Entre-vista en tramos-e realizada por Rolando
Revagliatti
Silvia Guiard nació el 5 de
noviembre de 1957 en Buenos Aires (ciudad en la que reside), la Argentina.
Es Profesora para la Enseñanza Primaria y Bibliotecaria Escolar. Desde hace
treinta y cinco años se desempeña en escuela primarias dependientes del
Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, inicialmente como maestra de
grado y en la actualidad como bibliotecaria. Es Profesora de Español para
Extranjeros (durante algunos años en distintos institutos y en el Laboratorio
de Idiomas de la Universidad de Buenos Aires). Entre 1979 y 1992 formó parte del
grupo surrealista que editó las revistas “Poddema” (números 1 y 2) y “Signo Ascendente” (1 y 2-3)
y de la continuación del mismo como Grupo Surrealista de Buenos Aires. Desde entonces
se difunden versiones suyas al francés de artículos y poemas. Coordinó la
traducción del libro “La estrella de la
mañana: surrealismo y marxismo” de Michael Löwy, aparecido en 2006 a través
de Ediciones El Cielo por Asalto.
Por invitación de su autor, en el volumen se
incluye un apéndice de su autoría: “Buenos Aires, el surrealismo en la lucha
contra la dictadura”, disponible en http://www.signosdeltopo.com.ar/SitioAnterior/surrealismovsdictadura.htm .
Realizó diversas presentaciones o performances o
creaciones poético-musicales con Oscar Pablo Baldomá, Luis Conde y otros
músicos: uno de esos espectáculos ha sido “Pájaro de toque” en 1996. Dos son
las obras para chicos ya publicadas: “Lombrices”
(Libros del Quirquincho, 1997), “Cantos
de dinosaurios” (Editorial Amauta, 2011), y dos las que permanecen
inéditas: “Chantilly, el gato negro”
y “El duende del chaparrón”. Además
de colaborar en revistas y blogs, lo hizo en publicaciones del movimiento
surrealista: “Surr” (de París, Francia), “A phala 2” (de San Pablo, Brasil), con
su ensayo “Tierra adentro” en “Salamandra” (de Madrid, España). También en los
libros colectivos “The exteriority
crisis” (Berkeley, Oyster Moon Press, 2008), “Crisis de la exterioridad” (Madrid, Enclave de Libros, 2012), “Ce qui sera / Wht will be / Lo que será” (Amsterdam,
Brumes Blondes, 2014). Fue incluida en las antologías “Nueva poesía argentina” (selección de Jorge Santiago Perednik,
1989), “Surrealist women” (selección
de Penelope Rosemont, Austin, University of Texas Press, 1998), “Indicios de Salamandra” (Madrid,
Ediciones de la Torre Magnética, 2000). En 1999 apareció su plaqueta
“Mujer-pájaro en el círculo del sol” y en 2010 la titulada “Relampaguea”
(Cuadro de Tiza, Santiago de Chile). Poemarios publicados: “Salomé o la búsqueda del cuerpo” (1983), “Los banquetes errantes: diario de viajes” (1986) (ambos de
Ediciones Signo Ascendente y bajo el seudónimo Silvia Grénier). Ya con su
propio apellido aparecieron “Quebrada”
(1998), “En el reino blanco” (2006),
a través del sello Tsé-Tsé.
1 –
Tengo sabido que desde chica intentaste cuentos y poemas. Y que a los 17 años
participaste de uno de los grupos del taller de escritura Grafein. Te propongo,
Silvia, que evoques aquellos primeros escarceos antes de incorporarte al taller
y durante el mismo, quién coordinaba, cómo prosiguió tu evolución en los años
que llegaste a cursar en la Facultad de Letras.
SG – Mi experiencia infantil de escritura arranca sin
duda de la intensa y muy feliz experiencia de lectura. En mi casa de infancia los
libros brotaban de todas las paredes –incluso algunos muy viejos que habían
sido de mi abuelo. Era una selva que yo exploraba en total libertad, aparte de
mis propios libros y las Fabulandias,
aquellas maravillosas publicaciones de Editorial Codex que religiosamente nos compraban en el el
kiosco. Según mi recuerdo, fue una noche que estábamos viajando en auto y mis
dos hermanas se habían dormido cuando me fui contando a mí misma un cuento que
memoricé y escribí más tarde en casa. Siguieron otros, variaciones del cuento
de hadas típico. Como mamá me había enseñado a usar la máquina de escribir –de
las negras, altas, con un aro dorado en cada tecla- y me divertía usarla, fue
como un juego para mí pasar los cuentos
y poesías y abrocharlos en un librito que dedicaba a algún miembro de mi
familia. Desde luego era un juego serio y que me enorgullecía mucho. Hice dos o
tres de ellos entre los ocho y los diez años, quizás.
A los once la escritura se convirtió, por el contrario, en mi espacio
secreto. Aparte de comenzar a llenar un cuaderno Gloria tras otro con
reflexiones y confidencias personales, inauguré uno especial donde iba pasando
en limpio poemas ya con una pretensión más “seria” y que no le mostraba a
nadie, salvo muy rara vez. Eran mi fortaleza oculta.
Llegué al taller Grafein en 1975 por una amiga de mis padres que
estudiaba Letras. Participé durante un año de un grupo coordinado por Mario
Tobelem. Yo estaba en 5º año del secundario y era la única adolescente; los
demás eran estudiantes universitarios o adultos aun mayores. La propuesta del
taller era la acción, la escritura a partir de consignas o juegos colectivos –después
supe que muchos de ellos, como los cadáveres exquisitos que experimenté allí
por primera vez, tenían su origen en el surrealismo. Fue una experiencia de
maduración importante, el inicio de una relación objetiva con la escritura. Y
desde luego, como yo era una piba, escribir con adultos que me tomaban en serio
era estimulante. Entre los compañeros recuerdo a Fernando De Giovanni, que fue
muy afectuoso y me alentó a seguir escribiendo.
