¿Qué puede valorar
un sacrílego sobre el country y de una de sus más destacadas figuras? Como no
me hagan un recopilatorio del mejor country partiendo de lo mejor de los
recopilatorios de los mejores artistas de country, estamos aviados.
Abarcar toda
la carrera musical de un octogenario que tiene editados alrededor de 75 discos
se hace una tarea ardua, incluso cansina. 75 discos en 52 años de carrera salen
a dos discos por año, contando con los retiros y regresos. Pues eso.
Cuando no se
conoce a un artista, normalmente uno se dirige a un grandes éxitos, a un
recopilatorio (The Essential, 2003).
Si tras un par de rondas no ha gustado lo que se ha escuchado, lo mejor será
que no se siga intentando. Pero la tarea ya estaba empezada y había que
terminarla.
(¿75 discos? ¿75
ruedas de churros?)
La vida de
este músico es la lucha por la supervivencia, la lucha de muchos americanos que
nacieron y vivieron en la Gran Depresión. A los trece años, muerta su madre y
abandonado por su padre, ya se subía a los escenarios para eludir la recogida
de algodón con sus abuelos. Desde ese momento supo que la música era su
vocación, aunque intercalara trabajos eventuales como operador telefónico,
podador de árboles, militar en las fuerzas aéreas, guardia de un club nocturno,
obrero en un campo petrolífero o pinchadiscos. Una vida intrigante, sin ningún
tipo de cerca que pudiera acotar su forma de actuar. Una carrera musical llena
de luces y de sombras, de retiros y de regresos, de problemas con la justicia
por evasión de impuestos y por posesión ilegal de marihuana. Un activista
convencido, defensor de la agricultura familiar, de la marihuana, de los
biocombustibles y del matrimonio homosexual; crítico con la Guerra de Irak y
con la versión oficial del ataque terrorista a las Torres Gemelas (bastante
curiosa su opinión, por cierto). Un hippie en toda regla, sin ironías.
Una vida
musical que se inicia con los ritmos repetitivos de Funny How Time Slips Away, Hello Walls, Pretty Paper y Crazy, que
cuentan historias de tierras distanciadas, realidades lejanas que pueden
emocionar a la mayor parte del suroeste de los Estados Unidos y a parte de
Canadá y Australia. Eso, que “cuentan” historias que emocionan a esas gentes.
Tarea ineludible era escuchar los tres discos que lo encumbraron: Shotgun Willie de 1973, Redheaded Stranger de 1975, Stardust de 1978. Desde esos años, Nelson es ya considerado el mayor representante del outlaw country, una escisión del country tradicional de Nashville, una diferencia que solo pueden percibir los expertos en esta música. Una interesante y preciosa historia la de sus letras. Eso, una.
(¿75 discos?
¿75 ruedas de churros?)
¿Composición
musical? Hablamos de música, ¿no? Cuando escuchamos unos acordes que proceden
del country, el cerebro nos traslada a lugares concretos que hemos asimilado
como parte de nuestra otra cultura. Nos agrada esa traslación cultural, pero
solo para contextualizar. El mismo efecto podrían haber producido los acordes
ejecutados por un sitar en la India. Con una es suficiente.
Lo siento,
pero me pasa como con los cantautores: que produzcan veinte o treinta discos, y
a lo mejor extraeré un par de temas que me interesen (y me leeré veinte o
treinta libros de poemas suyos sin ningún problema). Pero no me pidan que me
fume un disco entero. Composiciones basadas en los tres mismos acordes de
siempre con la única variación, en aquellas canciones un tanto mejor
construidas, de un cambio de tono con el que se repite el estribillo una y otra
vez hasta la extenuación y un cambio de ritmo al galope de un caballo que ni
siquiera tiene el interés de ir desbocado.
(¿75 discos?
¿75 ruedas de churros?)
Digo yo, que
esto de la música va, por encima de todo, sobre música. Y es que en cuanto a
música, instrumentación, hay poca cosa: la música se convierte en una excusa
para plasmar historias. ¿No será mejor escribir un libro? Sin duda, sería leído
con gran entusiasmo.
No obstante,
siempre queda la libertad de opinión sobre el arte, que para eso es arte. O esta es la mejor música del mundo o la majadería más grande jamás
escuchada.