La poesía nombra el brillo y su reverso
La poesía nombra el brillo y su reverso. Un poeta la
vio como un cometa perdido en la noche universal, alumbraba mundos varios,
llevaba su luz hacia las esquinas liberadas. Allí estaba entre las multitudes,
decretaba el fin de toda guerra, años cuarenta, del siglo pasado. Antes estuvo
en Madrid, montada en los trenes en busca del quinto regimiento, encendía el
fuego ácrata de las minas y los sindicatos, la patata roja de Miguel Hernández.
Dos peldaños más abajo agitó su antorcha entre los cables de la plaza roja,
sonaba las campanas de las grandes catedrales: el humo de las fábricas expandía
el desafío igualitario por toda Europa.
La poesía es pez soluble que nada a contra corriente,
monta querellas en los campos magnéticos, juega y danza con aquellos muchachos
de los años veinte. Abarca espacio lúdico, se entromete en los festines de los
poetas áulicos y les revienta el laúd en la cabeza a los reyes. Si se le quiere
enjaular, resultaría inútil para los celadores, ella sería capaz de invertirles
las señales que dan hacia los pasos perdidos.
La poesía vive fuera de nosotros desprendida del
claustro donde ardía en llama viva Teresa de Ávila: santa poesía que escondes
el verbo balbuciente de Juan de Yepes en la trascendencia, te adoramos en los
pulpos de seda que entrevió en los espejos de París aquel Isidoro Ducasse:
malditos marineros que apagaron su pipa en el corazón de Baudelaire, ¡abajo el
general Aupick! François Villon esta noche mereces tu copa de ajenjo.
La poesía hizo que Vishnu en su cielo de oro y
esmeralda nos devolviera al Ganges desde sus divinos pies; convirtiera el prana
divino en cantares de gesta; poesía necesaria, verbo profético para los días
venideros. En el catálogo cotidiano nos enumeró los manjares divinos y los
colores de la naturaleza. El hombre y la mujer enlazados en las infinitas
posiciones de la lujuria, atados de manos y pies hasta esparcir su simiente más
allá de su casa.
Bienvenidos todos y bienvenida la infatigable poesía.
La poesía también es fiesta innombrable, es el río que llena las habitaciones y
cubre con su manto los últimos pasajeros de calles de sol y de nubes. Poesía es
vestidura y protección de los días alados y desérticos, túnica posible, amor
por los ausentes, poesía es el día que comenzó a nacer.
enviado por la Casa Nacional de las Letras Andrés Bello, Venezuela