale demasiada. Mantener la cocción a fuego suave, removiendo de vez en cuando, durante unos 30-50 minutos. Retirar la rama de tomillo y aplasar la fruta con un brazo de esos de hacer puré de patatas, o directamente triturar si se prefiere una textura totalmente homogénea - no lo recomiendo-.
Cuando tenga la textura que se desea, envasar en caliente en botes esterilizados y sellar adecuadamente. Para mermeladas de frutas con su buen azúcar, yo simplemente lavo los tarros y las tapas, los caliento en el horno a unos 150ºC durante 30 minutos, envaso, cierro y coloco boca abajo hasta que hace efecto vacío. Duran meses sin problemas en un lugar fresco y oscuro.
Riquísima con yogur o queso, ha sido mi desayuno de hoy con rebanadas de pan casero - no sale en las fotos porque se estaba enfriando -.
¿Soléis hacer mermelada? ¿Cuál es vuestra favorita? ¡Abrid las demás ventanas para descubrir otras recetas!
22 septiembre, 2015
Tosta de higos con queso y tomillo - Cosas de corredoras
Se dice que para empezar a correr no necesitas prácticamente nada, sólo unas zapatillas adecuadas y la calle. Bueno, esa es la teoría. Sí, es más barato que otros muchos deportes y no necesitas pagar cuotas para usar ningunas instalaciones, pero me río yo de eso de que un runner (ejem) no precisa equipamiento. Todos sabemos que desde que se puso de moda - extraña moda, también hay que decirlo - hay mucho postureo, mucha tontería y mucho gasto que las marcas aprovechan bien. Yo reconozco que uso algunos extras que no necesitaría, pero han sido regalos que he agradecido mucho. Esa es una ventaja del que practica deporte respecto a los demás, se abre todo un mundo de posibilidades en cuanto a regalos factibles.
Lo más importante es tener unas zapatillas adecuadas - yo lo comprobé a las malas, me destrocé las rodillas cuando empecé por utilizar unas cutres barateras - y ropa correcta. Peeero las mujeres tenemos que sumar otro accesorio imprescindible: un sujetador deportivo. Y es un coñazo, en mi opinión, porque hay que lavarlos constantemente, se desgastan pronto y hay que ir renovando, lo que para mí es un rollo ya que cambian los modelos cada dos por tres y nunca encuentro mi talla/modelo a la primera. Y hay que probárselos, por supuesto, así que me siento algo tonta pegando botes descamisada dentro de los probadores para comprobar que... bueno, que sujetan. Preferiblemente sin cortar la respiración, gracias.
Lo malo es que los sujetadores deportivos que más cómodos en cuanto a sujección me resultan, terminan provocándome dolor de espalda. El problema es que tengo un punto determinado que se me suele cargar por trabajar con el ordenador - y amasar pan o planchar -, y justo ahí me aprietan demasiado. Y da mucha rabia no poder correr bien porque el tirante del sujetador te está destrozando la espalda o el cuello, la verdad.
Hoy me he dedicado a hacer mermelada, pan, galletas y unos aperitivos con masa hojaldre que tenía que gastar. Luego sesión de fotos y a limpiar el caos de cocina. Después ya he aprovechado y he limpiado el polvo de toda la casa, y de paso el baño. Así que ahora tengo la espalda que es un cuadro, y temo la carrera de mañana. Ay, si tuviera una piscina cerca de casa...
La receta de hoy es de lo más simple, pero personalmente me encanta. Desde que hago pan y tengo mi favorito me he aficionado a usarlo de base para tostas de todo tipo, normalmente aprovechando mis productos preferidos de temporada. Y no podía dejar pasar los maravillosos higos, aunque tenga que pagar por ellos ya que las higueras de mi querido campo en Murcia me pillan lejos.
Tosta de higos con queso y tomillo
Receta improvisada por mí
Ingredientes a ojo según comensales o hambre
- rebanadas de pan bueno, preferiblemente de masa madre con centeno
- queso crema de untar (sin lactosa) o queso fresco batido
- unos cuantos higos morados (o verdes) frescos, no muy maduros
- tomillo fresco
- vinagre aromático, en mi caso añejo de higo ecológico de Los Majos
- una pizca de sal
- pimienta negra recién molida
Cortar rebanadas de un dedo de grosor de pan, y tostarlo un poco si se desea. A mí me gusta hacerlo sobre una plancha untada con algo de buen aceite de oliva. Untar una capa generosa del queso deseado, mejor si está a temperatura ambiente. Dar un golpe de pimienta negra.
Lavar los higos, secarlos con suavidad y quitar un poco de la piel si está dañada. Cortar en láminas no muy finas y colocar encima del queso. Añadir las hojitas de tomillo, una chispa de sal gruesa y unas gotas de vinagre al gusto. Dejar reposar un poco si se desea, para que los sabores se abracen bien, o devorar tal cual.
-------------
Muchas gracias a El Huerto de los Majos que me enviaron una muestra de algunos de sus productos murcianos ecológicos, ¡me han encantado los vinagres de frutas!
18 septiembre, 2015
Torta tartufata - Chocolate para el fin de semana
En esta época de transición verano-otoño lo paso mal cuando voy al mercadillo o a la frutería. Todavía tenemos las últimas frutas del verano, con esos ricos melocotones llenos de aroma, ciruelas variadas, algunos paraguayos, los deliciosos higos, moras y arándanos... Pero ya están llegando las primeras manzanas y peras nacionales, uva, granadas, naranjas... ¡Bloqueo mental! Mi adicción confesable - una de ellas - es la fruta, y me temo que me apasiona casi toda. Quizá las manzanas sean mis favoritas, y ahora que llegan ricas de verdad me hacen ojitos.