Entré a la Facultad de Filosofía y Letras en el 77. En la puerta del
viejo edificio de la avenida Independencia al 3000 nos recibía, por supuesto,
la policía. Salvo algunas amistades y las lecturas propuestas en la cátedra de
Graciela Maturo, lo más importante de mi paso por la facultad ocurrió en el bar
de la esquina, “Boliche”. Allí una amiga y yo descubrimos un cartelito convocando
a un “Club del Cuentista” que sería coordinado por Abelardo Castillo. Fuimos
juntas. Era en un Ateneo Cultural o algo así (no recuerdo el nombre preciso) en
un edificio de Corrientes y Suipacha. Castillo nunca apareció y entre los numerosos
jóvenes que nos encontramos en torno de esa mesa había más poetas que
cuentistas. Dos de ellos serían, con el tiempo, mis primeros compañeros del
grupo surrealista. Éste ya estaba en pie cuando, en el 80, abandoné la
facultad. La censura y estrechez intelectual que allí se respiraba contrastaba
demasiado con la libertad, la creatividad y el interés apasionado de nuestras
discusiones y actividades.
2 – En http://lainfanciadelprocedimiento.blogspot.com.ar/2007/08/silvia-guiard.html , respondiendo a una encuesta, en 2007, te referís
a “la infancia de la operación de índole mágica”, opino, de un modo excelente.
Unos años transcurrieron: ¿te animarías a añadir consideraciones sobre la escritura,
y acaso sobre “En el reino blanco”? ¿Hay por allí algún poemario inédito?
SG – En la encuesta que mencionás me refería a la escritura como operación
mágica capaz de transformar el plomo en oro o como fotosíntesis que crea el
oxígeno espiritual necesario a la vida. Ambas imágenes se corresponden al modo
en que surgieron los poemas de “En el
reino blanco”. Aunque editados en 2006, fueron escritos entre 1992 y 1997,
en un periodo de gran desolación marcado, en lo personal, por una separación
amorosa, el cese de actividades del grupo surrealista, la muerte de familiares,
enfermedad, duelo y soledad; todo ello
inscripto en el clima de derrota, disolución, pérdida de horizonte y retroceso que esos años
representaron a nivel político, cultural y social. Recuerdo que entonces caminaba
todo el tiempo mirando al suelo. Pero una noche, teniendo frente a mí ese vacío
-y mi inolvidable Olivetti- escribí el que sería luego el primer poema del
libro, y que no es sino la expansión de una única y obstinada afirmación: “Existe el mar”. Sea lo que sea ese “mar”
–el deseo, el principio vital, la propia escritura, el inconsciente, el Eros en
su más vasto sentido- puedo decir que, a la larga, en él se originó para mí
nuevamente la vida; pero también que su postulación en aquel contexto era un
abierto desafío a las circunstancias. Por lo cual, a lo escrito en 2007 cabe
agregarle ese carácter de desafío, rebelión, lucha, que entraña la escritura. Rasgo
que aparece, de modo explícito, en la introducción o “palabra preliminar” del
libro: “En el reino blanco toco mi pelo,
súbitamente encanecido y triste. ¿Qué hacer? ¿Tejerlo y destejerlo como una
lívida Penélope del aire? ¿Esperar en silencio la llegada de Nadie? / ¡Caramba:
no! Toco en mi sueño el talismán azul: mejor trenzar con esos melancólicos
cabellos cuerdas blancas. Tensarlas. Levantarse. Cantar. (…)”
Estas cuerdas evocan en principio las
de un instrumento musical o aun las propias cuerdas vocales, pero sin duda
también aluden a la cuerda sobre la que el equilibrista atraviesa el abismo y a
aquella que nos saca de un pozo y nos permite impulsarnos para ascender. “Cada poema es una cuerda blanca. Sobre esas
cuerdas me sostengo y bailo”, dice el final de la introducción. Hace poco y
por casualidad me topé en un viejo libro sobre la India con una descripción de
la llamada “prueba de la cuerda”. Un tradicional acto de magia yogui en el cual
el mago lanza hacia el cielo el extremo de una gruesa cuerda de varios metros,
cuya punta opuesta retiene en una canasta. La soga queda tensa, erguida y
rígida como una vara y el mago hace trepar por ella, como por un árbol, a un muchachito
que se pierde en las nubes. Desde que leí esta curiosa historia no dejo de
pensar que su dinámica subyacía de algún modo en la imagen que me formaba
entonces de esos “poemas-cuerda” que,
partiendo de la áspera tierra, ascienden
impulsados por el propio deseo y permiten alcanzar un plano superior –superador-
de emoción o conciencia, experiencia, expresión, comprensión, etc.
Me doy cuenta ahora de que esa cuerda
que une la tierra y el cielo aparece explícitamente en el libro. En el poema “Fugas” se evoca en un momento un mito
chaqueño según el cual las primeras mujeres vivían solas en el Mundo de Arriba
y bajaban de noche por una cuerda a robar la comida de los varones. El poema invierte
el sentido del movimiento, en una suerte de “huida hacia arriba”, diciendo: “O bien ir hacia el Chaco / redescubrir en
medio de la selva la cuerda legendaria que una vez fue cortada / y trepar otra
vez hacia el Mundo de Arriba / donde habitaron / solas / las primeras mujeres /
Criaturas del Cielo / poderosas hechiceras del aire / extenderme de galaxia a galaxia
sosteniendo en mi mano las tormentas / y acostada entre las constelaciones /
soltar mi baba blanca sobre el mundo / para crear las flores y las telas de
araña / y la almohadilla del rocío”. Quizás esta cuerda hacia el cielo es
condición o columna vertebral de toda creación o acto poético en general.
