mirando el belén,
oigo como duermen
mis hijos
Pasa cada año en algún día de otoño. Un viento frío arranca las hojas más altas de los arces; son de un color ocre luminosos. El aire en remolino las mantiene unos segundos revoleando en un sube y baja, como si no tuvieran otro quehacer.
las hojas del arce
arremolinadas por el paseo,
el viejo con su garrota
Hace unos años, en una boda, lo habitual era que se leyera, por ejemplo, la lectura de la primera carta de San Pablo a los corintios:
El amor es sufrido, es benigno;
el amor no tiene envidia;
el amor no es jactancioso, no se envanece…
O la más fogosa del Cantar de los cantares
Mi amado es para mí y yo para él.
Porque el amor es fuerte como la muerte;
el celo, obstinado como el infierno.
Sus saetas son saetas de fuego.
Las grandes aguas no pueden apagar el amor
ni los ríos arrastrarlo.
pero los tiempos cambian, incluso las costumbres culinarias… hace un mes nos enteramos que las tartas nupciales ya no se estilan… lo supimos tarde, la tenemos encargada a la Suiza.
La sociedad cambia, a estas alturas de la vida yo debería ser el padrino y mi hija, que es la madrina , la novia.
Y antes los novios se limitaban a decir: sí quiero y era suficiente - pero la influencia de las muchas películas americanas viendo como dan discursos en las celebraciones – padrinos, amigos, y demás - nos pone en estos aprietos.
La vida da vueltas; bodas sin tarta nupcial, madrinas las hijas…pero lo que no pasa de moda es querer … , con querer me refiero no solo al amor de pareja que nos llena con la pasión y las palabras; también al filial, que se mueve en vaivén, del orgullo a la ternura; al fraternal que lo encontramos en los momentos más difíciles y nos entiende aunque no encuentre motivos; y al no menos importante querer de los amigos y amigas, que a fuerza de compartir y mezclar risas, confidencias y no pocas cervezas inventa un adn común.
Muchas gracias a todos por estar ahí.
No he resistido la tentación de hacer algo parecido a un haibun referido al principio de una mañana.
En un día cualquiera suenan simultáneamente nuestros móviles en función despertador; en mi mesita la fotografía de mis hijos en edad casi adolescente me da los buenos días – en ocasiones pienso que debería ir actualizándola.
Mientras Llanos saborea su café, en su taza preferida sin asa, y yo el cortado, pasamos del fregadero al lavavajillas algún plato de loza blanco con ribete dorado que forma parte de una vajilla que le regaló Fabi a Llanos, y también guardamos algún estilizado vaso acanalado de cristal, recuerdo de su padre Ángel, y en el que la noche anterior me bebí un vino (o tal vez dos).
Llanos se fuma el primer cigarrillo repasando los wasap. Tenemos algunos grupos comunes y dos con el nombre en inglés de family, pero naturalmente con iconos distintos.
En el icono de Llanos hay tres minions, eso dibujos amarillos tan graciosos que utilizan una mezcla de lenguas que van del español al japonés. No sé a quién representan, tal vez los dos mayores sean Ángel y Pilar y el del gorrito de papá Noel sea Elena de pequeña.
En fin, en ese grupo a menudo se ve: algún video con tontunas pero lo que más a menudo aparece son mensajes de:
He cogido cita para ver a mamá a las 6.
Y luego suma de otros, con y yo también voy de Criti y Tomás, de Pilar y Jesús cuando dejan un rato los libros o de cualquier otro del grupo. Después de las 6 llegan videos de Prospe tarareando, siempre afinados y dulces, esos recuerdos que le vuelan.
Yo, cuando realmente supe que me querían fue cuando me incluyeron en su grupo de wasap.
El icono de mi Family es más clásico: es de hace ya tiempo. Una fotografía en la que María de bebé, ya con un vestido rosa, descansa en brazos de mi madre sedente y sonriente con sus pequeños ojos brillantes; mi hija Carmen le coge un pie a María y mira a la cámara. A Gabi con pelo corto, bien peinado y arreglado, a veces es difícil reconocerlo; Fernando, vuelta la cara y ajeno al fotógrafo y al mundo, vigila a su primo. Mi padre parece que se encuentra en segundo plano, no sé muy bien qué hace, tal vez esté controlando a los dos nietos para que aguanten en el plano.
