Viernes.
Baloncesto, proposición decente y rock
Tras
tropezarnos varias veces con el "Chacho" Rodríguez en el
aeropuerto de Los Rodeos, salimos con 45 minutos de retraso hacia
Barcelona. La resignación pudo con nosotros al comprender que iba a
ser imposible llegar a tiempo para ver la actuación completa de Mike
Portnoy y su Shattered Fortress.
Pero
es probable que el piloto se pusiese de nuestra parte pisando a fondo
para recortar una media hora de vuelo. Todo se hizo un poco más
llevadero y la tensión se rebajó bastante cuando una azafata le
pidió matrimonio a bordo al sobrecargo y los pasajeros estallaron de
júbilo entre un "quesebesen" unificado.
Rachid
nos trasladó en taxi del aeropuerto al hotel. No hizo falta más que
una pequeña indicación para que localizara en su cabeza la
situación de la calle.
—Al
llegar al hotel, ¿podría esperarnos unos minutos para seguir hasta
el Pueblo Español?
—Sí,
sí, claro.
Pero
al llegar, Rachid nos avisó de que no podía esperarnos porque
delante del hotel había una parada de taxis. No era legal.
Dionisio,
el siguiente taxista de unos 60 años, continuó con la tarea tras
registrarnos fugazmente en el hotel.
—¿Y
qué hay en el Pueblo? —dijo sin ningún acento catalán.
—Un
festival de rock progresivo, o sinfónico como se llamaba antes.
—Uf,
vaya. ¿Y de dónde venís?
—De
Canarias.
—¡Ostras!
¿Solo a eso? ¿Y sin las parientas? Sois mis ídolos...
(Risas
extras)
Tras
un momento de silencio y tras pasar la plaza de España, Dionisio
añadió:
—Pues
en Can Zam está el Rock Fest también.
—Calle,
que lo sabemos, pero teníamos que decidirnos.
—Vienen
los Deep Purple.
—Ya,
ya, por eso.
—Y
los Aerosmith.
—Sí,
sí, para esos tenemos entradas en Tenerife el próximo sábado.
—No
paráis, ¿eh? A mí los Purple me molan, los clásicos de AC/DC, los
ZZ Top...
Dionisio
nos relató que un cliente italiano le había hablado de un grupo del
país transalpino que vienen a ser los homólogos de Barón Rojo y se
ocupó de ponernos una muestra en el equipo de música de su taxi en
un semáforo en rojo.
—Pero
yo, por ir a conciertos, he ido hasta Joan Manuel Serrat. 11 horas me
tuvo en cola la parienta para comprar las entradas. Bueno, a mí no
exactamente. Yo iba a comprar bocatas y cervecitas para que no le
faltara de nada. Bueno, aquí estamos, el Pueblo. Venga, dadle duro.
La
plaza de El Pueblo tenía un aforo perfecto para moverse entre la
gente. Y si hay que destacar algo de todo el fin de semana fue el
sonido pulcro y afinado, certero y ajustado, en un recinto
admirablemente sonorizado. El Poble Espanyol es un sitio perfecto
para escuchar música en directo.
Aprovechamos
para acercarnos hasta el escenario mientras el señor Portnoy bateaba
sin descanso con su Tama las primeras canciones de su Twelve-step
Suite. Esta exclusiva gira la hace junto a la banda inglesa Haken más
el excelente guitarrista Eric Gillete (Neal Morse Band), quienes
cumplen en la ejecución de forma extraordinaria. Eso sí, al
vocalista de Haken se le vio a veces un tanto incómodo para llegar a
las extremadas agudas notas de James LaBrie. Pero todo estaba muy
bien pensado. Gillete, quien se desenvuelve muy bien en el aspecto
vocal, aportó cuidado y finura a The Root Of All Evil. Portnoy, que
evidentemente no es un cantante brillante, interpretó a las voces
Repentance mientras marcaba ese contratiempo a la batería que le da
mucha más emotividad a ese soberbio tema. Cuando ya se pensaba que
estaba todo terminado y, a pesar de ser muy temprano, volvieron a
salir a escena y movieron a la masa como se esperaba con una Dance of
Eternity majestuosa, tema añadido a la suite que vale todo un
concierto.
Marillion
era otro de los platos fuertes del día. Las expectativas estaban
altas y así se mantuvieron, hasta el final. Un histriónico Steve
Hogharth, perfecto a la voz, subiendo y bajando mientras utiliza el
falsete en su justa medida para dar dramatismo a las letras, iba
perfectamente acompañado al bajo del talentoso y animado Pete
Trewavas y de la elegante guitarra de Steve Rothery. Los británicos
vinieron a presentar su última obra F.E.A.R. y por ello el setlist
fue un 90 % de ese disco. El punto más emocionante fue cuando
empezaron a sonar los acordes de The New Kings. Seguro que a alguno
se le fastidió la próstata mientras escuchaba atónito el recital,
pero no creo que le haya importado lo más mínimo.