Con respecto a poemarios inéditos, lo
próximo que espero publicar tiene también un sentido ascendente pero más
literal: lo que asciende allí es en verdad un árbol y la mirada y el
pensamiento que lo acompañan. Hace unos años mi compañero y yo acampamos varios
días en un lugar a orillas del río Litrán, en la provincia de Neuquén, en medio
de un bosque de pehuenes. Tiempo después escribí varios poemas y este verano
volvimos para tomar más fotografías de este árbol extraordinario por su
antigüedad y por la personalidad y expresividad de su presencia.
3 – Cuenta con un poema-prefacio de tu autoría el poemario “Lilith”
(1987), de esa maravillosa poeta argentina, Carmen Bruna, fallecida a los 85
años en este 2014. Ya por teléfono, Silvia, te anticipé hace pocas semanas, que
si aceptabas este reportaje, te invitaría a que nos hables de ella. Y eso hago.
SG – Fui amiga de Carmen Bruna desde 1982, año en el que ella se incorporó
al grupo surrealista Signo Ascendente del que yo formaba parte. Ella tenía
entonces 54 años y yo unos 24. Nuestra amistad duró tres décadas. Compartimos
la pertenencia al grupo tanto como el vínculo personal, aun cuando cesaron las
actividades colectivas. Antes del prefacio al que aludís, le dediqué el poema
“Señas”, fruto de la emoción de aquel primer encuentro en el que nos
reconocimos todos como tripulantes del mismo barco ebrio. Carmen tenía publicado
ya su primer libro, “Bodas”,
aparecido recién en 1980 pese a que ella
había estado ligada al grupo Poesía Buenos Aires en los 50, época en la que
había descubierto además el surrealismo. Cuando la conocimos, había dejado
atrás una primera etapa de su vida en la que había estudiado Medicina –sobre
todo por presión de sus padres, inmigrantes italianos que trabajaron aquí como
albañil, el padre, y costurera, la madre- y había partido, ya con su compañero,
a trabajar durante doce años en poblados rurales y fronterizos de las
provincias de Salta, Misiones y Neuquén. De regreso a Buenos Aires –con tres
hijos- había sufrido dos golpes que marcaron su madurez: fue atropellada por un
auto en la autopista Panamericana, accidente que le valió meses de postración y
consecuencias físicas, como la sordera. El otro golpe fue la ruptura de su
matrimonio, que vivió dramáticamente. “Para amar sin medida / he convocado a las
negras olas de la desesperación” escribió. Pero en su desesperación de amor sintió la de toda la condición humana, todo el dolor de la vida
asediada por la muerte. Desde su regreso a Buenos Aires solo
se dedicó a escribir. La poesía
no era su carrera sino su vida, su manera esencial de respirar, de resistir la
condición humana, su búsqueda de un más allá de magia cotidiana.
Su voz es, como su vida,
esencialmente pasional. Sensual, traspasada de aromas, estremecimientos,
relámpagos y susurros; acariciadora o violenta, enamorada,
rabiosa o melancólica. El turbador
desborde de sus imágenes no deja indiferente a nadie. Y aunque para el gran
público su obra es desconocida, su difusión no es poca. Provino siempre de aquellos
que se apasionaron al leerla. Además de participar en Signo Ascendente –que
editó dos de sus libros: “Morgana o el
espejismo” y “Lilith”-, Carmen se
vinculó y mantuvo correspondencia con muchos poetas que admiraron su poesía y
la difundieron en revistas, ciclos de lectura, antologías o blogs e impulsaron
la edición de sus otros libros.
Actualmente se está preparando en Montreal
una versión en francés de poemas suyos en la Editorial Sonámbula, a cargo del
surrealista mexicano Enrique Lechuga. En enero de este año, Lechuga me propuso
escribir la presentación para el libro y me envió la lista de los poemas
seleccionados. La noche del 14 de enero, antes de acostarme, desparramé en mi
mesa todos los libros de Carmen para ir releyendo cada uno de esos poemas. Y
esa noche soñé con ella. En el sueño ella se había mudado y yo iba a conocer su
nueva casa. Era una suerte de cabaña en una isla que recordaba el Tigre. Para
llegar cruzaba a nado un río y era muy nítida la sensación de la frescura del
agua. Todo estaba muy verde, despejado y brillante de sol y Carmen llegaba a la
casa rejuvenecida, caminando junto a su compañero. Íbamos a comer, al parecer,
un pollo asado que se veía en el centro de una mesa. Lamentablemente, alguien
llamó por teléfono y me desperté.
Esa tarde recibí otro llamado
telefónico, esta vez de su hijo: Carmen había muerto un rato antes. Era 15 de
enero. Al día siguiente, su velorio fue íntimo y breve. Como en mi sueño, el
sol resplandecía en Buenos Aires. Pero también la luna llena se veía todavía en
el cielo. Los dos astros estaban así presentes en su despedida.
Ese mismo día llegó a mi domicilio un
ejemplar destinado a ella del Almanaque surrealista “Ce qui sera / What will be / Lo que será”, publicado en Amsterdam,
donde se incluye uno de sus poemas inéditos. Otros habían aparecido meses antes
en “A phala 2”, en San Pablo. Muchos permanecen inéditos, organizados en dos
volúmenes que ella misma tituló: “Perséfone”
y “Los ritos”. Nos esperan, aún.
4 – Mucho
valora tu impronta surrealista el escritor colombiano Raúl Henao. Y, en efecto,
es muy conocida tu poética por grupos surrealistas de otros países. ¿Nos
hablarías de esos otros grupos? ¿Cuál es el entramado vigente del movimiento?