Vaya drama eh? Tener abundancia de productos frescos y total disponibilidad. Problemas del primer mundo... A ver si aprendo a dejar de quejarme y simplemente disfrutar, que a veces parece que nos gustar poner dificultades y pegas a todo.
En realidad no me quejo de verdad, y es que cuando disfruto de una pieza de fruta natural llena de sabor me siento afortunada y feliz, porque simplemente me apasionan. Cuando pillo un virus, una gastroenteritis o simplemente tengo el estómago mal - me pasa más a menudo de lo que me gustaría - y no puedo deleitarme con mi querida fruta, soy un alma en pena. Por eso nunca las como por inercia, disfruto con auténtica pasión. ¿Y qué hago yo hablando de fruta si mi receta de hoy no lleva nada? Debe ser porque acabo de venir de la compra y he acabado trayendo más cosas de las que inicialmente pensaba :P.
Por cierto, este verano han estado haciendo obras y reformas en los supermercados que más frecuento, y me tienen un poco mosqueada. Yo tenía mis itinerarios perfectamente interiorizados y era como un rayo con el carrito, pero ahora parezco un pollo perdido en medio de un montón de gente igual de desorientada que yo. A ver si me aprendo las nuevas organizaciones pronto, me da mucha rabia perder el tiempo cuando salgo a comprar.
Para endulzar el fin de semana traigo un pastel sencillo pero delicioso, de esos que saben a casero y sin más pretensiones que hacer disfrutar a la familia. La receta está ligeramente adaptada de uno de los últimos libros de cocina que he comprado algo a ciegas pero que he terminado adorando, es ya de mis favoritos. Limoncello and Linen Water es un homenaje de la autora a su país de adopción, Italia, a su suegra y a todas las mujeres que dan vida al hogar generación tras generación, con recetas italianas tradicionales muy variadas y unas fotografías preciosas.
Torta tartufata - Pastel de chocolate y avellana
Receta adaptada de Limoncello and Linen Water
Ingredientes para un molde bajo redondo de unos 28 cm
- 20 g de avellana molida
- 20 g de almendra molida
- 90 g de mantequilla sin sal
- 10 g de yogur natural
- 120 g de chocolate negro de calidad
- 1 cucharada colmada de cacao puro en polvo sin azúcar
- 3 huevos L
- 85 g de azúcar
- 1/2 cucharadita de esencia de vainilla
- 1/4 cucharadita de sal
- 1 pizca de canela molida
- 20 g de harina de repostería
- azúcar glasé para espolvorear
Precalentar el horno a 180ºC y preparar el molde, engrasándolo o cubriendo la base con papel de hornear. Tostar ligeramente la avellana y la almendra molida en una sartén sin aceite. Derretir la mantequilla en un cazo, añadir el chocolate troceado y el cacao y mezclar bien, hasta que quede una combinación homogénea y suave. Dejar que se enfríe un poco.
Separar las yemas de las claras y batir estas a punto de nieve. Reservar. En otro cuenco, batir las yemas con el azúcar, la vainilla, la sal y la canela. Incorporar la mezcla de chocolate y el yogur y batir un poco más. Agregar la harina tamizada con las avellanas y almendras, mezclar e incorporar por último las claras, con suavidad.
Llenar el molde con la masa, igualar la superficie con el dorso de una espátula y hornear durante unos 20 minutos. Si se quiere una consistencia más seca, hornear algo más, si se prefiere húmedo, hornear menos. Dejar enfriar completamente antes de espolvorear con azúcar glasé tamizado al gusto.
¡Buen fin de semana!
Vaya drama eh? Tener abundancia de productos frescos y total disponibilidad. Problemas del primer mundo... A ver si aprendo a dejar de quejarme y simplemente disfrutar, que a veces parece que nos gustar poner dificultades y pegas a todo.
En realidad no me quejo de verdad, y es que cuando disfruto de una pieza de fruta natural llena de sabor me siento afortunada y feliz, porque simplemente me apasionan. Cuando pillo un virus, una gastroenteritis o simplemente tengo el estómago mal - me pasa más a menudo de lo que me gustaría - y no puedo deleitarme con mi querida fruta, soy un alma en pena. Por eso nunca las como por inercia, disfruto con auténtica pasión. ¿Y qué hago yo hablando de fruta si mi receta de hoy no lleva nada? Debe ser porque acabo de venir de la compra y he acabado trayendo más cosas de las que inicialmente pensaba :P.
Por cierto, este verano han estado haciendo obras y reformas en los supermercados que más frecuento, y me tienen un poco mosqueada. Yo tenía mis itinerarios perfectamente interiorizados y era como un rayo con el carrito, pero ahora parezco un pollo perdido en medio de un montón de gente igual de desorientada que yo. A ver si me aprendo las nuevas organizaciones pronto, me da mucha rabia perder el tiempo cuando salgo a comprar.
Para endulzar el fin de semana traigo un pastel sencillo pero delicioso, de esos que saben a casero y sin más pretensiones que hacer disfrutar a la familia. La receta está ligeramente adaptada de uno de los últimos libros de cocina que he comprado algo a ciegas pero que he terminado adorando, es ya de mis favoritos. Limoncello and Linen Water es un homenaje de la autora a su país de adopción, Italia, a su suegra y a todas las mujeres que dan vida al hogar generación tras generación, con recetas italianas tradicionales muy variadas y unas fotografías preciosas.