Aquí los mensajes oscilan también entre tontunas varias y las fotografías de tomates, melones o pimientos de los hortelanos Jesús y Concha.
Mi hermana Carmen, siempre pendiente, contesta a todos.
Supe que mi familia quería a Llanos cuando la añadieron al grupo de wasap.
Antes de irnos a trabajar, nos despedimos con un beso y con un no corras y ten cuidado de Llanos. Yo le deseo que se le dé bien la mañana, es nuestra forma matinal de decir que nos queremos.
Generalmente al llegar al trabajo envío los buenos días, con desigual fortuna, a Carmen y Gabi. Vamos que Carmen siempre contesta o se adelante y Gabi creo que ha instalado un programa para responder una vez cada semana - cosa de informáticos -, pero es cierto, que compensa su silencio de wasap con intensas llamadas vespertinas de teléfono.
Tengo la suerte de poder ver desde mi puesto de trabajo como mueve el viento las ramas entrelazadas de dos tilos y como en sus copas van pasando las estaciones. En primavera les brotan una falsa hojas con semillas, brácteas se llaman, que al desprenderse revuelan unos metros como helicópteros de papel.
Con la entrada en el otoño, aunque pierden algunas hojas, se doran y se embellecen. Y sus ramas siguen rozándose cada día.
Tal vez, Llanos, nosotros como los tilos estemos empezando nuestro otoño, - pero yo más - así es que, seguro que como ellos, estamos en el tiempo propicio para embellecernos juntos – pero tú más.
boda en octubre,
las familias se juntan
sin el wasap
Del invierno astronómico aún quedan vientos racheados y nubes grises en estratos. Han brotado, casi de un día para otro, las flores melificadas de los almendros y las pentámeras rosadas de los prunos. Los árboles colorean el horizonte medio del campo.
El camino de la Cabrera se ha convertido en una forma cómoda para salir del asfalto; por ahí vienen -sobre todo en primavera - los peregrinos desde levante buscando Santiago. Pues eso, tomo el camino y luego el primer desvío hacia la derecha, dejando atrás la casa de los Gnomos, en dirección a la lonja municipal de frutas y verduras.
En la ribera izquierda, en unos zanjones para desagüe, se encuentra un rodal de pequeñas flores que solo se aprecian si el caminar es tranquilo; es necesario agacharse para advertir la belleza del azul de la verónica del campo, con su tallo postrado y pubescente. Y fijarse, matematicamente, en la asimetría suave del color de sus pétalos.
Por estos andaderos abundan los dientes de león, aún amarillos; muy pocos han sacado sus vilanos voladores. Son flores que buscan soplos de niños y vientos.
Las fumarias, también prolíficas, florecen en racimos erguidos con colores morados-rojizos.
Y las orugas, y las rabanizas, y otras y más de aromas mínimos y verdes; pero hay que seguir andando si queremos llegar a casa; ahora por el asfalto, por las calles llenas de vida y sombras.
¡Ufff, casi se me olvida volver a ponerme la mascarilla!
violetas:
en la yema del dedo
sus pétalos
Vendió su casa sin agonía y con lo ganado adquirió acciones de El Corte Inglés. Lo planeó con tiempo y silencio. Estudió las leyes mercantiles de la bolsa y de la propiedad horizontal, con detalle, minuciosamente, fotografiando los artículos más escondidos, allí donde los legisladores insertan la composición de los alimentos procesados.
Antonio se mudó - con sorpresa de todos - de okupa a El Corte Inglés. Pero él conocía los metros cuadrados que le correspondían con su inversión y que se convertía en copropietario de la tanteaba parte del edificio de Albacete que se levanta en la avenida de España, 30-32.
El primer día que se negó a salir disfrutaba, en la sección de electrónica, de un documental de flores en veinte televisiones. El guarda de seguridad se puso chulesco y desorientado. Antonio le enseñó un auto de la sala de lo civil de la audiencia provincial que admitía una demanda de dominio compartido - como si fuera un apartamento de multipropiedad - y que imponía medidas provisionales de ocupación y custodia. El guarda llamó al teléfono rojo de emergencia y le pasaron con el despacho de Garrigues Walker que le obligó a guardar la metralleta y a que le consintiera pernoctar esa noche en el departamento de lencería de la segunda planta. Al día siguiente vinieron abogados en traje nuevo que, se fueron por la tarde sin poder echarlo y haciendo migas con él.
