No le temas, no ha llegado para ser tu enemiga, sino para disponer tu ánimo en sintonía con lo que sientes y darle rienda suelta sacándolo de ti.
Si le cierras la puerta siempre querrá entrar, devorándolo todo para quedarse y no marcharse jamás. Por el contrario, dale la mano, déjala entrar libre y enséñale las dependencias de tu alma. Invítala a tomar asiento y pídele que te cuente a lo que viene. Habla con ella, dialoga, mírale a los ojos y muéstrale que no le tienes miedo. Tampoco odio, ni rencor, ni siquiera esa rabia contenida contra lo que se teme.
Hoy permítete sentir con libertad lo que tu corazón te grita. No va a pasar nada. Y si algo vas a sentir es calma después de la tempestad, brisa suave sobre tu piel, caricias suaves meciendo tu mirada y brillo de plata alumbrando la esperanza de seguir siendo dueña/ dueño de ti.
Déjela pasar…no la temas…se su compañera, hazte cómplice y cuanto más cerca estés de ella mejor podrás convencerla de que junto a ti… está de más. Y se irá…despacito, pero se irá contenta de haberte mirado a los ojos, de haber cumplido su misión liberándote del dolor. Se irá plena dejándote el alma dispuesta… para comenzar de nuevo.
DESDE UN ANTES Y UN DESPUES