Con
un buen sabor de boca y pletóricos por lo que habíamos presenciado,
nos subimos al taxi de Mustafá que nos llevó con corrección al
hotel, sin incidentes y ahorrándonos algún euro en la
carrera.
Sábado.
Gastronomía, el problema del servicio público y sorpresa en el
rock
Tras
la inspección a la zona gastronómica de Sants, Norberto nos recogió
en la estación no sin antes mantener una discusión bastante
acalorada con otro taxista que le había indicado a quién le
correspondía el turno. Por el camino, nuestro conductor
hispanoamericano nos dibujó los entresijos del problema del gremio
en Barcelona a través de un monólogo.
—Todo
lo que nos está pasando en este trabajo es poco. Nosotros mismos no
le paramos la bola a esa mierda y este que me acaba de decir le
conozco yo bien y es un hijo de puta. Perdónenme la expresión,
amigos. Le tocaba a él el turno, pero como ustedes los pasajeros no
llevaban maletas, ya vieron que la colita era próxima y no les
convenía. Si a mí me da igual, yo estoy trabajando y hago el
servicio que me toca. Además, si yo ya tengo el día ganado, que he
ido a Tossa de Mar. Bueno, amigos, aquí estamos, 6,25 €, y que se
la pasen muy bien. Hasta luego.
Abrir
un festival a las 17:15 de la tarde con todo lo que queda por delante es tarea ardua. Pero cuando una banda cree en lo que está haciendo y
se preocupa al milímetro de transmitir al público sus emociones
hechas canciones, el obstáculo es mucho menor. Con el sol todavía
dando en la nuca, Jardín de la Croix salieron a mostrar su post rock
atmosférico que llenó el recinto de sensaciones espaciales. Cada
canción es un capítulo individual de una novela diferente. La banda
pone toda la carne en el asador y por eso les ha llovido y le
seguirán lloviendo ofertas internacionales. Es difícil destacar a
un músico sobre otro, porque realmente son muy buenos todos, pero
Israel Arias es un batería al que habrá que seguirle la pista. Por
cierto, estuvo a nuestro lado un rato escuchando a Devin
Towsend.
Toda
la prensa alaba a Devin Towsend como un adelantado, un virtuoso y un
gran compositor, pero cuando la propuesta musical no nos llega, pues
no nos llega. Hasta aquí.
Según
cuenta la prensa especializada, Anathema acaba de grabar uno de sus
mejores discos, The Optimist. Aún no hemos podido escucharlo, si
exceptuamos la propuesta de algunos temas que nos hicieron desde el
escenario esa tarde. Lo que está claro es que a los hermanos
Cavanagh se les ve muy cómodos con lo que están haciendo, que ponen
mucho empeño y cuidado. Lo que son ahora no es más que una
evolución natural de lo que ya venían haciendo estos últimos años,
desde que dejaron de hacer death metal, ¿quién lo diría?
Nuestra
apreciación nos hizo suponer que el público joven que estaba allí
ese día lo hacía para verlos a ellos.
Siete
años han pasado ya desde que los viéramos en el Sonisphere de
Getafe a media tarde, con un sol que pegó tan duro sobre la frente
albina de Vincent Cavanagh, que al finalizar su actuación
seguramente tendría que ser atendido con tubos de aftersun.
Las
voces de Lee Douglas y de Vincent están perfectamente conjuntadas y
se funden para dar ese tono melancólico que actualmente posee la
banda. Sin embargo, antiguos himnos como Natural Disaster siguen
siendo los que motiven al personal. Quizás echamos de menos que
estas nuevas composiciones estén prácticamente desprovistas de
algún riff algo más roquero, pero no se puede pedir más.
La
banda cerró su actuación con unos bises improvisados por un
visiblemente desmejorado Daniel Cavanagh, acompañados de percusiones
varias y prometiendo volver a Barcelona y Madrid el próximo
otoño.
Jethro
Tull. 55 años lleva en la música Ian Anderson. No esperábamos gran
cosa de esta mítica banda, pero la sorpresa fue mayúscula. Sobre el
escenario apareció el eterno juglar que no paró en ningún momento
de tocar, cantar y dirigirse al público como un chaval de 20 años.
Anderson ha encontrado la banda perfecta para deleitar a su público
de siempre y proponerle al público actual una modernísima
reinterpretación de sus temas, gracias a la incorporación del joven
guitarrista alemán Florian Opahle, que se compagina con el resto de
músicos fluidamente. Anderson no fue nada egoísta, dejó que sus
músicos se explayaran en sus instrumentos, los jóvenes y los no tan
jóvenes. Por allí desfilaron temas de la talla de Aqualung, Thick
As A Brick o Living In The Past que Anderson introducía brevemente
comentando su año de composición allá por los ¡años 60!
Sinceramente, se nos borró del pensamiento que al otro lado de la
ciudad estaban los Deep Purple sobre el escenario.
Nuestro
taxista de esa noche pasó totalmente desapercibido. Un simple
chascarrillo que aludía al descanso y nos plantamos en la cama del
hotel a disfrutar en silencio de las buenas sensaciones.
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