Mis pasos me llevan, como todos los días, a mi estudio. Abandono mis pies a su libre albedrío pues conocen de sobra el camino. Hace frío esta mañana y la gente deambula como si tuviera prisa por hacer algo. Pese a todo, me fijo que hay personas que, desafiantes a las inclemencias se entretienen charlando en grupos hablando de mil cosas que a escuchar no alcanzo. Alguien me ve y cuchichea con sus contertulios, y estos miran sin el menor disimulo cuando paso junto a ellos. Reconozco en ellos a mi ciudad de Vetusta.