SG – Existe
efectivamente un entramado vigente –es decir, vivo- vasto y complejo del
movimiento surrealista. Hay grupos y revistas con una larga historia y otros
surgidos no hace tanto. La relación que tengo con varios de estos grupos deriva
de la que entablamos desde el nuestro en la etapa en que se publicaba la
revista “Signo Ascendente”. Siempre me resultó asombroso y conmovedor el que
hayamos podido, en plena dictadura y en aquellos tiempos previos a internet,
vincularnos con el exterior. Contábamos solo con los nombres que figuraban en
las revistas editadas en París en los años 60. A partir de ese dato, gracias al
viaje de una amiga a Europa y el de dos de nosotros a Brasil, llegamos a
contactarnos con Sergio Lima, de San Pablo, y con el grupo de París. Del intercambio con éste derivó a su vez la
conexión con los grupos de Praga, Chicago, Estocolmo y Madrid. En 1982, el
número 2-3 de “Signo Ascendente” incluyó materiales enviados por estos grupos y
del libro colectivo la “Civilisation
Surréaliste” (París, Payot, 1976). Con el tiempo surgió la idea de un
Boletín Internacional del Surrealismo. Un primer número apareció en el 91 con
la intervención de los cinco grupos
mencionados y el nuestro, entonces integrado por Oscar Pablo Baldomá, Carmen
Bruna, Luis Conde, Julio Del Mar y yo. El Nº 2 salió en el 92. Incluía una declaración
colectiva firmada en doce países en repudio a las celebraciones del Vº
Centenario del “descubrimiento” de América. La versión inicial de la misma fue
redactada en París, pero a partir de una propuesta de Buenos Aires -y debo decir que tomando como base el texto de
mi autoría enviado junto a esa propuesta (“Tierra Adentro”). Pablo Baldomá,
Luis Conde y yo difundimos esa declaración en la Contramarcha realizada en
Buenos Aires para el 12 de Octubre. Poco después, por una conjunción de
situaciones, nuestro grupo dejó de funcionar como tal. Cierta impasse se produjo también a nivel
internacional, ya que el previsto número 3 de aquel Boletín nunca vio la luz. Sin
embargo, esos grupos continuaron activos y vinculándose entre sí. A mi
dirección siguió llegando correspondencia y, con el tiempo, retomé el contacto
con ellos. Años más tarde los conocí personalmente durante un viaje. Textos o
poemas de mi autoría han aparecido en sus revistas, en especial en “Salamandra”,
de Madrid, en antologías y libros colectivos. No me resulta fácil, sin embargo,
definir mi relación actual con el movimiento surrealista y por ello he optado
por no definirla y dejar que acontezca. Cada una de las propuestas o
iniciativas a las que decidí sumarme fueron inspiradoras y plenas de sentido.
En los últimos tiempos se produjo una
reanimación de las relaciones entre grupos. Este año 2014 ha visto ya varias
iniciativas importantes. Del 5 al 17 de junio, una muestra internacional en Montreal
reunió obras de unos 75 participantes de distintos países. En enero de 2014
apareció en Amsterdam el libro “Ce qui sera / What will be / Lo que será
: Almanac of the International
Surrealist Movement”. Presentado por Her de Vries y Laurens Vancrevel, de
la revista “Brumes Blondes”, como homenaje a los cincuenta años de la misma,
este almanaque incluye material de ciento setenta y tres colaboradores de veinticinco países. A las imágenes, poemas,
textos teóricos, encuestas o reseñas de juegos se suma la cronología realizada
por Miguel Pérez Corrales –español residente en Canarias- “Cinquante ans de
Surréalisme 1964-2013”. No todos los grupos o individuos representados en este
libro se vinculan entre sí de igual manera, ni coinciden en la totalidad de sus
posiciones. No hay un centro ni una dirección. Todos comparten la voluntad de considerar
al surrealismo, no como la repetición de lo que fue, sino como aquello “que
será”. Quiero citar un fragmento de un texto de José Manuel Rojo, de Madrid,
que aparece en la pág. 337 de este Almanaque: “(…) hoy en día no hay un estudio
mínimamente serio u honesto sobre el surrealismo que pase por alto su dimensión
radical y su intervención en el terreno político revolucionario. En efecto ya
nadie se asusta ni desconoce el programa subversivo que se escapaba de la littérature para cambiar la vida, pero lo que sin embargo no queda tan claro es que
la revolución surrealista no solo combatió a los poderes e ideologías que
reprimían la libertad y la imaginación, como la familia, el ejército, la
religión o el racionalismo castrador, sino también, y como un componente
explícito de sí mismo, al sistema capitalista que está detrás de la
civilización burguesa y de su dominación implacable.” Quizás no todos los
involucrados en el libro comparten estos conceptos con la misma convicción.
Pero sí la gran mayoría. Y en estos tiempos de crisis capitalista, tanto el grupo
de Madrid como el muy joven de Atenas, han tenido una activa participación en las
movilizaciones desarrolladas en sus respectivos países.
5 – Sos co-fundadora del Grupo
Surrealista de Buenos Aires. Traigamos, Silvia, a estos treinta años después,
aquella iniciativa: quiénes fueron tus compañeros fundadores, quiénes se mantuvieron
permanentes y quiénes participaban con intermitencias, quiénes eran escritores
y quiénes artistas plásticos, durante qué lapso perduró, a qué se abocaron, con
qué otros grupos mantuvieron contactos sostenidos, por qué razones algunos
integrantes adoptaron apodos temporarios, reagrupamientos...
SG – Hice una historia pormenorizada del grupo
surrealista en el artículo “Buenos Aires: el surrealismo en la lucha contra la
dictadura” mencionado entre mis datos biográficos. El lector interesado podrá
rastrear en librerías el libro de Michael Löwy que lo contiene o seguir el link
(también arriba citado) del Sitio al que fue subido. Aquí recordaré sólo algunos aspectos de esta
historia y algunas presencias.