Torta tartufata - Pastel de chocolate y avellana
Receta adaptada de Limoncello and Linen Water
Ingredientes para un molde bajo redondo de unos 28 cm
- 20 g de avellana molida
- 20 g de almendra molida
- 90 g de mantequilla sin sal
- 10 g de yogur natural
- 120 g de chocolate negro de calidad
- 1 cucharada colmada de cacao puro en polvo sin azúcar
- 3 huevos L
- 85 g de azúcar
- 1/2 cucharadita de esencia de vainilla
- 1/4 cucharadita de sal
- 1 pizca de canela molida
- 20 g de harina de repostería
- azúcar glasé para espolvorear
Precalentar el horno a 180ºC y preparar el molde, engrasándolo o cubriendo la base con papel de hornear. Tostar ligeramente la avellana y la almendra molida en una sartén sin aceite. Derretir la mantequilla en un cazo, añadir el chocolate troceado y el cacao y mezclar bien, hasta que quede una combinación homogénea y suave. Dejar que se enfríe un poco.
Separar las yemas de las claras y batir estas a punto de nieve. Reservar. En otro cuenco, batir las yemas con el azúcar, la vainilla, la sal y la canela. Incorporar la mezcla de chocolate y el yogur y batir un poco más. Agregar la harina tamizada con las avellanas y almendras, mezclar e incorporar por último las claras, con suavidad.
Llenar el molde con la masa, igualar la superficie con el dorso de una espátula y hornear durante unos 20 minutos. Si se quiere una consistencia más seca, hornear algo más, si se prefiere húmedo, hornear menos. Dejar enfriar completamente antes de espolvorear con azúcar glasé tamizado al gusto.
¡Buen fin de semana!
15 septiembre, 2015
Pan de centeno integral con masa madre
Estamos en una época algo tonta en la que el cuerpo me pide ya guardar los shorts, los tirantes, las sandalias el pijamita absurdo de verano, pero todavía hay que esperar un poco. Es el primer día que llevo un pantalón fresquito pero largo para estar por casa, pero aún no me atrevo a empezar el cambio de armario. Sueño con jerséis, chaquetas, edredones y manta en el sofá, pero toca aguardar unos cuantos días más.
Pero ay, qué feliz salgo a correr por la mañana con ese fresquete típico de las primeras horas de septiembre, ¡hacía tanto tiempo que no pasaba frío! No, el viaje en tren desde Murcia no cuenta.
El horno ya se enciende con ganas y estoy aprovechando para devolver a nuestro apartamento el aroma de hogar de verdad. Es decir, durante el fin de semana le di caña para quitarle la pereza veraniega, y saqué un bizcocho para los desayunos, galletas para el café y un hermoso pan. Necesitaba hornear pan otra vez, aunque tengo que decir que me llevé un poco de masa madre al campo y conseguí sacar panes decentes allí, para regocijo de mi familia. Mi pan habitual ya os lo enseñé, uso la receta base de Dan Lepard y la tuneo un poco según me da, me resulta un pan perfecto para el día a día, sin complicaciones. Pero a veces me gusta probar recetillas nuevas, como este pan de centeno integral que me gustó porque usa poquita masa madre.
Soy un poco inútil porque lo horneé antes del verano y, aunque apunté la receta - menos mal, no siempre lo hago -, no así el blog que usé de inspiración. Tengo mis sospechas porque mis páginas y blogs favoritos de panadería no son demasiados, pero he estado un rato buceando en sus archivos y no lo encuentro. Bueno, casi mejor porque seguro que el aspecto final no tiene nada que ver con la de esos maestros panaderos que hay por las redes, aunque sus recetas me sirven como base para tener un pan que me sabe a gloria. Me rechifla el centeno, me encanta que salga la corteza oscura y dura, con la miga aromática y húmeda. Ya tego ganas de hornear el próximo.
Pan de centeno integral con masa madre
Receta adaptada de algún blog que no consigo recordar (ups)
Ingredientes para 1 pan medianito
Masa de arranque:
- 150 g de harina de centeno integral
- 15 g de masa madre
- 150 g de agua
Masa final:
- masa de aranque
- 150 g de harina de fuerza
- 200 g de harina de centeno integral
- 9 g de sal
- 175 g de agua
El día antes, mezclar todos los ingredientes de la masa de arranque. La masa madre debería estar en plena forma, es decir, conviene haberla refrescado unos días antes si la teníamos dormidita durante un tiempo. La mía es una campeona y se portó muy bien sin haberla despertado del todo aquel día. Tapar y dejar a temperatura ambiente. Si es invierno, 20 horas, si es verano y hace calor, unas 10.
A la mañana siguiente, mezclar el resto de ingredientes hasta formar una masa húmeda homogénea. Tapar y dejar reposar 30 minutos. Amasar ligeramente plegando la masa sobre sí misma en el cuenco, hasta que se vuelva algo más maleable, y luego amasar a mano sobre una superficie de trabajo limpia, ligeramente enharinada. Formar una bola y colocar en un cuenco engrasado con un poco de aceite. Tapar y dejar levar hasta que doble su tamaño.
Deshinchar y amasar un poco. Formar una bola y colocar en un banneton o sobre un paño limpio enharinado. Tapar y dejar reposar 45 minutos más. Mientras, precalentar el horno a 250ºC.
Dar la vuelta al pan y colocarlo sobre una bandeja. Hornear durante 15 minutos, generando vapor al principio con un pulverizador de agua, y luego bajar la temperatura a 200ºC. Hornear hasta cumplir unos 50 minutos. Sacar y dejar enfriar por completo sobre una rejilla.
Pero ay, qué feliz salgo a correr por la mañana con ese fresquete típico de las primeras horas de septiembre, ¡hacía tanto tiempo que no pasaba frío! No, el viaje en tren desde Murcia no cuenta.
El horno ya se enciende con ganas y estoy aprovechando para devolver a nuestro apartamento el aroma de hogar de verdad. Es decir, durante el fin de semana le di caña para quitarle la pereza veraniega, y saqué un bizcocho para los desayunos, galletas para el café y un hermoso pan. Necesitaba hornear pan otra vez, aunque tengo que decir que me llevé un poco de masa madre al campo y conseguí sacar panes decentes allí, para regocijo de mi familia. Mi pan habitual ya os lo enseñé, uso la receta base de Dan Lepard y la tuneo un poco según me da, me resulta un pan perfecto para el día a día, sin complicaciones. Pero a veces me gusta probar recetillas nuevas, como este pan de centeno integral que me gustó porque usa poquita masa madre.
