El sol de la tarde tumba las sombras: la de la tapia, la de los árboles y las de los saludos. Tuerzo enseguida a la derecha y luego a la izquierda. A las flores enjarronadas aún se les nota el color pero apuntan a mustias; mi hermana Concha no tardará en pintarlas y rociarlas de un nuevo aroma.
Unas hormigas corren ordenadamente una tras otra, rápidas como si se terminara el verano; los pájaros trinan en vaivén formando el silencio.
La visita es corta, nunca he sido hombre de muchas palabras y ahora tampoco de rezos. Antes de salir me acerco a recordar a mi primo César.
sombra de ciprés,
las hormigas en hilera
por la lápida de mi padre