Este grupo
surgió en plena dictadura y lo primero a destacar es la fuerza aglutinante,
centrípeta y creadora que lo impulsaba, en oposición al contexto de dispersión
y destrucción cultural, política y social provocado por el terrorismo de
estado. Su rasgo principal fue la autonomía y podría incluso decirse que se
autogeneró. Aquel grupo bastante heterogéneo
de jóvenes que concurrimos en 1977 al Ateneo Cultural mencionado en la primera
respuesta de esta entrevista, al
descubrir que el anunciado Abelardo Castillo no estaba allí, no sólo no nos
volvimos a nuestras casas, sino que regresamos semanalmente desde entonces. ¿En
busca de qué? Cada cual habrá tenido su respuesta, incluso una tan vaga como:
hacer algo con otros. Los más inquietos y politizados propusieron desde el
comienzo discusiones que iban más allá de la lectura y comentario de textos
propios. Y junto a los debates en voz alta -sobre el sentido de la poesía y el
lugar del poeta en la sociedad, por ejemplo- surgieron aquellos que se hacían
en voz baja y confidencialmente. De hecho, había allí militantes de dos
agrupaciones trotskistas: el Partido Socialista de los Trabajadores y Política
Obrera. Pronto se destacó del grupo inicial uno más reducido que se
propuso conformarse como grupo de
estudios. El tema elegido por votación fue el surrealismo. Se armó un plan de
investigación, una distribución de subtemas, un cronograma, una bibliografía.
Me tocaba a mí ocuparme de los antecesores y fue de ese modo que, en una noche
de tormenta, descubrí a Lautréamont. Transcurrieron meses intensos de lecturas
y puestas en común, rotación por distintos lugares de encuentro, rastreo de
libros de André Breton en las librerías, discusiones políticas y poéticas,
salidas y otros etcéteras (como sesiones de expresión corporal y los primeros
juegos). En la primavera de 1979, la Crecefyl (Comisión por la Reorganización
del Centro de Estudiantes de Filosofía y Letras) organizó una peña en el Club
Villa Malcolm, en el barrio de Palermo, para la que planeamos una intervención
conjunta. Ya entonces había aparecido,
por iniciativa personal de Alberto Arias y con mi participación, “Poddema” 1,
con la que todos nos sentíamos identificados. Pero fue tras la intervención en
Villa Malcolm que pasamos a considerarnos directamente un grupo surrealista.
Los cuatro que estábamos allí fuimos el núcleo permanente a lo largo de toda la
dictadura: Alberto Arias (firmaba Alberto Valdivia), Julio Del Mar, Alejandro
Michel (firmaba Alejandro Mael) y yo, que firmaba Silvia Grénier. Otros
compañeros habían tenido una intervención importante en el proceso de formación
del grupo pero se alejaron por distintas circunstancias personales. Usábamos
seudónimos como un recaudo de seguridad –entre otros- porque conocíamos la
gravedad de la situación política. Todos teníamos conocidos o amigos
desaparecidos y algunos habíamos padecido en carne propia los embates
represivos, aunque con algo más de suerte que tantos otros.
Dije arriba
que el grupo se autogeneró: buscó en la sombra su propio camino para dar a luz
una identidad, sin tener “padre” ni “protectores”. Desde luego, existía una
conexión subterránea con la rica experiencia cultural y política anterior al
golpe, que cada cual había vivido a su modo y de donde traían algunos su
interés por el surrealismo. Y también, como he dicho, con las agrupaciones
políticas que subsistían clandestinamente. Nuestro grupo fue una expresión
singular, muy intensa y consciente de una tendencia más extendida a la
resistencia secreta y molecular a la dictadura. En esos años proliferaron, por
ejemplo, las revistas culturales y literarias. Algunas, incluida la nuestra,
conformaron la Asociación de Revistas Culturales de Argentina que se pronunció
contra la censura. Pronto nos vinculamos también con el movimiento de derechos
humanos, al que fuimos acompañando en sus crecientes movilizaciones. Uno de
nosotros participaba en las reuniones habituales de la subcomisión de
familiares de artistas desaparecidos de la Comisión de Familiares de Detenidos
y Desaparecidos por Razones Políticas y Gremiales. Esto formaba parte de
nuestra manera de entender al surrealismo como movimiento revolucionario. Desde
el punto de vista propiamente surrealista, no tuvimos al principio conexión
alguna con los antecesores locales, salvo un par de visitas al poeta Enrique
Molina, quien no mostró interés en vincularse con nosotros. Siendo todos muy
jóvenes (entre 21 y 24 años) buscamos nuestra orientación en la fuente
original: los textos de Breton, el primer surrealismo. Pero no queríamos ser meros lectores o
difusores de las ideas e imágenes que nos apasionaban, sino actualizarlas en
nuestro propio contexto histórico y cultural.
Encuestas
internas, juegos, discusiones y sesiones de escritura automática colectiva
moldeaban nuestra vida interna, que encontró su escenario natural cuando, tras
la aparición de “Signo Ascendente” 1, conocimos a Josefina Quesada, una
pintora que había participado del taller de Juan Battle Planas. Su
departamento, en un antiguo edificio de la avenida Belgrano, fue nuestro
espacio encantado. Allí se elaboró la revista siguiente -con la suficiente
demora como para ser “Signo
Ascendente” 2-3- durante meses de
debates, juegos y sesiones de automatismo. Nuestras revistas no consignaron
nunca un director porque, salvo en el caso de “Poddema” 1 -armada por Alberto Arias- el contenido fue siempre una decisión
colectiva. La editorial –así como otros textos o declaraciones comunes- surgían
de largos y a veces arduos debates. “Signo Ascendente” 2-3 es la que incluyó más declaraciones y pronunciamientos
individuales o colectivos sobre distintas cuestiones. También fue intensa
nuestra actividad exterior a lo largo de ese año 1981: en julio editamos para la
Comisión de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas y
Gremiales, un libro con poemas de detenidos; en diciembre participamos de la
primera Marcha de la Resistencia y de un nuevo festival de la Crecefyl, con la
lectura de una declaración y de un boletín especial que, adelantándose a la
demorada edición de “Signo Ascendente”, incluía material nuestro y de los surrealistas
de París y Praga. La revista salió en mayo del turbulento 1982. Nuestro grupo
había estado en la calle el 30 de marzo –contándose uno de nosotros entre los
cientos de detenidos ese día- y lo estaría de nuevo en las movilizaciones
contra el dictador Galtieri, posteriores a la derrota. Mientras tanto, la
difusión de la revista nos valió algunos enemigos –por nuestra condena a los
concursos Coca-Cola y a quienes participaron como jurados-, pero más que nada
valiosas incorporaciones: Carmen Bruna, los jóvenes Gloria Villa y Ricardo
Robotnik, Juan Andralis con su compañera Sylvia Valdés y, algunas veces con
Mario Pellegrini. Nuestra presencia ese año en el Festival de “Arte
Alternativo” organizado por la revista “Pan Caliente” (con una muestra de
cuadros y un objeto de exploración táctil), una escandalosa irrupción
condenando el mercado del arte en la Velada Surrealista organizada en la
galería de Ruth Benzacar, la
participación en un encuentro de revistas culturales en Villa Malcolm y la
preparación, junto con otros poetas, del libro “65 poetas por la vida y por la libertad” -que aparecería ya en el
83 en beneficio de Abuelas de Plaza de Mayo- coronan nuestras intervenciones en
época dictatorial.