Soy un poco inútil porque lo horneé antes del verano y, aunque apunté la receta - menos mal, no siempre lo hago -, no así el blog que usé de inspiración. Tengo mis sospechas porque mis páginas y blogs favoritos de panadería no son demasiados, pero he estado un rato buceando en sus archivos y no lo encuentro. Bueno, casi mejor porque seguro que el aspecto final no tiene nada que ver con la de esos maestros panaderos que hay por las redes, aunque sus recetas me sirven como base para tener un pan que me sabe a gloria. Me rechifla el centeno, me encanta que salga la corteza oscura y dura, con la miga aromática y húmeda. Ya tego ganas de hornear el próximo.
Pan de centeno integral con masa madre
Receta adaptada de algún blog que no consigo recordar (ups)
Ingredientes para 1 pan medianito
Masa de arranque:
- 150 g de harina de centeno integral
- 15 g de masa madre
- 150 g de agua
Masa final:
- masa de aranque
- 150 g de harina de fuerza
- 200 g de harina de centeno integral
- 9 g de sal
- 175 g de agua
El día antes, mezclar todos los ingredientes de la masa de arranque. La masa madre debería estar en plena forma, es decir, conviene haberla refrescado unos días antes si la teníamos dormidita durante un tiempo. La mía es una campeona y se portó muy bien sin haberla despertado del todo aquel día. Tapar y dejar a temperatura ambiente. Si es invierno, 20 horas, si es verano y hace calor, unas 10.
A la mañana siguiente, mezclar el resto de ingredientes hasta formar una masa húmeda homogénea. Tapar y dejar reposar 30 minutos. Amasar ligeramente plegando la masa sobre sí misma en el cuenco, hasta que se vuelva algo más maleable, y luego amasar a mano sobre una superficie de trabajo limpia, ligeramente enharinada. Formar una bola y colocar en un cuenco engrasado con un poco de aceite. Tapar y dejar levar hasta que doble su tamaño.
Deshinchar y amasar un poco. Formar una bola y colocar en un banneton o sobre un paño limpio enharinado. Tapar y dejar reposar 45 minutos más. Mientras, precalentar el horno a 250ºC.
Dar la vuelta al pan y colocarlo sobre una bandeja. Hornear durante 15 minutos, generando vapor al principio con un pulverizador de agua, y luego bajar la temperatura a 200ºC. Hornear hasta cumplir unos 50 minutos. Sacar y dejar enfriar por completo sobre una rejilla.
13 septiembre, 2015
Viajando: Visita rápida (y accidentada) a Zamora y San Pedro de la Nave
Tras pasar el año pasado sin poder hacer ninguna escapada, este año he podido apuntarme a un pequeño viaje con mis padres que nos sacó del infierno murciano a mediados de agosto. Oporto nos dejó muy buen sabor de boca y queríamos sobre todo escapar del calor y de centros turísticos abarrotados, así que mi padre buscó una casa rural en el norte de Portugal y allá que fuimos a pasar una semana. En el camino de ida paramos en Madrid - a dejar calabazas y harinas en mi casa, y de paso almorzar - y decidimos hacer noche en Zamora, para no tragarnos demasiados kilómetros de coche. Tenía ganas de visitar esta histórica ciudad aunque fuera en una estancia exprés, y la verdad es que me gustó mucho a pesar del pequeño accidente que casi nos fastidia todo el viaje.
Si me seguís por las redes sociales ya os esteraríais en su momento, en realidad no fue nada grave y ahora me río de lo ridículo y surrealista de la situación. Volvíamos al hotel tras un paseo por la ciudad, estábamos ya a pocos metros de la puerta, cuando mi madre tropezó malamente, cayendo de cara sobre las baldosas de una plaza. El susto, mi padre que es poco delicado y la cantidad de sangre que había me dejaron un poco en shock y empecé a tener muy mal cuerpo. Los vecinos que había por allí se portaron genial y llamaron a una ambulancia, pero yo terminé perdiendo el conocimiento y caí de cabeza al suelo.
Así que me desperté perdidísima, con las rodillas y la cara sangrando. Bueno, y más blanca que el papel, como siempre. Pero llegaron los sanitarios, nos curaron, se aseguraron de que no había nada grave y volvimos al hotel, dando por finalizada nuestra visita algo prematuramente. Al día siguiente ya estábamos bien salvo por los chichones y heridas que nos dejaron la cara hecha un cuadro durante todo el viaje. ¡Todavía tengo marcas en la cara! En fin, que tengo una cuenta pendiente y pienso volver pronto, que desde Madrid lo tenemos fácil.
Zamora es una ciudad muy agradable, el centro histórico no es muy grande pero se agradece que se pueda recorrer a pie sin problemas, y tampoco da sensación de agobio. Hay calles y plazas más amplias y otras más escurridizas, típicas de los cascos viejos y que tanto me gustan, sobre todo cuando por la noche descubren decenas de bares de tapas inundados por parroquianos. Parece que han restaurado muchos puntos recientemente, y es un placer pasear al caer la tarde entre sus muchísimos templos románicos - ¡¡muchísimos!!- y edificios modernistas, una faceta que no conocía de Zamora y que me sorprendió gratamente.