Al asunto no le quisieron dar publicidad para que no se extendiera su ejemplo, solo Iker Jiménez insinuó algo en un especial nocturno. Los letrados añadieron más anexos para que los que adquirieran nuevas acciones no pudieran imitarlo.
Antonio Muñoz ocupó El Corte Inglés solo por utilizar el ático y disfrutar de los atardeceres verdes, alboreados, con luces de publicidad. Ninguna otra razón. Lo acondicionó a su manera: con plantas endémicas y bichos de varios colores.
Antonio se gana la vida como macrofotógrafo - pidió excedencia como visitador nocturno - y, en su oficio, convierte: la brizna en bosque, la hormiga en un depredador y al milano lo inmoviliza en la corriente de aire.
Antonio ama a los animales, y ellos a él, en algunas fotografías parecen que están posando como modelos italianos.
Todo esto lo cuento solo para que entendáis lo que voy a narraros ahora.
Una tarde, sentado con su pijama de rayas rojas y blancas, entró volando al ático una abeja cansada. Se dio cuenta de que no lograba levantar el vuelo. Se posaba, intentaba agitar sus alas quitinosas y caía una y otra vez.
No sé qué hubieran hecho otras personas: darles un zapatillazo, o contemplar la derrota. Pero él, sacó un platito con agua y azúcar y se lo dejó al lado.
La abeja se acercó y libó. Dice Antonio que bajó un momento a la sección de entomología para ver si encontraba un tratamiento más adecuado, pero cuando regresó la abeja ya no estaba.
La historia así ya queda asombrosa. Pero la naturaleza es increíble. Ahora por la terraza vuelan cada tarde abejas en busca del platito con agua azucarada. Allí paran.
No me extrañaría que algún día le llevaran gotitas de miel.
p.d. En Albacete, ya nadie se sorprende si se encuentra en la tienda gourmet del El Corte Inglés a Antonio en pijama.
Para Antonio Muñoz
Hace años intenté adquirir la costumbre de leer en la cama, imagino que es la influencia de las películas americanas, los protagonistas parecen inteligentes y felices; a mí siempre me resultó incómodo. Opté por escuchar la radio nocturna, oía de todo menos programas deportivos. Ahora, acorde al siglo, he trocado la radio por los podcasts y he modernizado los auriculares.
Los guardo en una cajita albicolor acanalada de 4x5x2.5.
La foto es de mis hijos; mi hija vivía los veinte años, mi hijo los dieciocho recientes; los dos visten de negro, un negro brillante de fiesta - posiblemente de esa nochevieja - y sonríen. Gabriel inclina la cabeza y achina la mirada con la sonrisa, protege el corazón de los vaivenes de la vida cruzando los brazos; Carmen le pasa el brazo hasta el hombro derecho y reposa levemente la cabeza en un gesto que es, mitad arropar mitad arroparse. El fondo es irrelevante, se encuentran entre el dintel de una puerta de roble y una cortina floral.
El portarretrato es de madera - 19x15 - recubierto de una pátina dorada y gastada.
Jerezana, estilizada y elegante, blancas las cachas como nubes al chispear. Resaltan en ellas cuatro incrustaciones de hilo de latón: dos cerca de la palanquilla y otras dos rozando el rebajo plateado. Un par de remaches, menores que los de tipo ojo de perdiz, le crean la mirada. En el lomo de la hoja cabe el reflejo de la luna llena.
Como solo la llevo en tiempo de fríos y vientos, he optado por dejarla a mano para defenderme de las pesadillas veraniegas.
La hoja: espesor de 2 mm.; acero inoxidable; 10 cm. de largo y con la uña marcada.
en la mesita de noche:
auriculares, portarretratos
y mi navaja
Seleccionado para publicarse en el III Concurso Internacional de Haibun Albacete Ciudad de la Cuchillería.