No podría
hacer aquí el relato de los años que siguieron, que figura también con todo
detalle en el artículo antes citado. Diré a grandes rasgos que el grupo
atravesó momentos de dispersión y reagrupamiento. Entre 1983 y 1988 publicamos
libros de poemas. Viajamos varios a San Pablo, invitados por Sergio Lima, para
intervenir en una semana surrealista; organizamos un seminario de Sergio Lima
en Buenos Aires. Continuamos poniendo nuestro pensamiento y nuestra
sensibilidad en común compartiendo lecturas, debates y juegos, y
manifestándonos con intervenciones públicas tanto poéticas (muestras y
recitales) como políticas, sobre todo en la lucha contra la impunidad, pero
también contra los avances del clericalismo, en defensa de los pueblos
originarios, contra el mercado del arte. Algunos compañeros se apartaron,
nuevos amigos ingresaron y, en función de estos cambios y de la diferencia de
contexto, comenzamos a firmar nuestras intervenciones como Grupo Surrealista de
Buenos Aires, integrado hasta 1992 por quienes mencioné en la respuesta 3 de
esta entrevista.
6 –
Dejo asentado acá que me he quedado con ganas de verte leyendo en más videos de
los que hasta ahora he encontrado en la Red (en uno un texto de Manuel J.
Castilla, en otro algo de tu “Cantos de dinosaurios”…). ¿Prevés poder editar
pronto tus inéditos para chicos? ¿Quiénes son tus referentes locales y del
exterior en lo concerniente a esa producción literaria, y por qué?
SG - Son muchos los autores de literatura infantil que admiro
y frecuento en mi tarea docente. Pero a la hora de escribir para los chicos la
referencia principal son las voces de la propia infancia, aquello que ha
quedado profundamente enraizado y resonando en mí. Y allí campea, sin duda,
María Elena Walsh. Y cerca de ella las recopilaciones folclóricas de Rafael
Jijena Sánchez –su “Don Meñique”. Los
dos libros que publiqué se inician con un poema que me parece ser un eco de los
limmeriks de María Elena en su “Zoo Loco”. Como si ella me hubiera dado
la nota inicial de una melodía que continuó luego siguiendo su tendencia
propia. Pero su poesía no solo me atraía por la musicalidad y el humor. Tiene
también momentos de un lirismo y una melancolía que me fascinaban, como el
poema “Los castillos”, cuyas imágenes me conmovían de chica y me siguen
conmoviendo. La oscuridad que para mí implicaba la palabra “alimañas” –aun
después de haber averiguado su significado- no restaba nada del encanto, sino
al contrario. Desde entonces sé que no todo lo que se lee o escribe para los
chicos debe ser inmediatamente asequible por ellos o de digestión rápida. La
lejanía, la extrañeza no son necesariamente obstáculos. Cuando la dificultad está,
de forma orgánica, integrada a algo significativo y valioso para el chico,
cumple un papel importante. Aquello que no se ve con claridad, pero se
vislumbra a lo lejos, incita a soñar y abre el horizonte.
No quiero cerrar esta referencia a la
literatura infantil sin resaltar lo emocionante que ha sido para mí descubrir
los llamados libros álbum, que despliegan un lenguaje intensamente poético y
cuya exploración, en la sección infantil de las librerías, recomiendo a todo adulto sensible. Encontrará
sorpresas.
Sobre los inéditos, por ahora solo
puedo decir que es probable que “El
duende del chaparrón” aparezca a
través de la Editorial Amauta.
7 – Estoy
seguro de que he llegado a ser espectador de un espectáculo con el poeta Oscar
Pablo Baldomá y elenco en algún reducto de un barrio porteño. Ahora la
invitación es a que nos “representes” aquellas performances. Desde luego,
objetivos, alcances, satisfacciones, generación de propuestas, nuevas
iniciativas…
SG – Fueron
varias las presentaciones que armamos desde mediados de los 90 con Baldomá y
con Luis Conde, que es músico. Surgieron en principio como juego y por el
placer de crear juntos, en algunas sesiones de improvisación casera. Luego
fueron apareciendo ocasiones o ideas a desarrollar. Creo que lo que buscamos
fue la confluencia de la palabra y la música sin ser una acompañamiento de la
otra, sino entretejiendo imágenes sonoras y verbales para crear un cierto clima
o paisaje o un espacio-tiempo diferenciado del ordinario, como en las ceremonias rituales. Cada intervención
la fuimos inventando colectivamente, pautando algunas cosas, dejando otras
libradas a la improvisación. Una de las más elaboradas y complejas fue “Pájaro de toque”, espectáculo que presentamos
en el 96 en la sala teatral “El árbol” con la participación de otros amigos, entre
ellos un percusionista que se sumó a los instrumentos de viento tocados por Luis.