Está asentada en un cerro y protegida por el río Duero, por lo que ofrece varios puntos con vistas estupendas, especialmente al caer el sol. Destaca la zona con la catedral romática, que tiene una preciosa cúpula de escamas, junto al Castillo que es hoy Centro de Arte Contemporáneo Baltasar Lobo, con algunas de sus obras distribuidas por el parque. Los dulces tradicionales de la zona son exquisitos - lo descubrí hace meses gracias a un detallito de mi querida Bea - y el tapeo se practica con entusiasmo. En verano, al caer la noche, desde luego que las calles estaban en plena ebullición. Y no hacía nada de calor, qué gustazo fue para nosotros :).
Merece muchísimo la pena acercarse a El Campillo a visitar una de las mayores joyas de nuestro patrimonio, la iglesia prerrománica de San Pedro de la Nave. Es un templo único, de los siglos VII-VIII, gran ejemplo del arte visigodo de nuestra península. Como curiosidad hay que decir que se tuvo que trasladar piedra a piedra porque la construcción de un embalse amenazaba su conservación, pero por suerte hoy está en perfecto estado y es un placer poder entrar a descubrir todos los secretos que guarda su pequeña planta de tres naves. Son imperdibles los capiteles, de una calidad excepcional.
Muy bonita Zamora, con una gente encantadora y dispuesta a ayudar a turistas inútiles, buenos productos locales y un patrimonio impresionante. Como ya he dicho, tengo que volver pronto, que además me quedé con las ganas de ver a la Cocinillas ;).
Si me seguís por las redes sociales ya os esteraríais en su momento, en realidad no fue nada grave y ahora me río de lo ridículo y surrealista de la situación. Volvíamos al hotel tras un paseo por la ciudad, estábamos ya a pocos metros de la puerta, cuando mi madre tropezó malamente, cayendo de cara sobre las baldosas de una plaza. El susto, mi padre que es poco delicado y la cantidad de sangre que había me dejaron un poco en shock y empecé a tener muy mal cuerpo. Los vecinos que había por allí se portaron genial y llamaron a una ambulancia, pero yo terminé perdiendo el conocimiento y caí de cabeza al suelo.
Así que me desperté perdidísima, con las rodillas y la cara sangrando. Bueno, y más blanca que el papel, como siempre. Pero llegaron los sanitarios, nos curaron, se aseguraron de que no había nada grave y volvimos al hotel, dando por finalizada nuestra visita algo prematuramente. Al día siguiente ya estábamos bien salvo por los chichones y heridas que nos dejaron la cara hecha un cuadro durante todo el viaje. ¡Todavía tengo marcas en la cara! En fin, que tengo una cuenta pendiente y pienso volver pronto, que desde Madrid lo tenemos fácil.
Zamora es una ciudad muy agradable, el centro histórico no es muy grande pero se agradece que se pueda recorrer a pie sin problemas, y tampoco da sensación de agobio. Hay calles y plazas más amplias y otras más escurridizas, típicas de los cascos viejos y que tanto me gustan, sobre todo cuando por la noche descubren decenas de bares de tapas inundados por parroquianos. Parece que han restaurado muchos puntos recientemente, y es un placer pasear al caer la tarde entre sus muchísimos templos románicos - ¡¡muchísimos!!- y edificios modernistas, una faceta que no conocía de Zamora y que me sorprendió gratamente.
Está asentada en un cerro y protegida por el río Duero, por lo que ofrece varios puntos con vistas estupendas, especialmente al caer el sol. Destaca la zona con la catedral romática, que tiene una preciosa cúpula de escamas, junto al Castillo que es hoy Centro de Arte Contemporáneo Baltasar Lobo, con algunas de sus obras distribuidas por el parque. Los dulces tradicionales de la zona son exquisitos - lo descubrí hace meses gracias a un detallito de mi querida Bea - y el tapeo se practica con entusiasmo. En verano, al caer la noche, desde luego que las calles estaban en plena ebullición. Y no hacía nada de calor, qué gustazo fue para nosotros :).
Merece muchísimo la pena acercarse a El Campillo a visitar una de las mayores joyas de nuestro patrimonio, la iglesia prerrománica de San Pedro de la Nave. Es un templo único, de los siglos VII-VIII, gran ejemplo del arte visigodo de nuestra península. Como curiosidad hay que decir que se tuvo que trasladar piedra a piedra porque la construcción de un embalse amenazaba su conservación, pero por suerte hoy está en perfecto estado y es un placer poder entrar a descubrir todos los secretos que guarda su pequeña planta de tres naves. Son imperdibles los capiteles, de una calidad excepcional.
Muy bonita Zamora, con una gente encantadora y dispuesta a ayudar a turistas inútiles, buenos productos locales y un patrimonio impresionante. Como ya he dicho, tengo que volver pronto, que además me quedé con las ganas de ver a la Cocinillas ;).
10 septiembre, 2015
Cake de higos y coco - Consideraciones sobre viajes en tren
Hoy hace una semana que llegué a Madrid desde Murcia, con sensaciones agridulces pero con ganas de retomar mi vida madrileña y de preparar el otoño. Me parece que fue ayer cuando seguía pegándome madrugones para salir en la bicicleta antes de morir achicharrada, pero al mismo tiempo parece que ya llevo un mes aquí. Pero bueno, uno de mis objetivos de cara al nuevo curso es ser más constante en mis publicaciones, y siempre me ha gustado el jueves como día para actualizar el blog. Así que hoy miramos ya al fin de semana con este sencillo cake de higos y coco, que horneé con los primeros frutos de las higueras del campo.
Sigo usando el tren como medio de transporte entre Madrid y Murcia, es lo más "cómodo" dentro de las circunstancias. Al viajar casi siempre sola, el coche no es una opción, y tener la estación de Chamartín muy cerca de casa es mucho más cómodo que tener que ir al estrés de Atocha. De todas formas, en todos estos años he visto cómo el servicio no ha hecho más que empeorar, sin que los precios se hayan reducido casi nada, y la llegada del AVE a Murcia empiezo a plantearme si la verán mis nietos.
