Sí Any, son tus roscos, mejor dicho, los roscos de tu madre. ¡Cuán generosa fuiste al darme la receta de esa manera tan desinteresada! Aunque eso no es de extrañar en tí.
No se me ocurre otra manera mejor de contestar a tu misiva que a través de éste blog. Espero que no te moleste, es más, espero que te haga resurgir como el Ave Fénix, por ser el lugar a través del cual nos conocimos hace ya cinco años.
Me cuentas que todo se te hace cuesta arriba, que te sientes tan vacía y perdida que no sabes si achacarlo a los dolores de tu cuerpo o de tu mente cansada de tanto pensar. Desde que te conozco, siempre has luchado, siempre has intentado superarte, pero como bien dices, en esa lucha uno necesita aliados, una motivación. No voy a dejar que la pierdas, quiero que saques todo aquello que tienes escondido en el baúl de tu memoria. He llegado a conocerte bien, y sé que detrás de esa persona aparentemente fuerte, te escondes llena de miedos, débil y consumida por tus circunstancias. ¡Cómo me alegro que ese día tomaras la determinación de escribirme! de contactar con el autor de esas apáticas berenjenas publicadas en Petit Chef, pensando que no te contestaría, que simplemente pasaría tu comentario por alto y a otra cosa, mariposa. Pero lo hice. Ni te imaginas lo que supuso para mí ver que nuestra creciente amistad te proporcionaba de nuevo una motivación, un nuevo afán de superación. Recordarás cómo lloraba la primera vez que hablamos, ¡fué tan emocionante!, y ahora te pido perdón por ello, no me avergüenzo en absoluto, pero no era la imagen que quería trasmitirte, y es que soy mucho más sensible de lo que aparento, aunque eso ya lo sabes. Y ese es uno de los motivos por los que en buena medida fuí alejándome de éste mundillo. ¡Me he sentido tan desnudo tantas veces, tan vulnerable!. Pero soy como soy, eso no lo puedo cambiar, y me quedo con todo lo positivo y con toda la gente maravillosa con la que me he topado. Sobre todo tú.
¿Y tú me pides que te perdone por ser tan débil? Al contrario, serás tú quien deba perdonarme si no soy capaz de volver a infundirte esperanza, fuerza, motivación. Lo seguiré intentando, pero tendrás que poner de tu parte, no puedes cargar sobre mi hombro toda esa responsabilidad, así que te pido que vuelvas a poner toda la carne en el asador y que vuelvas a ser la Any de antaño, hazlo por mí, pero sobre todo por tí.
No se me ocurre otra manera mejor de contestar a tu misiva que a través de éste blog. Espero que no te moleste, es más, espero que te haga resurgir como el Ave Fénix, por ser el lugar a través del cual nos conocimos hace ya cinco años.
Me cuentas que todo se te hace cuesta arriba, que te sientes tan vacía y perdida que no sabes si achacarlo a los dolores de tu cuerpo o de tu mente cansada de tanto pensar. Desde que te conozco, siempre has luchado, siempre has intentado superarte, pero como bien dices, en esa lucha uno necesita aliados, una motivación. No voy a dejar que la pierdas, quiero que saques todo aquello que tienes escondido en el baúl de tu memoria. He llegado a conocerte bien, y sé que detrás de esa persona aparentemente fuerte, te escondes llena de miedos, débil y consumida por tus circunstancias. ¡Cómo me alegro que ese día tomaras la determinación de escribirme! de contactar con el autor de esas apáticas berenjenas publicadas en Petit Chef, pensando que no te contestaría, que simplemente pasaría tu comentario por alto y a otra cosa, mariposa. Pero lo hice. Ni te imaginas lo que supuso para mí ver que nuestra creciente amistad te proporcionaba de nuevo una motivación, un nuevo afán de superación. Recordarás cómo lloraba la primera vez que hablamos, ¡fué tan emocionante!, y ahora te pido perdón por ello, no me avergüenzo en absoluto, pero no era la imagen que quería trasmitirte, y es que soy mucho más sensible de lo que aparento, aunque eso ya lo sabes. Y ese es uno de los motivos por los que en buena medida fuí alejándome de éste mundillo. ¡Me he sentido tan desnudo tantas veces, tan vulnerable!. Pero soy como soy, eso no lo puedo cambiar, y me quedo con todo lo positivo y con toda la gente maravillosa con la que me he topado. Sobre todo tú.
¿Y tú me pides que te perdone por ser tan débil? Al contrario, serás tú quien deba perdonarme si no soy capaz de volver a infundirte esperanza, fuerza, motivación. Lo seguiré intentando, pero tendrás que poner de tu parte, no puedes cargar sobre mi hombro toda esa responsabilidad, así que te pido que vuelvas a poner toda la carne en el asador y que vuelvas a ser la Any de antaño, hazlo por mí, pero sobre todo por tí.
Cuando me diste esta receta, te prometí hacerla, creo que no he tardado ni dos días, pero no he podido averiguar lo que me pedías, sencillamente porque los encuentro deliciosos, no creo que les falte absolutamente nada, no obstante, y aquí voy a pedir el comodín el público, si a alguno se le ocurre añadir algún ingrediente que los mejore, bienvenido sea.
INGREDIENTES:
- 4 huevos.
- 175 grs. de azúcar.
- 150 ml. de leche.
- 150 ml. de aceite de oliva suave.
- 150 ml. de anís.
- Ralladura de 1 limón.
- 2 sobres de levadura royal.
- Harina, la que admita. Debe quedar una masa floja.
- Una pizca de sal.
- Aceite de girasol para freir los roscos.
- Azúcar y canela para rebozar una vez fritas.
PREPARACIÓN:
- Batimos bien los huevos junto con el azucar hasta que doble su volumen.
- Echamos los líquidos, la ralladura de limón y la pizca de sal sin dejar de batir.
- Vamos agregando la harina junto con la levadura y amasamos hasta conseguir una masa floja, que se pegue a las manos pero que podamos manejar.
- En una sartén, calentamos el aceite, nos engrasamos las manos con aceite (nos ayudará a que no se nos pegue la masa) y cogemos porciones de la masa, haciendo una bola con ellas en la que abriremos un agujerito con el dedo para darle la forma de rosquilla, que introduciremos en el aceite a una temperatura no muy fuerte (para que se hagan por dentro y no se quemen por fuera), hasta que estén doraditas.
- Rebozamos en la mezcla de azúcar y canela una vez sacadas de la sartén.