Recitamos o leímos fragmentos del “Popol-Vuh”,
poemas de Manuel J. Castilla, Alejandra Pizarnik, Raúl Gustavo Aguirre, Jacobo
Fijman, Benjamín Péret, de Baldomá y míos, incorporando la expresión gestual y corporal, máscaras y vestuario, diapositivas y
al final, para coronar el poema de Benjamín Péret, la irrupción de la murga Los
Quitapenas. En lo personal, disfruté las dos funciones que hicimos y me quedé
con ganas de más. En el 98 armamos juntos la presentación de mi libro “Quebrada”, en la que intervino también,
cantando coplas, Mirta López, que ya nos
había acompañado desde la murga. En el 2002 armamos algo especial para los
festivales asamblearios de Plaza Palermo Viejo y Plaza Martin Fierro. Luis
Conde junto al guitarrista Alcides Larrosa intervinieron en 2007 en la
presentación de “En el Reino Blanco”.
Y hubo otras ocasiones más acotadas o menos planeadas, en sesiones de
improvisación musical o en lecturas a las que Baldomá o yo estábamos invitados,
en las que entrelazamos sonido y palabra. También cuando Carmen Bruna cumplió
80 años, en el homenaje que le organizamos sus antiguos compañeros del grupo
surrealista en el café Monserrat. Creo recordar, Rolando, que fuiste uno de los
amigos que estuvo esa noche, a pesar del copioso aguacero que inundaba entonces
la ciudad.
Silvia Guiard selecciona para acompañar esta
entrevista, en julio de 2014, seis poemas de su autoría:
Señas
A Carmen Bruna
En el paso del lobo me reconocerás
cuando las horas muelan su molicie al borde del camino
y las ciudades crezcan como hongos en la bella planicie
todos están borrachos pero el silencio tiene
pestañas abismales para abrirnos la puerta
éramos como piedras en el río de lava
éramos como fuegos en el lecho de piedra
éramos pocos muchos los de rostro velado
éramos vivos muertos los de dientes crecidos
tu mirada de loco me prepara el terreno
éramos los sonámbulos y la vida pasaba
como una tromba roja por el centro del cielo
éramos los perdidos
con nuestras
manos-brújula
tocábamos el mundo de las cosas vencidas
hay bailarines locos que atraviesan el cielo
de trapecio en trapecio como fósforos vivos
hay bailarines locos que cruzan el abismo
sobre la cuerda tensa de su propio suicidio
De “Salomé o la búsqueda del cuerpo”
*
Fábulas (Fragmento)
“Sobre
la arena, dos cuerpos confundidos trazan la primera letra de la palabra AMOR”
(Visión
anónima, 1982)
Entonces, estaban cerrados los caminos. En
los muelles el mar se desataba, persiguiendo a un vagabundo pueblo de delfines.
Con qué músicas tristes, con qué banderas tristes avanzaban los restos del amor
sobre la playa. Con qué urutaúes desolados se vestía de niebla el horizonte.
Entonces, el mundo daba vueltas sobre un punto cansino. Los padres devoraban a
sus hijos, los hijos a sus perros, los perros a sus huesos, los huesos a sus
flautas, las flautas a sus ramos de violetas. Entonces la guerra era un silbido
de tobillos cortados por el viento, el amor un silencio entre dos puertas, la
soledad un beso de tiniebla. ¿En qué huevo de piedra silenciosa estábamos
entonces; en qué escondite, en qué despeñadero, en qué agujero abierto entre
las rocas guardábamos las uvas para el canto, las uvas necesarias? Lo recuerdo:
el mar, la piedra blanca, la montaña. En las cumbres abrían las ballenas sus
misteriosas fauces y su mugido nos estremecía. ¡Las ballenas azules! ¡Las magníficas
reinas en su trono de tiempo! ¡La gigantesca mole de los sueños abriéndonos sus
grutas! Lo recuerdo. ¿Qué éramos entonces, colgándonos del viento como niños,
urdiendo los columpios y los puentes? Los pasadizos iban y venían como patinadores sobre el hielo. Me gustan los
columpios, su insensatez de péndulos sin hilo, su salto entre dos cejas, su
sílaba intermedia resbalando como un chorro de luz entre dos peñas bruscas.
¿Qué éramos entonces, masticando la hierba como vacas videntes? Perdidos en el
llano, temblorosos, buscando las ciudades fugitivas, montados en carretas de
salitre, devorando raíces de petróleo, trenzando nuestro pelo para montar las
tiendas necesarias. Entonces el viento era un cuchillo cortando la vía láctea y
el mundo daba vueltas sobre el ojo de un muerto: un ojo seco, que nos
arrebataba los espejos y quebraba los dedos de la sombra. Estaban cerrados los
caminos. Escuchen: es la sombra que mueve sus escobas, es el viento que lanza
sus aullidos sobre el pellejo de un caballo muerto. Escuchen: las ciudades se
aproximan. Bellas, con su humareda de petróleo, su corpiño de luces
despiadadas, sus fanfarrias grotescas. Bellas, con sus trenzas de brea, su
desfile de mierda engalanada, su cortejo de huesos triturados masticando raíces
de petróleo. En los muelles el mar se desataba, persiguiendo a un vagabundo
pueblo de delfines. Con qué banderas tristes, con qué músicas tristes avanzaban
los restos del amor sobre la playa. El mundo daba vueltas sobre un punto
cansino. Perdidos en el llano, huyendo –las ciudades nos buscaban- mordíamos la
hierba visionaria como vacas rabiosas, ¡y estaban cerrados los caminos!