Me conozco ya las rutinas y los modos de trabajo del personal de Renfe, y también tengo clasificada a la fauna de viajeros habitual, según las fechas y según los horarios. Pero a pesar de tomarme el viaje como un trámite hay cosas que me siguen dando especial rabia.
- Microclimas. En verano sufres el riesgo de morir por congelación y en invierno más te vale poderte quitar capas de ropa o pasarás varias horas en una sauna. Odio tener que llevar calcetines y una chaqueta cuando en la calle me esperan 40ºC. La última vez ni siquiera hacía calor, pero me pasé medio viaje en los espacios entre vagones porque no podía soportarlo más.
- Pasajeros inútiles que no piensan en los demás. A ver, señora, ¿no ha visto que hay poco espacio para las maletas? ¿No se le ha ocurrido que sus bolsos de mano caben sobre su cabeza, en lugar de quitar sitio a los que llevamos maletones?
- Pasajeros inútiles que no piensan en los demás y deben creer que van solos. Esos que se pasan el viaje usando el móvil sin haberle quitado el sonido, ya no de llamada, ni siquiera de las teclas. Tortura. O que tienen conversaciones que no interesan a nadie a gritos. O que leen murmurando en voz alta. O que se ponen a cortarse las uñas - verídico -.
- Pasajeros inútiles que no hacen ni caso de las indicaciones. Porque claro, vamos a levantarnos a coger las maletas 10 minutos antes de que llegue el tren, bloqueando los pasillos. No es sólo molesto, es MUY peligroso. Recordemos lo que pasó en Santiago. El tren no se va a ir dejándote dentro, un poco de paciencia.
- El tren que llega de Cartagena rumbo a Madrid NUNCA llega puntual a Murcia. Al menos, yo nunca lo he vivido. A ver, ¿por qué se indica que saldrá a las 9.34 si a las 9.40 todavía ni ha llegado? Señores de Renfe, me da igual que la salida sea a las 9.50, no pasa nada, pero por favor, indíquenlo. Así me ahorro el plantón extra en la estación, gracias.
- Películas cada vez peores. Ay, esos años en los que podía encontrarme un clásico con Sidney Poitier en el reparto... Ahora es imposible. Al parecer eligen los peores títulos disponibles, los repiten hasta la saciedad y encima son malísimas opciones para ver en una pantalla minúscula. El Hobbit podría ser más digerible, pero en esos monitores no se ve absolutamente nada. En serio, un poco de criterio.
- ESE HORROR DE PÁGINA WEB. Llevo sufriéndola años y cada vez que la "mejoran" tiemblo. Nunca, nunca ha funcionado bien, y no entiendo cómo siguen haciéndolo mal. Son tantas cosas que tienen fallos que prefiero dejarlo simplemente así. Es para llorar.
En fin, ya me he quedado un poco más a gusto. En el fondo me gusta viajar en tren... aunque creo que sigo teniendo una imagen romántica y bucólica de este medio de transporte. Y odio el autobús, eso también. Vamos con la receta.
Cake de higos frescos y coco
Receta ideada por mí a partir de un batiburrillo de fuentes
Ingredientes para un molde redondo de unos 18-20 cm
- 260 g de harina de repostería
- 2 cucharaditas de levadura química
- 1/2 cucharadita de sal
- 1/2 cucharadita de esencia de vainilla
- 140 g de azúcar
- 1 huevo L
- 50 g de mantequilla sin sal
- 125 ml de leche de almendras
- higos frescos
- coco rallado
- azúcar moreno
Precalentar el horno a 180ºC y forrar un molde desmontable de unos 18 cm de diámetro. Se puede usar uno más grande, pero quedará más planito. Nada grave.
Derretir la mantequilla y dejar enfriar ligeramente. Mezclar en un recipiente mediano la harina con la levadura y la sal. Batir en otro cuenco el azúcar con el huevo, la vainilla y la mantequilla. Echar la leche y batir un poco más.
Incorporar ambas mezclas y trabajar la masa suavemente hasta no tener grumos secos. Llenar el molde y distribuir por encima los higos lavados y cortados en cuartos. Cubrir con coco rallado al gusto y un poco de azúcar moreno.
Hornear sobre una rejilla durante unos 35-45 minutos, o hasta que al pinchar con un palillo salga limpio. Esperar a que se enfríe un poco antes de desmoldar y dejar enfriar completamente sobre una rejilla.
--------
¿Apostamos cuándo podré usar el AVE para moverme entre Murcia y Madrid? Es el culebrón favorito en nuestra querida Región de los últimos tiempos.
Sigo usando el tren como medio de transporte entre Madrid y Murcia, es lo más "cómodo" dentro de las circunstancias. Al viajar casi siempre sola, el coche no es una opción, y tener la estación de Chamartín muy cerca de casa es mucho más cómodo que tener que ir al estrés de Atocha. De todas formas, en todos estos años he visto cómo el servicio no ha hecho más que empeorar, sin que los precios se hayan reducido casi nada, y la llegada del AVE a Murcia empiezo a plantearme si la verán mis nietos.
Me conozco ya las rutinas y los modos de trabajo del personal de Renfe, y también tengo clasificada a la fauna de viajeros habitual, según las fechas y según los horarios. Pero a pesar de tomarme el viaje como un trámite hay cosas que me siguen dando especial rabia.
- Microclimas. En verano sufres el riesgo de morir por congelación y en invierno más te vale poderte quitar capas de ropa o pasarás varias horas en una sauna. Odio tener que llevar calcetines y una chaqueta cuando en la calle me esperan 40ºC. La última vez ni siquiera hacía calor, pero me pasé medio viaje en los espacios entre vagones porque no podía soportarlo más.
