Se llama J., ha pasado los 53, aparenta más aunque mire en azul y sonría siempre.
Lo he atendido varias veces, al principio llegaba malhumorado porque no se resolvía su invalidez y, a pesar de su enfado, siempre entraba y salía con una sonrisa que no sabe evitar.
Ayer volvió, se encuentra peor, va con muleta y el lado derecho lo arrastra difícil en cada paso. Un problema de vértebras y la operación, que se está demorando ya dos años, lo enclaustran en su casa. (Sí, he dicho dos años). Me lo cuenta y sonríe con los ojos líquidos y añiles.
Me describe alguna pena más mientras respira. Se nota que le duele el aire, levantarse, andar.
Se le crispa el adiós en un ¡ay!, y sonríe.
hojas por el suelo,
arrastra poco a poco los pies
y la sonrisa