De “Los banquetes
errantes: diario de viajes”
*
Existe el mar
Existe el mar - he visto su abismo con mis ojos
Existe el mar la multiplicidad de sus sombrillas y de sus
cabrilleos y el viento que le alza las polleras buscando el hueco dulce entre
los muslos el musgo suave la rodilla lenta de las altas mareas henchidas de
dolor y de alegría
existe el mar en medio de mi frente
existe el mar abierto y destemplado
su paso milenario de ballena su mugido lejano
las repisas del sol
las peinetas del viento
el cristal y la luz
Existe el mar en las cuerdas de un piano
desfondado y terrible
ebrio y afónico y doliente
existe el mar sobre ciudades crueles
o bajo
civilizaciones olvidadas
existe el mar bajo la piel
en las axilas
bajo las uñas
entre los colmillos
en las jaulas del circo y en los zoológicos atroces
existe el mar entre leones
sin domesticar
azululantemente indominable
existe el mar después de las tormentas
o más bien
apareado con su propia tormenta
como dos formas grises
gigantescas
contorsionadas en un mismo abrazo
existe el mar feroz
el tragabarcos
el abrecielos el
tragamontañas
el lanzallamas el
rompeportones
el mar-asmo el
mar-aña y el mar-tillo
el mar-supial relleno de sus hijos
que son ovillos dulces luz y sombra
peces-abismo
peces-acordeón
peces-bruma y peces-escalera
peces-lunas y soles
pez-tañeos
y tañidos profundos de campana
-de campana de buzo sumergido
para siempre entre pulpos-
existe el mar barbudo
salvaje
ceniciento
acróbata de innúmeros espejos
el mar como un tesoro
conservado en toneles y barriles panzudos
el mar negruzco como un pan antiguo
el mar empecinado como un necio
empinado sobre sus tobillos
el mar tozudo como un gran secreto
como un arca que al mismo tiempo es
su diluvio
existe el mar como una sed como una alucinación
como un prodigio
existe como sólo saben existir
los mares
entre glóbulos blancos rojos y ateridos de frío
entre glóbulos sin justificación sin redención y sin
destino
existe de cualquier modo el mar con sus escamas
sus cuerdas de violín
sus lengüetazos de profundidad
sus bombas de oxígeno increíble
su aletazo de monstruo
su hocico prehistórico y mugiente
su aliento de mamut.
Lo he visto.
7/11/92 - De “En el reino blanco”
*
Se sobrenada
Grandes oleajes me sostienen
y no obstante
no obstante
sé que hablo con los labios partidos
con la lengua quemada
para estatuas de yeso
es decir:
hablo con los labios partidos
con la lengua quemada
para estatuas de yeso
y no obstante
no obstante
grandes oleajes me sostienen
lentas vegetaciones me sostienen
largos
hondísimos ramajes agitándome en su estremecimiento
me sostienen
en silencio
las palas misteriosas que acarrean la noche
me sostienen
las lenguas agridulces
moteadas
serpenteantes
y terribles del sueño
me sostienen
la sed y su cortejo de violines con las cuerdas cortadas
el hambre y sus harapos
la garrapata ardiente de cada una de mis incertidumbres
me sostienen
He aquí que se acercan los incendios
veloces
más veloces que el miedo
tiernos como paraguas
y altos como impacientes rascacielos
los incendios me toman en sus brazos
y me acunan hasta hacerme dormir
Aún dormida escucho cloquear a los relojes
aún dormida veo cómo las casas huyen de sus propias paredes
se desprenden de sus propias ventanas como de medias viejas
se sacan el corpiño
los zapatos
los hijos
y bailan como mendigas en inmensos baldíos
saltan de terraplén a terraplén
pierden completamente la memoria
se burlan de los trenes
y se emborrachan en su propio velorio
aún dormida bailo con pies heridos y feroces
entre las casas locas
entre las casas tristes
entre las casas una tras otra derrumbadas
y observo en la piel acre y translúcida del aire
los movimientos casi imperceptibles de los enormes peces de
vacío
grandes peces de nada
cruzando lentamente las veredas
estrellando sin ruido las vidrieras
boquiabiertos y torpes
blanquísimos peces de silencio
desovando en las alcantarillas
su maravillosa inexistencia
vastos transatlánticos de nada
atravesando oleadas
oleajes profundos de vacío
me sostienen.
5/12/92 – De “En el reino blanco”
*
“No entres dócilmente en esa noche quieta.
Rabia, rabia, contra la agonía de la luz”
Dylan
Thomas.
Uñas contra
la sombra, pelos, dientes
y el
aullido larguísimo en los huesos
La rabia
con sus perros amarillos
espumarajeando
mi saliva
La rabia de
la luz
y de la
sombra
La cólera
de sangre y de burbuja
reventando
en las venas
El ácido de
luz sobre los dientes
La
hinchazón de la sangre
Su
estallido
de bronca y
de dolor golpeando el aire
terriblemente
frágil
y desnudo
Nudo
del ansia y del hastío
Nudillo de
estar harta
Desnuda
soledad de los tobillos
Ácida
desnudez
Ácido mudo
Pica roja
el dolor sobre mi frente
Pica roja
los dientes abrasivos
Pica roja la sed
Pica roja
la rabia del aullido
Pica roja
la sangre inexplicada
Pica roja
mi cuerpo
contra el
cielo
Relampaguea:
No habrá
sido mudo
(Dic.’98) De “Relampaguea” (Poema incluido
previamente en la plaqueta “Mujer- pájaro
en el círculo del sol”, 1999)
*
Aquí donde los
árboles caminan… (Fragmento)
Una mujer, un hombre, un río
junto al árbol
A veces el árbol es un hombre
el hombre, un río
el río, una mujer
y la mujer, un árbol
La mujer en el río, bañándose
y el hombre
bañado en la mujer
y el árbol
bañándose en el cielo
Que es un río
Un hombre que es un árbol se baña
en la mujer
que es río
Y un hombre que es un río
sueña en la mujer
que es árbol
Y la mujer del árbol con el hombre del río
y la mujer del río con el hombre del árbol
se abrazan bajo el amor
y sueñan
cuando un hombre y una mujer se aman
y duermen
junto al árbol
a la orilla del río.
(Inédito)
En la ciudad de Buenos Aires, Silvia Guiard y R. R., julio 2014.