- Pasajeros inútiles que no piensan en los demás. A ver, señora, ¿no ha visto que hay poco espacio para las maletas? ¿No se le ha ocurrido que sus bolsos de mano caben sobre su cabeza, en lugar de quitar sitio a los que llevamos maletones?
- Pasajeros inútiles que no piensan en los demás y deben creer que van solos. Esos que se pasan el viaje usando el móvil sin haberle quitado el sonido, ya no de llamada, ni siquiera de las teclas. Tortura. O que tienen conversaciones que no interesan a nadie a gritos. O que leen murmurando en voz alta. O que se ponen a cortarse las uñas - verídico -.
- Pasajeros inútiles que no hacen ni caso de las indicaciones. Porque claro, vamos a levantarnos a coger las maletas 10 minutos antes de que llegue el tren, bloqueando los pasillos. No es sólo molesto, es MUY peligroso. Recordemos lo que pasó en Santiago. El tren no se va a ir dejándote dentro, un poco de paciencia.
- El tren que llega de Cartagena rumbo a Madrid NUNCA llega puntual a Murcia. Al menos, yo nunca lo he vivido. A ver, ¿por qué se indica que saldrá a las 9.34 si a las 9.40 todavía ni ha llegado? Señores de Renfe, me da igual que la salida sea a las 9.50, no pasa nada, pero por favor, indíquenlo. Así me ahorro el plantón extra en la estación, gracias.
- Películas cada vez peores. Ay, esos años en los que podía encontrarme un clásico con Sidney Poitier en el reparto... Ahora es imposible. Al parecer eligen los peores títulos disponibles, los repiten hasta la saciedad y encima son malísimas opciones para ver en una pantalla minúscula. El Hobbit podría ser más digerible, pero en esos monitores no se ve absolutamente nada. En serio, un poco de criterio.
- ESE HORROR DE PÁGINA WEB. Llevo sufriéndola años y cada vez que la "mejoran" tiemblo. Nunca, nunca ha funcionado bien, y no entiendo cómo siguen haciéndolo mal. Son tantas cosas que tienen fallos que prefiero dejarlo simplemente así. Es para llorar.
En fin, ya me he quedado un poco más a gusto. En el fondo me gusta viajar en tren... aunque creo que sigo teniendo una imagen romántica y bucólica de este medio de transporte. Y odio el autobús, eso también. Vamos con la receta.
Cake de higos frescos y coco
Receta ideada por mí a partir de un batiburrillo de fuentes
Ingredientes para un molde redondo de unos 18-20 cm
- 260 g de harina de repostería
- 2 cucharaditas de levadura química
- 1/2 cucharadita de sal
- 1/2 cucharadita de esencia de vainilla
- 140 g de azúcar
- 1 huevo L
- 50 g de mantequilla sin sal
- 125 ml de leche de almendras
- higos frescos
- coco rallado
- azúcar moreno
Precalentar el horno a 180ºC y forrar un molde desmontable de unos 18 cm de diámetro. Se puede usar uno más grande, pero quedará más planito. Nada grave.
Derretir la mantequilla y dejar enfriar ligeramente. Mezclar en un recipiente mediano la harina con la levadura y la sal. Batir en otro cuenco el azúcar con el huevo, la vainilla y la mantequilla. Echar la leche y batir un poco más.
Incorporar ambas mezclas y trabajar la masa suavemente hasta no tener grumos secos. Llenar el molde y distribuir por encima los higos lavados y cortados en cuartos. Cubrir con coco rallado al gusto y un poco de azúcar moreno.
Hornear sobre una rejilla durante unos 35-45 minutos, o hasta que al pinchar con un palillo salga limpio. Esperar a que se enfríe un poco antes de desmoldar y dejar enfriar completamente sobre una rejilla.
--------
¿Apostamos cuándo podré usar el AVE para moverme entre Murcia y Madrid? Es el culebrón favorito en nuestra querida Región de los últimos tiempos.
08 septiembre, 2015
Ensalada templada de brócoli y aguacate con salsa de yogur para volver a la rutina
Parecía que no iba a llegar nunca, pero el otoño está ya en el aire y todos vamos volviendo poco a poco a la rutina. Ha sido un verano que se me ha hecho especialmente duro, pero por suerte el pequeño viaje a mediados de agosto a Portugal fue un paréntesis que me vino de marvilla. Tengo muchas cosas que compartir de este verano pero tendrán que esperar un poco más, así que por el momento os dejo esta ensalada templada de brócoli y aguacete con salsa de yogur, para ir despidiendo poco a poco el estío.
Pasar un mes - o un poquito más - en Murcia en verano es algo que necesito como el respirar desde que vivo en Madrid. Bueno, la ciudad la pisé sólo para bajar y subir al tren, ya que fui directamente al campo, escenario de todos mis veranos desde que tenía dos añitos. Ha hecho mucho calor, muchísimo, y he tenido que pasar muchas horas trabajando delante demi ordenador viejo con una silla raquítica que me ha roto la espalda, pero también he podido desconectar y, sobre todo, pasar tiempo con la familia - y los gatos, que cada vez hay más okupas felinos en el patio de casa, para estrés del nuestro - y con mi querida bicicleta. Allí cojo rápidamente otras rutinas y es como poner mi vida en pausa, reencontrarme con mi yo anterior, y por eso luego sufro un extraño choque interno al regresar a Madrid. Y he vuelto con muchas ganas, han sido muchos días sin el elfo y el cuerpo ya me pedía volver a la normalidad, pero el cambio me sigue dejando algo confusa durante unos días.
Tengo aún el apartamento algo patas arriba y la despensa/nevera es un poco caos, pero poco a poco vamos retomando rutinas. Aquí ya no hace calor - gracias a los dioses - aunque me gustaría que las temperaturas bajaran mucho más, pero mientras el otoño va llegando estos días sigo tirando de ensaladas más templadas y platos frescos como la receta que comparto hoy.
Me he enganchado al aguacate en los últimos meses y descubrí que combina maravillosamente bien con mi adorado brócoli, así que la mezcla de ambos ingredientes sólo podía ser ganadora en un plato ligero pero muy nutritivo que seguramente me prepare en caliente el próximo invierno.
Ensalada templada de brócoli y agucate con salsa de yogur
Receta ideada por mí
Ingredientes a ojo para 1 persona
- 1/2 brócoli en ramilletes
- 1/2 aguacate
- 1 huevo
- semillas y cereales al gusto (amapola, pipas de calabaza, de girasol, almendras, sésamo...)
- 1 yogur natural
- 1/2 cucharadita de mostaza
- zumo de limón
- aceite de oliva virgen extra
- vinagre de manzana o de arroz
- hierbas provenzales, pimienta negra y sal al gusto
Lavar bien el brócoli y cortar los ramilletes, reservando el resto, incluido el tallo, para otra preparación. O podemos prepararlo entero y así tener sobras para otra receta. Lo podemos cocinar como más nos guste: salteado directamente, al vapor, en olla a presión, cocido, asado... Pero siempre procurando que quede al dente, nunca blandurrio.
A mí me gusta darle un golpe de vapor y luego saltearlo a fuego fuerte, o si tengo el horno encensido lo aso directamente.Cocer el huevo el tiempo que se prefiera, unos 10 minutos, y partir el aguacate en dos, reservando el hueso en la mitad que no vayamos a consumir ahora. Pelar el huevo y picarlo, trocear el aguacate. Tostar si se desea una mezcla de semillas y/o cereales al gusto.
Mezclar todos los ingredientes en un plato hondo o fuente. Batir en un cuenco el yogur con la mostaza, zumo de limón, vinagre, sal y pimienta negra al gusto. Sazonar la ensalada añadiendo ralladura de limón y hierbas provenzales a discreción, y servir con la salsa.
-------------
¿Y qué tal va vuestro reencuentro con la rutina? ¿En plena vuelta al cole? Eso me recuerda que tengo que hacer hoy la matrícula del próximo curso de alemán, Intermedio 2! Será un curso difícil.
Pasar un mes - o un poquito más - en Murcia en verano es algo que necesito como el respirar desde que vivo en Madrid. Bueno, la ciudad la pisé sólo para bajar y subir al tren, ya que fui directamente al campo, escenario de todos mis veranos desde que tenía dos añitos. Ha hecho mucho calor, muchísimo, y he tenido que pasar muchas horas trabajando delante demi ordenador viejo con una silla raquítica que me ha roto la espalda, pero también he podido desconectar y, sobre todo, pasar tiempo con la familia - y los gatos, que cada vez hay más okupas felinos en el patio de casa, para estrés del nuestro - y con mi querida bicicleta. Allí cojo rápidamente otras rutinas y es como poner mi vida en pausa, reencontrarme con mi yo anterior, y por eso luego sufro un extraño choque interno al regresar a Madrid. Y he vuelto con muchas ganas, han sido muchos días sin el elfo y el cuerpo ya me pedía volver a la normalidad, pero el cambio me sigue dejando algo confusa durante unos días.
Tengo aún el apartamento algo patas arriba y la despensa/nevera es un poco caos, pero poco a poco vamos retomando rutinas. Aquí ya no hace calor - gracias a los dioses - aunque me gustaría que las temperaturas bajaran mucho más, pero mientras el otoño va llegando estos días sigo tirando de ensaladas más templadas y platos frescos como la receta que comparto hoy.
Me he enganchado al aguacate en los últimos meses y descubrí que combina maravillosamente bien con mi adorado brócoli, así que la mezcla de ambos ingredientes sólo podía ser ganadora en un plato ligero pero muy nutritivo que seguramente me prepare en caliente el próximo invierno.
Ensalada templada de brócoli y agucate con salsa de yogur
Receta ideada por mí
Ingredientes a ojo para 1 persona
- 1/2 brócoli en ramilletes
- 1/2 aguacate
- 1 huevo
- semillas y cereales al gusto (amapola, pipas de calabaza, de girasol, almendras, sésamo...)
- 1 yogur natural
- 1/2 cucharadita de mostaza
- zumo de limón
- aceite de oliva virgen extra
- vinagre de manzana o de arroz
- hierbas provenzales, pimienta negra y sal al gusto
Lavar bien el brócoli y cortar los ramilletes, reservando el resto, incluido el tallo, para otra preparación. O podemos prepararlo entero y así tener sobras para otra receta. Lo podemos cocinar como más nos guste: salteado directamente, al vapor, en olla a presión, cocido, asado... Pero siempre procurando que quede al dente, nunca blandurrio.
A mí me gusta darle un golpe de vapor y luego saltearlo a fuego fuerte, o si tengo el horno encensido lo aso directamente.Cocer el huevo el tiempo que se prefiera, unos 10 minutos, y partir el aguacate en dos, reservando el hueso en la mitad que no vayamos a consumir ahora. Pelar el huevo y picarlo, trocear el aguacate. Tostar si se desea una mezcla de semillas y/o cereales al gusto.
Mezclar todos los ingredientes en un plato hondo o fuente. Batir en un cuenco el yogur con la mostaza, zumo de limón, vinagre, sal y pimienta negra al gusto. Sazonar la ensalada añadiendo ralladura de limón y hierbas provenzales a discreción, y servir con la salsa.
-------------
¿Y qué tal va vuestro reencuentro con la rutina? ¿En plena vuelta al cole? Eso me recuerda que tengo que hacer hoy la matrícula del próximo curso de alemán, Intermedio 2! Será un curso difícil.